De política y cosas peores

Armando Fuentes

12/06/2016

CIUDAD DE MÉXICO 11-Jun .- La gallinita búlica estaba haciendo cosas indebidas con el gallo buleco del corral vecino. De pronto exclamó sobresaltada: «¡Ahí viene mi marido! ¡Conozco perfectamente sus pisadas!». La profesora de Pepito quiso hacerle ver a su pupilo que ella era algo más que una simple maestra de banquillo. En efecto, había leído varios capítulos del «Emilio» de Rousseau, y tomó además un diplomado de 3 horas -incluido el coffee break- sobre didáctica y técnicas de la educación impartido por el vice sub ayudante suplente auxiliar temporario interino del inspector escolar sustituto. Valida de ese estremecedor currículo le preguntó a Pepito: «¿Sabes qué es una pedagoga?». Arriesgó, cauteloso, el chiquillo: «¿Una cantina para la comunidad judía?». Don Frustracio, el marido de doña Frigidia, conversaba con un amigo acerca de temas pertenecientes a la intimidad conyugal. Contó el amigo: «Mi mujer se excita mucho cuando brilla la luna». «La mía -suspiró don Frustracio- se excita solamente cuando brilla la lana». (La lana es el dinero. Bien decían los antiguos españoles a propósito de la nobleza sin dinero: «El don sin el din no vale nada»). Doña Jodoncia, la esposa de don Martiriano, conversaba en la fiesta con su vecina de asiento. Señaló a una estupenda rubia y dijo: «Aquella mujer tiene muy mala fama. Es destructora de hogares». Escuchó eso don Martiriano; fue muy escurridito hacia la rubia y le dijo con voz tímida: «Señorita: entiendo que es usted destructora de hogares. ¿Podría hacerme el favor de destruir el mío?». Don Añilio, senescente caballero, visitó en su casa a Himenia Camafría, madura señorita soltera. Ella le ofreció una sencilla colación -así dijo- consistente en una bandeja de piononos rociados con una copita de malvasía. Don Añilio, que a pesar de su edad tenía competente estómago, dio buena cuenta de todos los bizcochos y apuró más de la mitad de la botella del aromoso vino. El beber y el yantar son goces fruitivos que melifican y molifican el corazón del hombre. Dijo el poeta Terencio: «Sine Cerere et Libero friget Venus». Sin Ceres y sin Baco -vale decir sin comida y sin bebida- se enfría Venus. Don Añilio había comido bien y bebido mejor, de modo que le pidió con insinuante voz a Himenia: «Querida señorita: ¿me permite que le toque el pan de la vida?». Ella enrojeció hasta la raíz de los cabellos. «¡Por Dios, amigo mío! -respondió llena de azoro-. Hay cosas que.». «Veo que vacila usted -la interrumpió don Añilio-. No tome a mal, entonces, que me aproveche de su dubitación y cumpla mi deseo». Cerró los ojos la señorita Himenia para no mirar lo que iba a hacer su visitante. Así, con los ojos cerrados, escuchó sorprendida las notas de la canción que en su ocarina empezó a interpretar don Añilio: el bolero Obsesión, de Pedro Flores, cuya poética letra dice: «Amor es el pan de la vida, / amor es la copa divina». ¡Oh decepción! ¡El pan de la vida no era el que pensó la señorita Himenia! Viene aquí a cuento otra frase latina: «Senectus ipsa morbus est». La vejez es en sí misma una enfermedad. Don Calendárico, señor de 65 años, le propuso matrimonio a Dulciflor, muchacha veinteañera. «Lo siento-dijo ella-, pero no puedo aceptar su proposición. Cuando usted tenga 85 años yo tendré 40». «No te preocupes, linda -replicó el maduro galán-. Cuando ese tiempo llegue me buscaré otra mujer más joven». Pirulina fue a confesarse con don Arsilio. Comenzó: «Acúsome, padre, de que anoche hice el amor con mi novio». Sentenció el buen sacerdote: «De penitencia reza 20 padrenuestros». «Écheme de una vez 40, padrecito -le pidió Pirulina-. A la noche vamos a salir otra vez». FIN.

MIRADOR

Historias de la creación del mundo.
El Señor hizo a Galileo. Explicó:
-Necesito a alguien que me vea.
El Señor hizo a Tomás de Aquino. Explicó:
-Necesito a alguien que me entienda.
El Señor hizo a San Juan de la Cruz. Explicó:
-Necesito a alguien que me cante.
El Señor hizo a Miguel Ángel. Explicó:
-Necesito a alguien que me pinte.
El Señor hizo a Mozart. Explicó:
-Necesito a alguien que haga música para mí.
El Señor hizo a Darwin. Explicó:
-Necesito a alguien que me intuya.
El Señor hizo a Freud. Explicó:
-Al paso que van las cosas voy a necesitar a alguien que me dé terapia.
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

«. Los monos del zoológico veían a los visitantes, desordenados, ruidosos y sucios.».
Un chango dijo a los otros
con tono despreocupado:
«¡Ánimo! ¡No se ha probado
que desciendan de nosotros!».

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