Armando Fuentes
22/05/2016
Eran los tiempos de la Primera Guerra. Una bella espía al servicio de los alemanes llamada Tama Riha cayó en poder de los aliados, y tras de breve juicio -duró 5 minutos- se le condenó a la pena capital. Un pelotón de soldados franceses fue designado para fusilarla. Llegó el momento de la ejecución. El capitán galo ordenó: «Preparen. Apunten.». Cuando iba a decir: «¡Fuego!» la hermosa mujer abrió de pronto el abrigo de mink que la cubría y presentó a la vista de los ejecutores su maravillosa desnudez. Hizo lo que la griega Frine, modelo y amante del escultor Praxíteles, que habiendo sido acusada de meretricio por un imbécil con tufos moralistas soltó en el tribunal los lazos de su veste y mostró a los jueces la perfección absoluta de su cuerpo, lo cual bastó para que los deslumbrados juzgadores dictaran su inmediata absolución. Pero esa es otra historia. Vuelvo al relato de la espía teutona (con u, por favor). A la incierta luz del amanecer la figura de la hermosísima mujer semejaba una estatua de alabastro. Sus ebúrneos hombros; sus enhiestos senos, cálices de marfil y rosa para beber en ellos el néctar del amor; su cintura juncal que devenía en redondeada grupa y en la promesa de su mons veneris. (Nota de la redacción: Nuestro estimado colaborador se extiende por seis fojas útiles y vuelta en una expresiva descripción de los encantos de la espía, descripción que nos vemos en la penosa necesidad de suprimir tanto por falta de espacio como porque vemos que el joven editor encargado de revisar su texto está dando señales de nerviosidad, y se advierte en él una conmoción anatómica que además de ser inoportuna desdice de la seriedad de su tarea. Mejor será seguir con el relato). Al ver la belleza de la mujer los mílites franceses, galantes como todos los de su nación, se declararon incapaces de disparar contra ella. Dijo uno de ellos: «Beauté porte sa bourse. La belleza es riqueza. Antes le dispararía a mi esposa que a esta demoiselle». Visto el fracaso de los soldados de la Francia fue llamado un segundo pelotón, éste de ingleses. Se pensó que la tradicional flema británica, aunada a los usos y costumbres que privaban en los cuarteles de Su Majestad, los pondría al amparo de la seducción de aquella provocativa fémina. Se equivocaron quienes eso supusieron: otra vez en el momento crucial Tama mostró sus voluptuosas formas a los ingleses, y ellos bajaron sus fusiles a la vista de aquel prodigio de beldad. Los jueces se alarmaron. ¿Acaso tendrían ellos que ejecutar por propia mano a la perversa espía? Ninguno le había disparado nunca ni a un conejo. El presidente del tribunal tuvo una idea salvadora: se hallaba en París un grupo de revolucionarios mexicanos en misión de buena voluntad. Quizá si se les daba una mordida ellos podrían hacerse cargo del fusilamiento. Fueron llamados nuestros compatriotas y se les planteó el asunto. Ellos respondieron que no podían aceptar dinero, por aquello del decoro nacional, pero que si les invitaban una cena con champaña y viejas -así dijeron: viejas- podían llevar a cabo el trabajito. Los franceses aceptaron esas condiciones, y Tama Riha fue llevada de nuevo al paredón. Frente a ella estaba ya el pelotón de mexicanos. Ordenó el capitán: «Preparen.». Esgrimieron los soldados el fusil. «Apunten.». Tomaron ellos puntería. Y ya iba el capitán a decir: «¡Fuego!» cuando la bella espía descubrió otra vez la belleza de su cuerpo. Se oyó un tremendo estallido y la hermosa Tama cayó al suelo sin vida. Todos los presentes quedaron estupefactos: los soldados no habían disparado sus fusiles, y sin embargo la mujer ni siquiera necesitó el tiro de gracia. Al día siguiente la autopsia reveló: «La espía Tama Riha murió a consecuencia de una fuerte descarga de botones de bragueta». FIN.
MIRADOR
Historias de la creación del mundo.
Ese día Dios era feliz.
Ese día Dios sintió ganas de cantar.
Ese día Dios sonrió por primera vez.
Ese día Dios se hizo poeta.
Ese día Dios quiso ser pintor.
Ese día Dios pensó que todo era bueno.
Ese día Dios creyó en el hombre.
Ese día Dios creyó en Dios.
Ese día Dios estaba enamorado.
Ese día Dios hizo a la jacaranda.
¡Hasta mañana!…