De política y cosas peores

Armando Fuentes

29/03/17

Facilda tenía una semana de casada cuando empezó a presentar síntomas propios de un embarazo de seis meses. Su ingenuo marido, un joven trincapiñones de nombre Candidito, le dijo atribulado: «Siento pena por tus náuseas y mareos». «No te apenes -lo tranquilizó ella-. Tú no tienes la culpa». Pepito parecía no coordinar bien sus movimientos, de modo que su mamá lo llevó con un médico especializado en problemas de motricidad. El facultativo sentó al niño en su mesa de exámenes y le preguntó: «¿Dónde está la nariz?». Pepito se la señaló. «¿Dónde están los ojos?». El chiquillo indicó con los dedos. «¿Dónde están las orejas?». «Mami -dijo entonces Pepito-, vamos con otro doctor. Éste no sabe ni madre de anatomía». «En el PRI postulamos candidatas y candidatos que pueden hacer campaña por sí mismos. Nosotros no postulamos delfines que esperan a que su entrenador les diga por dónde nadar». Esas palabras las dijo Enrique Ochoa Reza, taxista y presidente nacional del PRI, en el acto en que Alfredo del Mazo rindió protesta en el Estado de México. Me pregunto por qué no dijo eso en Coahuila, donde Rubén Moreira se empecina en ser, a más de gobernador, dueño único del PRI y director de la campaña de Miguel Riquelme, el candidato priista, aunque éste empieza ya a dar señales de tener vida propia. La pita se le está enredando a Moreira, obstinado en no ceder un ápice de su poder; terco en su afán -por lo demás irrealizable- de perpetuarse en el mando a través de interpósita persona. Por un lado Guillermo Anaya, el candidato del PAN, se vio muy echao pa lante cuando al hacer el registro de su candidatura asumió el compromiso de aplicar la ley y repartió entre sus seguidores 4 mil camisetas con la inscripción «Cárcel a los Moreira». Recoge así la demanda de incontables ciudadanos, hartos ya de la corrupción y la impunidad que se han apoderado de Coahuila. Ciertamente tal promesa es más fácil de hacer que de cumplir -el Bronco cada día menos bronco de Nuevo León puede dar constancia de eso-, pero aun así ese lema calará en los electores. Por otra parte el hermano incomodísimo de Rubén Moreira, Humberto, arremetió contra su carnal -así diría él- y tras llamarlo fascista, tirano, déspota y otras lindezas semejantes, todas ciertas, describió el acoso y hostigamiento que el gobernador ha desatado contra los que se le oponen. Así las cosas, Miguel Riquelme deberá desmarcarse a su tiempo de quien pretende hacer de él una figura de paja. Es claro que Moreira no podrá mantener el dominio caciquil que aún conserva, ya triunfe el PRI, ya gane la oposición. En política nunca deja de cumplirse la antigua frase: «El rey ha muerto. Viva el rey». Si el partido de Rubén Moreira obtiene la victoria quizá le dará algo para pagarle sus servicios, pero después le llegarán el olvido y los remordimientos. Mientras tanto la lucha fratricida de los Moreira está dañando a Coahuila y a los coahuilenses. Urge dar vuelta a esa sombría página, ya sea con un cambio radical hecho por Riquelme, el candidato priista, o por la alternancia que puede llegar con Guillermo Anaya, el abanderado del PAN, o con Javier Guerrero, valioso candidato independiente. El 4 de junio se decidirá el futuro de mi estado, futuro que empieza a verse ya más claro con el ocaso del régimen actual. Doña Pasita se preocupaba por los devaneos de su nieta Pirulina. Un día le dijo: «Lo que debes hacer es buscarte un buen marido». Replicó la muchacha: «Ya le tengo echado el ojo a uno». «¿Quién es?» -se interesó la abuela. Le informó Pirulina: «El de la vecina del 14». FIN.

MIRADOR

Aquel señor pidió que a su muerte le tocaran en el cementerio el tango «Por una cabeza», de Gardel, que era su favorito.
En su sepelio un mariachi interpretó la conocida pieza. Lo hizo muy mal, pues los tangos no son para ser tocados por mariachi. Aun así la inconsolable viuda dijo al escucharlo: «Se me acabó la vida».
Pasaron unos meses. Cierto día la señora accedió a acompañar a su mejor amiga al baile que cada jueves llevaba a cabo el municipio en la plaza principal del pueblo para las personas de la tercera edad.
La banda empezó a tocar el tango «Por una cabeza», de Gardel.
Un señor vestido con discreta elegancia fue hacia ella y la invitó a bailar. El hombre, de buen parecer, se veía educado y caballeroso. Olía a loción cara.
La viuda salió a bailar con él. En sus brazos pensó: «Estaba loca cuando pensé que la vida se me había acabado».
Los acordes del tango «Por una cabeza», de Gardel, le sonaron a música celestial.
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

«. Una señora tenía ya 16 de familia.».
Los hijos, en ese trance,
le hicieron un pedestal.
Dijo uno en tono fatal:
«Pa que papá no la alcance».

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