Armando Fuentes
9/03/17
Doña Chalina, mujer dada al cotilleo, compartió con las señoras del Club de Costura su chisme más reciente. Les contó que nueva vecina, una joven esposa llamada Dulcibelia, le había dicho que se iba a divorciar de su marido. El sexo con él era tedioso, rutinario. Al hombre le faltaba imaginación: pas pas pas y ya. Por su parte el cónyuge de la muchacha, de nombre Boricio, accedió a la disolución del vínculo matrimonial porque había perdido todo interés amoroso en su consorte. Sucedió, sin embargo, que ella desistió de divorciarse: conoció a un galán que la satisfacía plenamente, y eso que solamente lo veía los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábados. (Los domingos iba a los servicios de su iglesia). Por su parte Boricio olvidó también la idea del divorcio, pues entabló relación con una guapísima morena que superaba todas sus expectativas en materia de erotismo y hacía realidad sus fantasías más extremadas, tanto en lo relativo a lencería y atuendos para la ocasión -tenía disfraces de enfermera, monjita y colegiala- como en lo que hacía a posturas y variaciones sobre el tema. «¡Qué tiernos esos esposos! -exclamó conmovida doña Pasita, una de las asistentes-. ¡Hasta dónde han llegado para salvar su matrimonio!». Pancho Pánchez, mexicano residente en «el otro lado», le comentó a un amigo: «Mi esposa y yo logramos obtener por fin la ciudadanía de los Estados Unidos». «¡Felicidades!» -lo congratuló el otro. «No me felicites -replicó Pancho, mohíno-. Desde que mi mujer es ciudadana americana yo debo lavar los platos, y sólo me permite hacerle el amor si ella se pone arriba y yo abajo». En opinión del Presidente Peña Nieto los términos «oposición» y «retroceso» son sinónimos. Si eso es verdad bien puede decirse desde ahora que el 2018 será muy malo para el PRI. En efecto, todo indica que ese año el partido tricolor pasará a ser oposición. De hecho las encuestas muestran ahora que en la elección presidencial los priistas deberán conformarse con un modestísimo tercer lugar. Sabemos ya quién será el candidato de Morena -lo sabemos desde hace casi 20 años-, y sabemos también que la candidatura del PAN estará entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala. Lo que nadie puede decir, ni siquiera el primer priista de la Nación (hablo de Peña Nieto, no de Manlio), es quién será el abanderado del prigobierno en esa contienda capital. Muchos nombres se mencionan, pero de todos no se hace uno, si me es permitida esa aseveración, radical pero que creo verdadera. Si yo fuera asesor de los capitostes priistas les recomendaría buscar dentro o fuera de sus filas un rostro nuevo, de preferencia el de alguien joven, con carisma y sin malos antecedentes personales. O sea, les aconsejaría buscar un priista lo menos priista posible. Ésa sería su única esperanza. «¡Abre las piernas, mamacita!». Esa urente demanda pasional le hizo el ciempiés macho a la pudorosa hembrita. Respondió ella, terminante: «¡No, no, no y cien veces no!». La señorita Peripalda le dijo a una amiga: «En la bañera de mi casa tengo más de cien pececitos dorados». Preguntó la amiga, extrañada: «¿Y qué haces cuando te vas a bañar?». Respondió la piadosa catequista: «Les pido que cierren los ojitos». Uglicia era más fea que el pecado. Que un pecado feo, aclaro, porque hay algunos muy bonitos. Un día le pidió dinero a su marido para poner cortinas en su alcoba de su nueva casa. «No necesitas cortinas» -negó el esposo. «Claro que las necesito -insistió ella-. Las ventanas dan a la calle, y los vecinos podrían verme desnuda». «No te preocupes -replicó el marido-. Si te ven desnuda ellos pondrán cortinas en sus ventanas». FIN.
MIRADOR
En la sala de la casona del Potrero está el retrato de don Tomás Berlanga. Aquí nació el año de 1858. Desde niño mostró una clara inteligencia, tanto que el maestro de la escuela aconsejó a sus padres que lo mandaran al Saltillo a estudiar en vez de dedicarlo a las faenas del campo.
En la ciudad destacó también aquel muchacho. Cursó la carrera de abogado y brilló en la política, el periodismo y la academia. Hacía versos. En el álbum de su hermana Refugio puso unos dodecasílabos que dicen: «¿Mis versos en tu álbum? Oh, Cuca, ¡qué gloria! / Si tú los repites después de memoria / serán armoniosos y dulces serán.».
Era ferviente liberal y gran enemigo de la tauromaquia. Cuando se construyó el Teatro Acuña dijo que ese «centro de alta cultura» se había erigido entre dos barbaries, pues estaba entre la plaza de toros y el templo de San Esteban. Lo del templo se lo perdono; lo de la plaza de toros no.
Su esposa, católica devota, se angustiaba. Pensaba que don Tomás se iba a ir al infierno por su liberalismo. Una madrugada el licenciado Berlanga saltó del lecho dando gritos, se echó encima una manta y corriendo fue a la capilla del Santo Cristo. Ahí se postró ante la imagen del crucificado y se deshizo en llanto. Desde entonces fue otro. Nadie supo jamás qué fue lo que soñó. O lo que vio. Me pongo ante el retrato y se lo pregunto. No me contesta. Todavía.
¡Hasta mañana!…