De política y cosas peores

Armando Fuentes

08/05/2016

CIUDAD DE MÉXICO 7-May .- La linda parejita que formaban Pimp y Nela llevaba una vida muy ordenada, muy metódica: de su casa al congal y del congal a su casa. Él era gigoló, o sea lenón, chulo, mantenido. Ella, por su parte -la de la entrepierna- tenía como profesión la más antigua del mundo. Quiero decir que era mujer de las que hacen comercio con su cuerpo. Y buen comercio, pues venden su mercancía y se quedan con ella, cosa que ya quisieran para sí muchos comerciantes. Ambos pertenecían a la casa de doña Madelona, que regentaba el lupanar de más timbre y nota en la localidad. Esta señora fue en su tiempo una famosa daifa -la mejor, se decía, en las tres cosas-, pero empezó a engordar por causa de un desorden metabólico, con lo cual cobró dimensión de cachalote, y eso la retiró del oficio, pues quienes yogaban con ella pegaban en el techo con las nalgas. Previsora, sin embargo, había hecho sus ahorritos. Con ellos, y con préstamos que generosamente le ofrecieron algunos de sus antiguos parroquianos, puso su negocio, al cual bautizó con el nombre de «El rincón de Venus», en alusión a la diosa del amor. Ahí fueron a trabajar aquellos dos que dije, Pimp y Nela. Él la hacía de gorila, encargado de echar a la calle a los clientes que se desordenaban o exigían de las muchachas servicios heterodoxos, apartados de lo que dictan la naturaleza y la moral. Nela se dedicaba a hacer lo que mejor sabía, que era aportar su cuerpo para la práctica del in and out. Así llaman los ingleses, desde la época de Chaucer y Shakespeare, al acto de la cópula. Se especializaba -¡a qué extremos llega la especialización!- en jovencitos que apenas iban a estrenar sus ímpetus, y en señores maduros que estaban a punto de perderlos ya. Para aquéllos tenía ternuras y saberes; paciencia y comprensión para éstos. A la pareja le iba bien: Pimp medraba con lo que salía de las carteras de los ebrios a quienes expulsaba; Nela con las propinas que le daban sus agradecidos marchantes. Juntaron sus ahorros -todo lo juntaban ellos-, y decidieron independizarse, como las antiguas colonias españolas. ¡Cuán útil es a veces el conocimiento de la historia! Le dieron las gracias a doña Madelona, que lloró en la despedida como madre que ve a sus hijos irse de la casa, y fueron a poner la suya propia, en otra ciudad, para no hacerle la competencia a su benefactora. ¡Qué bonita es la gente agradecida! Al cabo de unos meses fueron a visitar a su antigua patrona con motivo del día de su cumpleaños. La señora cumplía 39. (Cada año, desde hacía ya dos décadas, volvía a cumplir la misma edad). De regalo le llevaron una pomada para aliviar la ciática y un rosario de madreperla. Doña Madelona volvió a llorar con hipidos que provocaron movimientos sísmicos en su abundantísimo tetamen. La ausencia de los dos se le había cargado mucho, dijo. Luego les preguntó cómo les iba en su negocio; si ya se habían arreglado con el municipio para poder trabajar sin estorbo de inspecciones o clausuras; si no habían recibido ya la visita de los malos. Pimp respondió que les estaba yendo muy bien, gracias a Dios; su establecimiento gozaba ya de la preferencia del público. «Es que ofrecemos higiene -declaró-, buen servicio y, sobre todo, discreción, absoluta discreción». Añadió: «Por eso nos favorecen nuestros clientes. Mire, mamasanta: a nuestra casa van el juez Fulano, el doctor Mengano y el diputado Perengano». Y dijo los nombres de los mencionados, que yo no pongo aquí por razones obvias. «Además -completó Pimp-, disponemos de una amplia gama de servicios. Si el cliente quiere mujer, le damos mujer; si quiere hombre, le damos hombre». «¡Caramba! -se admiró doña Madelona-. ¡Deben ustedes tener mucho personal!». «Oh, no -respondió Pimp-. Estamos empezando. Ahorita somos solamente mi señora y yo». FIN.

MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Historias de la creación del mundo.
El Señor hizo al cisne.
Al pavo real.
Al ave del paraíso.
Al quetzal.
Después de darles vida los miró y exclamó emocionado:
-¡Qué bellos son!
El Señor hizo al gusano.
A la cucaracha.
Al murciélago.
Al ciempiés.
Después de darles vida los miró y exclamó emocionado:
-¡Qué bellos son!
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS.
Por AFA.
«. Un viejo casó con mujer joven. Al empezar la noche de bodas le mostró la mano con los dedos abiertos.».
«¿Van a ser cinco, señor?» -preguntó ella, sorprendida.
él, con voz desfallecida: «No. Escoge uno, por favor».

Share Button