De política y cosas peores

Armando Fuentes

4/03/16

Don Algón, salaz ejecutivo, invitó a Rosibel, su linda secretaria, a pasar un fin de semana con él en su bungalow de playa. Le prometió: «La vamos a pasar muy bien». «Iré con mucho gusto -aceptó la curvilínea joven-, y llevaré a mi novio». «¿Tu novio? -se atufó el senescente galán-. ¿Para qué llevas a tu novio?». Contestó Rosibel: «La esposa de usted también tiene derecho a pasarla bien». Afrodisio le dijo a Dulcilí: «¿Jugamos a vivos y muertos?». Ella, inquieta, preguntó: «¿Cómo se juega eso?». Explicó el verraco: «Tú te haces la muerta, y yo me paso de vivo». El teniente Columbino, famoso detective, llegó a la escena del crimen. Un hombre yacía sin vida en la tina de baño llena de leche y hojuelas de maíz. Sólo un vistazo necesitó el sabueso para dar con la clave del delito. «No cabe duda -dijo-. Estamos en presencia de un asesino cereal». (Caón, un chiste más como ése y mis cuatro lectores quedarán reducidos a dos). A estas alturas -o bajuras- hasta el más necio de los necios debería saber ya que el combate contra las drogas es imposible de ganar. El narcotráfico, si me es permitida una analogía inédita, es como la mitológica hidra de siete cabezas, cada una de las cuales renacía cuando se la cortaban. Hércules, a quien sus amigos le hacían bullying porque su mamá lo llamaba con el diminutivo, le cortó al monstruo (quiero decir a la hidra) todas las cabezas a la vez, con lo cual evitó que siguiera jodiendo a los humanos. Este tal Hércules, dicho sea entre paréntesis, es el antecedente helénico de la muchacha danesa, quizá el primer travesti que aparece mencionado en la literatura fantástica. El héroe, ya se sabe, tenía una fuerza descomunal. Cuando era bebé ahogó en la cuna entre sus hercúleos brazos a dos serpientes giganteas, y una noche que Juno, la madre superiora de los dioses, lo estaba amamantando le dio en la teta un apretón tan fuerte que el chorro de leche llegó al cielo. Así nació la Vía Láctea. Hércules, ya adulto, se enamoró de Onfalia, reina de Lidia, y de tal manera se le rindió que la aviesa fémina hizo de él un mequetrefe del cual se burlaba a la vista de todos. Llegó al extremo de hacer que se vistiera de mujer y desempeñara en la casa tareas mujeriles. ¡Pobre Hércules! No es lo mismo caer en los brazos de una mujer que caer en sus manos. Pero advierto que he perdido el hilo de mi lucubración. Regreso a ella. Lo mejor para acabar con el tráfico de drogas es hacer que su comercio sea legal. Evitar su consumo es imposible; antes bien aumenta cada día. Quitarles a los narcotraficantes el mercado es destruirlos y terminar con las violencias y las muertes que derivan de su actividad. Si las naciones del mundo echan en saco roto mi recomendación avísenme por favor para ir a recogerla. Dos jóvenes marinos caminaban por el muelle cuando una dama de la noche los llamó desde una ventana y les dijo: «¡Hey, chicos! ¡Vengan y les daré algo que nunca han tenido!». Uno de los marineros le preguntó al otro: «¿Qué crees que nos dará? ¿Chikungunya?». El buen Dios inventó el vino y los licores para que también los feítos y las feítas tengamos oportunidad de hacer el amor. El misionero que iba por la selva sonrió al ver un cachorro de león, y más se divirtió cuando el leoncito empezó a juguetear con él traviesamente. La sonrisa se le borró cuando apareció la leona y le dijo a su retoño: «¿Cuántas veces te he dicho, Junior, que no juegues con la comida?».¿Por qué los hombres se vuelven más inteligentes cuando hacen el amor? Porque están conectados a una mujer. El famoso actor Garricko de Mendoza llegó a la ciudad a representar la alta comedia titulada «Cobardías», de Manuel Linares Rivas. Don Sinople, amigo de juventud del gran artista, lo invitó a cenar en su casa. Como él no iba a estar a la llegada del invitado le advirtió a doña Panoplia, su esposa: «Ten mucho cuidado con Garricko. Su labia es tal que llega a hacer que las mujeres le rueguen que las tome». Cuando llegó don Sinople a su casa saludó efusivamente al actor, que fumaba con languidez en la chaise longue de la sala un cigarrillo egipcio. Luego llamó aparte a su mujer y le preguntó en voz baja: «¿Cómo te fue con Garricko?». Respondió con orgullo la señora: «Yo no tuve que rogarle». FIN.

MIRADOR

Gritó el pastor:
-¡Que viene el lobo!
Los demás pastores habían leído ya la fábula del pastor mentiroso, de modo que no le hicieron caso.
Este pastor, sin embargo, no era mentiroso. Decía la verdad. Vino el lobo e hizo matanza en las ovejas.
Y sucedió entonces algo extraño: los pastores, en vez de indignarse con el fabulista, se irritaron contra el pastor que había gritado. Le reclamaron con enojo:
-¿Por qué no mentiste? Si hubieras sido como el pastor de la fábula no habría venido el lobo. Por tu culpa perdimos las ovejas.
El pastor tuvo que hacerse mentiroso para no ser expulsado del grupo.
No sé si el cuento que acabo de narrar tenga moraleja. Si alguna se me ocurre es ésta: decir la verdad es peligroso.
¡Hasta mañana!…

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