Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
Armando Fuentes
7/03/16
Mere y Triz, sobrinas de don Poseidón, dejaron su casa en el pueblo y fueron a la ciudad en busca de un mejor futuro. Su pasado les ayudó, seguramente, pues cuando meses después el tío fue a la capital y se topó con ellas en la calle ambas vestían ropa de marca y lucían joyas rutilantes. Les dijo don Poseidón con tono intencionado: «¡Qué bien vestidas van, sobrinas!». Respondió una de ellas, amoscada: «Porque podemos, tío». Prosiguió el viejo: «¡Y esas joyas!». «Porque podemos» -repitió con molestia la otra. «Díganme -preguntó entonces don Poseidón-. ¿Qué en la ciudad la jota se pronuncia como pe?». Contrita, atribulada, arrepentida, Dulciflor le anunció a sus padres: «Perdí mi doncellez». El señor le dijo: «¿Buscaste abajo de la cama?». Babalucas conoció en la fiesta a una linda chica y entabló conversación con ella: «¿De dónde eres?». Respondió la muchacha: «De Haití». «¡Ah! -exclamó alegremente el badulaque-. ¡Aloha!». Pepito le dijo a su primito: «¿Quieres oír a la abuela aullar como lobo?». «Sí» -se interesó el pequeño. Fue Pepito con la señora y le preguntó: «Abue: ¿cuándo fue la última vez que el abuelo te hizo el amor?». Contestó la abuelita: «¡Uuuuuuu!». El que cae en la desesperanza caerá luego en la desesperación. Lejos de mí la temeraria idea de pedir que esa frase sea inscrita en bronce eterno o mármol duradero, y ni siquiera en plastilina verde. Es más: no me atrevería a usarla en un concurso de oratoria: «El que cae en la desesperanza caerá luego en la desesperación… Honorables miembros del jurado. Juventud de mi patria. Damas y caballeros, si lo sois.», etcétera. Creo, sin embargo, que la frase es aplicable a los pueblos que, abatidos por el desánimo, el escepticismo, la frustración y la incredulidad (se citan por estricto orden alfabético) buscan el remedio a sus problemas en un gobierno caudillista, demagógico, mesiánico y populista (se citan por estricto orden alfabético). Ciertamente la corrupción e ineficiencia de sus gobernantes hacen que los ciudadanos caigan en la desesperanza. Es peligroso, sin embargo, que lleguen a la desesperación. Los países de América Latina que han elegido gobiernos populistas los han visto fracasar uno tras otro en medio de la inflación, la escasez de los artículos necesarios para la vida diaria, el desorden social y la represión política. Aun en medio de la desesperanza -no de la desesperación- yo abrigo la esperanza de que México no caerá en el trágico error en que cayeron Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela (se citan por estricto orden alfabético). Don Chinguetas vio la película «The revenant», y de ahí le surgió la idea de tener como mascota un oso. A doña Macalota, su consorte, no le entusiasmó esa posibilidad. Le habría gustado mejor tener a Leonardo DiCaprio. Le preguntó a su marido: «¿Dónde pondremos al oso?». «En nuestro cuarto -contestó el señor-. Dormirá en la misma cama con nosotros». Opuso ella: «Pero ¿y el olor?». «Se acostumbrará -replicó don Chinguetas-. Yo me acostumbré». El Cinatit, barco de pasajeros, chocó contra un imprudente iceberg y se iba a hundir en cuestión de minutos. El capitán del crucero habló por el altavoz: «Los clientes que viajan en el sistema de Viaje ahora y pague después suban a los botes salvavidas. Los que ya pagaron el viaje pueden permanecer en sus camarotes». ¿Qué es peor que lápiz labial en el cuello de tu camisa? Crema para las piernas en tus mejillas. Dos marcianos entraron en un salón de boliche. Con su pistola de rayos gama uno de ellos empezó a aniquilar a los que estaban ahí. El otro se puso a dispararles a las bolas (de boliche, quiero decir). Le preguntó extrañado su compañero: «¿Qué haces?». Respondió el marciano: «Estoy acabando con los huevos». Simpliciano, joven sin ciencia de la vida, estaba en su departamento con Pirulina, muchacha sabidora. Le preguntó de pronto: «¿Tienes ganas de lo mismo que yo?». Respondió ella con pasión: «¡Sí, mi amor!». Entonces Simpliciano fue al teléfono y ordenó una pizza. La madre superiora le sugirió a Sor Bette: «Hermana, cuando le pregunten qué es falso testimonio no diga que es eso que se les levanta a los hombres «. FIN.
MIRADOR
Ulises sabía que el canto de las sirenas era peligroso.
Su barco iba a pasar por donde ellas cantaban su canción. Tapó entonces con cera los oídos de sus marineros, y se hizo atar con fuertes sogas al mástil del navío.
Pudo entonces escuchar el canto de las sirenas. Impedido de todo movimiento, sin embargo, no cayó en la tentación de hacer lo que ellas le pedían en su canción.
Cuando la nave se alejó del peligroso paso los nautas desataron a Ulises y le preguntaron:
-¿Cómo es el canto de las sirenas?
Respondió él:
-Es el más peligroso de todos los que se pueden escuchar.
Quisieron saber los marinos:
-¿Qué dice esa canción?
Contestó Ulises:
-Dice: «No hagas nada. Las cosas no se pueden cambiar».
¡Hasta mañana!…