Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
Armando Fuentes
2/04/16
Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, decidieron poner un gallinero, y fueron a una granja. Le pidieron al encargado: «Nos da 100 gallinas y 100 gallos». Dijo el hombre: «Para 100 gallinas se necesitan cuando mucho diez gallos». Replicó la señorita Himenia: «Nosotras queremos 100. Sabemos bien lo triste que es vivir sin una pareja». Pomponona Grandchichier, vedette de moda, le contó a una amiga: «Un señor rico y maduro me cortejaba. Pensé que sus intenciones eran buenas, pero no: me propuso matrimonio». En una fiesta doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad, aprovechó la presencia de un médico y le preguntó: «Siento un dolor en la espalda, doctor. ¿Qué me recomienda?». «Perdone -se evadió el facultativo-. Yo soy oculista». «Oh, no -se turbó doña Panoplia-. El dolor yo lo tengo más arriba». Doña Macalota llegó a su casa y se sorprendió al ver que don Chinguetas, su marido había comprado varias docenas de artefactos de cocina: coladores, cernidores, molinos, cacerolas de distintos tamaños, recipientes diversos. Le preguntó asombrada: «¿Por qué compraste todo eso? No tienes la menor idea de lo que se necesita en una cocina». Replicó don Chinguetas: «Y tú no tienes la menor idea de lo buenota que estaba la vendedora». México es un país donde muy pocos pueden dañar a muchos. Por numerosos que sean los que han escogido el camino de la delincuencia su cifra es sumamente pequeña en relación con él número total de mexicanos. Y sin embargo esos pocos se han apoderado de vastas regiones del país y lo tienen atemorizado y abatido. Grupúsculos como el de los mal llamados maestros de la CNTE han hecho de varios estados sus rehenes, y continuamente los afectan con sus algaradas. Los habitantes de la Ciudad de México sufren todos los días molestias de todo orden porque unas cuantas docenas de manifestantes impiden, a veces durante horas, el paso por avenidas importantes. Quienes hacen esas manifestaciones, gente en apariencia débil, se equiparan a los poderosos: también ellos violan la ley impunemente. Y es que las autoridades confunden prudencia con lenidad, y libertad con abusos intolerables. Ya lo dijo el talentoso Ramón Durón, en quien encarnó el espíritu festivo del Filósofo de Güémez: «Estamos como estamos porque somos como somos». Cierto turista estaba Chihuahua, y una noche fue al cine. En la penumbra de la sala alcanzó a ver a su lado un par de piernas. «¡Y con minifalda!» -se dijo el salaz tipo. Delicadamente dejó caer la mano como un pañuelo sobre una de las rodillas. Luego, como quien no quiere la cosa, la fue subiendo hasta ponerla en el tibio muslo. Y ya se disponía a continuar el viaje cuando oyó una voz gutural que le decía: «Si hombre blanco mañoso no quitar mano, indio tarahumara romperle hocico». El paciente: «¿Estoy muy malo, doctor?». El médico: «Lo único que puedo decirle es que no empiece a ver ninguna nueva serie». Los recién casados llegaron a la suite nupcial del hotel donde iban a pasar su noche de bodas. El novio le dijo a su flamante mujercita: «Te apuesto a que no alcanzas a desvestirte antes de que yo acabe de deletrear la palabra novia «. «Y yo -respondió ella- te apuesto a que tú no te desvistes antes de que yo acabe de deletrear la palabra novio . ¡Oh! ¡Oooh! ¡Ooooooh!». Don Languidio Pitocáido empezó a sentir que tenía problemas con eso que el Código Civil designa con el nombre de «débito conyugal». Sintió miedo, pues ya se sabe que miedo es la primera vez que no puedes la segunda vez, y pánico es la segunda vez que no puedes la primera vez. Fue con un médico amigo suyo y le dio a conocer su problema. «No te preocupes -lo tranquilizó el doctor-. Eso nos sucede a todos los hombres alguna vez, incluso a los que viven en Saltillo. Te voy a da una píldora sensacional. Una sola necesitarías, pues es extraordinariamente potente». Y así diciendo le dio una píldora de regular tamaño. Aun mes después se encontraron los dos. Preguntó el médico: «¿Cómo te fue con la píldora?». «Muy mal -contestó don Languidio-. Al tomármela se me atoró en la garganta, y es fecha que no puedo doblar el cuello».FIN
MIRADOR
En ese suspiro en tres actos que es «Doña Rosita la Soltera» habló García Lorca del lenguaje de las flores, idioma secreto conocido nada más por los enamorados.
Yo ya no supe de esa forma de comunicación que mis tías mayores recordaban todavía: el mensaje oculto en un clavel blanco, o uno rojo; la significación de esa camelia entregada por una novia a su galán. Pero aún hoy las flores me hablan y me dicen cosas.
Estos geranios con olor de clavo me cuentan de mi abuela materna, mamá Lata, la de enaguas talares y rezos que nada más la muerte interrumpió. Esas violetas escondidas me traen el recuerdo de mi madre cuando evocaba su solar nativo, la Villa de General Cepeda, cuyo jardín se ornaba con violetas que hacían sentir su aroma -decían los lugareños- desde una legua antes de llegar al pueblo.
Las flores hablan, sí. Montaña o flor, todas las cosas de la Naturaleza hablan acerca de la vida. Debemos escucharlas.
¡Hasta mañana!…