Nuestros Columnistas Nacionales


De política y cosas peores


Armando Fuentes

11/07/17

«En este pueblo todos nos dedicamos a lo mismo, señor. A vender carne. Así decimos, pero la verdá es que somos tratantes de blancas, como dicen en la ciudad. A nosotros eso nos da risa, porque casi todas las blancas que tratamos son bastante prietas. Las agarramos jovencitas, de 14 ó 15 años, que es cuando empiezan a sentir al hombre. Hacemos que nos sientan, y les prometemos matrimonio pa que se nos entreguen. Quedan preñadas casi siempre, y así ya no las quieren en su casa. Entonces las llevamos con mujeres que sabemos, y que saben, y ellas les sacan el chamaco, y así están ya listas pa la venta. Nos las compran las madrotas de los burdeles. Pagan por ellas mil, dos mil pesos, según. Mientras más niñas sean valen más. Una vez vendí una de nueve años en 5 mil pesos. Y si son bonitillas sube el precio. Las quieren pa que jalen en los congales de los pueblos. Y siempre se están necesitando, porque no duran mucho. Se hacen borrachas y las echan; o agarran alguna enfermedad. A veces las matan, o se matan ellas. Entonces hay que conseguir más. Siempre hay mercado. Y nosotros somos los que las conseguimos. El oficio tiene su chiste, no vaya usté a creer. Hay que ser guapetón, porque si no las muchachillas no se prenden. Y debes tener labia pa enredarlas. También tienes que invertirles: que una nieve en la refresquería; que unos tacos de pollo en la fonda. O les regalas unos aretitos, y con eso ya las tienes listas. Lo que no falla es la promesa: Si me quieres dame una prueba de tu amor, que al cabo luego nos casamos, te lo juro . Y siempre caen. Dicen que las mujeres son muy listas, pero cuando se enamoran se apendejan, con perdón sea dicho. Hasta a maestras he convencido. La del Ejido del Cuatro está ahora de puta en Huematlán. Y no me guarda rencor. Cuando voy allá me dice: «Qué malo eres». Luego nos acostamos, y ni me cobra. A mí mi padre me enseñó el oficio, y a él el suyo. En otros pueblos los hombres hacen jarros, o tejen tule, o soplan vidrio. Nosotros nos dedicamos a conseguir carne. Esa es nuestra artesanía. No somos padrotes, no; Dios guarde l hora. Explotar a las mujeres es algo muy malo. Nosotros las seducimos y las ponemos en el camino de ganar dinero. Luego hasta nos dan las gracias. Una me dijo: ¡Cómo te agradezco haberme hecho lo que me hiciste! De no haber sido por ti orita estaría en un jacal, cargada de hijos, moliendo todo el día máiz en el metate y molida a golpes por un cabrón sin lana que me haría de gratis lo mismo que aquí me hacen pagando . ¿Ya ve usté? Hasta benefactores somos, o como se diga. Mi mujer sabe a lo que me dedico, y no me lo reprocha. Por el contrario, cada vez que salgo a trabajar me persigna y me encomienda a Santa María Magdalena, que es la patrona de las putas, pa que no batalle en encontrar alguna. Con una que venda ya hay comida en la casa pa un mes. Un día me sucedió que conocí en un pueblo cercano a una muchachita bien linda. La trabajé; la seduje y la vendí a un congal de por acá. Al poco tiempo mi padre y yo fuimos a ese lugar a cobrar un dinero. Él vio a la chiquilla; se enfureció y la sacó a la calle a patadas. «¿Qué está usté haciendo aquí?». Resultó que era su hija, o sea mi media hermana. Cosas de la vida, ¿verdá, señor? Ahí sí me falló Santa María Magdalena. Espero que no me juzgue mal, señor. Ustedes que son de ciudad, y ricos, no entienden muchas cosas, y nos juzgan. Y otra cosa le voy a decir: si alguna vez se le antoja una muchachita pa tenerla por ái a su servicio, ya sabe con quién ir. Pa eso estamos nosotros; pa servir a personas como usté». FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Miran los hombres cómo pasan las nubes.
Miran las nubes cómo pasan los hombres.
Ahora están las nubes y luego ya no están.
Ahora están los hombres y luego no están ya.
Pasajeras son las nubes, y pasajeros son los hombres. Pero el agua que llevan las nubes es la misma agua que llevaron otras nubes. Del mismo modo en cada hombre van todos los hombres que en otro tiempo fueron otros hombres.
Yo miro pasar las nubes y me pregunto: «¿Cuál nube seré yo?».
Seguramente allá arriba una nube mira pasar a los hombres y se pregunta: «¿Cuál hombre seré yo?».
¡Hasta mañana!…

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