Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
Armando Fuentes Aguirre
23/03/15
Por primera vez la reina Victoria hizo el amor con el príncipe Alberto. Al terminar el acto dijo preocupada: «Espero que lo que acabamos de hacer sea exclusivo de la nobleza. Las masas podrían enviciarse con esto». El cazador creyó notar que su guía había extraviado el rumbo. Le preguntó, inquieto: «Hubertino: ¿alguna vez se ha perdido usted en el bosque?». «Nunca, jefe -respondió el sujeto-. Sin embargo debo reconocer que alguna vez vagué por él durante varios días bastante apendejado». La linda vendedora atendió al cliente: «¿Qué le puedo ofrecer, señor?». «Muchas cosas, linda -contestó él-. Pero ahora estoy buscando solamente una corbata». El marido contrató a un detective para que siguiera a su mujer. El investigador quiso saber: «¿Sospecha usted que su señora está cometiendo adulterio?». «No -replicó el tipo-. Sólo quiero que me diga dónde se encuentra cuando yo lo vaya a cometer». Muy puestas en razón estuvieron las palabras de Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación, cuando señaló las omisiones del gobierno local de Oaxaca para llevar adelante la necesarísima Reforma Educativa, y la debilidad que muestra el gobernador Gabino Cue ante las belicosas mesnadas de la CNTE. Claramente Chuayffet manifestó que con arreglo a la ley y a los compromisos laborales asumidos por la secretaría a su cargo, su único interlocutor legal y válido es el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, motivo por el cual no le corresponde atender los conflictos causados por los cenecistas, cuya organización no tiene, ante la SEP, ninguna personalidad jurídica. Es penoso decirlo, pero la CNTE es una de las mayores lacras entre las muchas que sufre este país. Su capacidad para extorsionar no es igualada ni siquiera por las más poderosas organizaciones criminales. Con violentas acciones de presión que dañan a ciento de miles de personas -sobre todo a los niños y jóvenes a quienes deberían educar-, los miembros de esa voraz agrupación obtienen de la lenidad de los gobiernos toda suerte de indebidas ventajas y prebendas, e incurren en actos de corrupción ante los cuales palidecen las corrupciones oficiales. Cosa muy buena es que la Suprema Corte haya reconocido el derecho de los ciudadanos a indagar los manejos que se hacen para favorecer a los sedicentes profesores y a sus pugnaces líderes, para defenderse de esos agravios por la vía del amparo. Aunque sujeto ese recurso a los vericuetos y tardanzas de la justicia mexicana, es bueno contar con él en medio de la indefensión de la sociedad civil ante los constantes abusos de esos malos mexicanos que usan a la niñez y a la juventud como instrumentos para tratar de concretar sus obsoletos dogmas y sus anacrónicas ideas. Permítanme un momentito, por favor. Voy a apuntar eso de «obsoletos dogmas y anacrónicas ideas» para usarlo en algún discurso. Gracias. El navío de pasajeros escoraba peligrosamente. El capitán del barco le dice a la estupenda rubia: «Su marido ya saltó el agua, señora Tetonina, lo mismo que los demás pasajeros y la tripulación. Voy ahora a enderezar el barco, y usted y yo seguiremos solitos la travesía». En altas horas de la madrugada un policía detuvo a Empédocles Etílez. «¿Puede usted explicar por qué anda en la calle a estas horas?». Respondió el temulento: «Si tuviera una explicación me iría a mi casa». El gerente le pidió a su secretaria que hiciera su renuncia. Ella empezó a escribirla, pero de pronto se detuvo. «Perdone, señor -le preguntó al ejecutivo-. ¿Cómo se escribe acoso sexual ?». Después de algunos días de que su hijo faltaba de la casa el señor y la señora recibieron una llamada de la policía: su hijo adolescente había sido encontrado durmiendo bajo un puente en compañía de un perro callejero. «¡Qué barbaridad! -se consternó la señora-. ¿Y la suciedad? ¿Y la pestilencia?». Replicó el que llamaba: «Parece que el perro ya se acostumbró». Uglicia, mujer más fea que el pecado -que un pecado feo, digo, porque los hay retebonitos-, acertó a quedar entre dos hombres que bebían en la barra de la cantina. Uno de ellos sacó un revólver y se lo dio al otro: «Perdone, amigo -le dijo-. Tome mi pistola. Si ve que empiezo a ponerme romántico con esta mujer, por favor, pégueme un tiro». FIN.
MIRADOR.
Aquel hombre le preguntó al gurú:
-¿Qué debo hacer para mejorar el mundo?
El maestro le dio una semilla.
-Siémbrala -le dijo-. Cuando la planta brote, cuídala. Y cuando dé una flor, tráemela.
Poco tiempo después brotó la planta. El hombre la cuidó celosamente, y cuando dio una flor se la llevó al gurú. Hablo éste:
-Lo mismo que te dije a ti lo dije a otros mil hombres. Todos me trajeron ya su flor. Ahora podré poner mi florería. Ganaré buen dinero con la venta de las flores.
El hombre quedó mohíno y enojado. Le dijo el sabio:
-No te irrites. Una flor es poco precio por aprender a desconfiar de los gurús.
¡Hasta mañana!…