Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
Armando Fuentes
3/03/16
Don Remisio llevaba ya media hora haciéndole el amor a su mujer. Le preguntó la señora: «¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tardando tanto?». «Perdóname -se disculpó él-. Es que no puedo pensar en nadie». Un encuestador entrevistó a Afrodisio: «¿Practica usted el sexo seguro?». «Desde luego -contestó el salaz sujeto-. Ninguna de mis amigas vive a menos de 10 kilómetros de mi casa». Comentó un tipo: «Cuando éramos niños mi hermana jugaba con muñecas y yo con soldados. Ahora la cosa es al revés». Don Cornulio le contó, preocupado, a un amigo: «Pienso que mi esposa ha empezado a fumar. El otro día llegué a mi casa más temprano que de costumbre, y en el buró de su cama vi una pipa». Augurio Malsinado se quejó: «Tengo muy mala suerte en el renglón del sexo. Una prostituta me dijo: Esta noche no. Me duele la cabeza «. Dulciflor se fue a confesar con el padre Arsilio: «Me acuso, señor cura, de que le toqué a mi novio la pipí». Preguntó el sacerdote: «¿Cuántos años tienes?». Respondió ella: «25». Le indicó el confesor: «Entonces ya estás en edad de decir la polla «. Me pregunto si el diablo anda suelto. No de otra manera se explica el avance arrasador de Trump en la carrera por la nominación republicana, y su inminente candidatura, que se antoja casi inevitable, a la presidencia de los Estados Unidos. Me inquieta la idea de que en ese hombre encarna el ser de su país; de que bajo una leve capa de barniz progresista laten aún antiguos males como el la xenofobia y ese racismo que, dígase lo que se diga, sigue vivo en la sociedad americana, como se puso de manifiesto en la reciente ceremonia de los Óscares. ¿No será que Trump representa lo que en secreto piensa y siente el típico wasp estadounidense, blanco, anglosajón y protestante, y que no confiesa abiertamente por razones de corrección política? Dicho de otra manera: Trump ¿no es el Estados Unidos profundo, el de la supremacía blanca, el del nacionalismo insular; el del nativismo, el antisemitismo y el anticatolicismo; el de la xenofobia enemiga de la inmigración y de todo lo extranjero; el de la NRA y el neofascismo excluyente; el de aquellos que por razón del tiempo no pueden ya linchar pero sí levantar muros? Hay quienes tachan de tibio a Peña Nieto por no protestar oficialmente contra Trump por sus estúpidas declaraciones en relación con México y con los mexicanos. Yo digo que tal protesta, lejos de perjudicar a ese individuo, lo beneficiaría y daría mayor impulso a su campaña, igual que favorecieron a Trump las palabras de reprobación del Papa, por venir del Pontífice romano, del jefe de un estado extranjero que a los ojos de los rednecks se inmiscuía indebidamente en los asuntos de the land of the free and the home of the brave. Estados Unidos es un gran país. Estados Unidos es un terrible país. Las dos aseveraciones son verdad. Trump no pertenece a la nación de Lincoln, sino a la de Theodore Roosevelt, el matador de osos y búfalos (y de españoles). Es «the ugly american» de las películas y de la realidad, caricatura de John Wayne con peluquín. Me pregunto si precisamente por eso obtendrá la nominación republicana y después la presidencia. Y otra pregunta me hago: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?… Viene a continuación un cuento propio de lenguaces. Las personas que no gusten de esa clase de cuentos deben abstenerse de leerlo. Se iba a casar Eglogio, silvestre joven sin ciencia de la vida. Su padre, don Poseidón, le dijo que antes de contraer matrimonio debía cerciorarse de si su futura esposa era casta y honesta, y comprobar que jamás hubiera estado con otro hombre. Preguntó Eglogio: «¿Cómo puedo saber eso?». «Para saberlo -respondió el viejo-, consíguete un pomo de pintura amarilla, otro de pintura verde, un pincel y una pala». Se sorprendió el muchacho al escuchar aquello. Inquirió: «¿Para qué todo eso?». Replicó don Poseidón: «Píntate un testículo de verde, y de amarillo el otro. Luego lleva a tu novia a un lugar apartado y desvístete. Si ella te pregunta, intrigada: ¿Por qué tienes los éstos de colores? , eso querrá decir que ya ha visto a otros hombres. Entonces dale con la pala en la cabeza». FIN.
MIRADOR
¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez que íbamos atravesando la labor de abajo y una bandada de codornices se levantó de súbito a tus pies con aleteo ruidoso?
Te asustaste -eras muy joven todavía- y fuiste hacia mí como buscando protección. Yo te tranquilicé. Te dije que de seguro los pajarillos se habían asustado más que tú. De cualquier modo siempre que volvíamos a pasar por ahí ibas alerta, en actitud de esperar un nuevo susto.
A mí eso me daba risa, hasta el día en que las codornices se levantaron a mis pies. Entonces fui yo el que se asustó, y tú el que viniste a tranquilizarme.
La vida está llena de sobresaltos, Terry. Los más de ellos son inofensivos, como las codornices. Debemos aprender a no asustarnos; a ir con paso tranquilo por el mundo. Si vamos temerosos, cuidándonos de todo, no disfrutaremos la vida.
No sé qué campos atraviesas ahora, perro amigo, pero deseo que vayas en paz y que tu caminar sea tranquilo. Deséame tú lo mismo Terry, hasta que podamos ir juntos otra vez.
¡Hasta mañana!…