Armando Fuentes
4/01/16
Pepito logró que Rosilita, su pequeña vecina, aceptara ir con él atrás de la casa, donde nadie los podía ver. Con sonrisa coqueta dijo la niña: «Ya sé: quieres que juguemos a ser marido y mujer». «¡Ah no! -respondió prontamente Pepito-. ¡Si jugamos a eso entonces ya no vamos a hacer cositas!». Un amigo le preguntó al hermano de Himenia Camafría, madura señorita soltera: «¿Qué hiciste en los días de Navidad?». Respondió él: «Llevé a mi hermana a todas las tiendas donde había un Santa Claus recibiendo las peticiones de los niños». El amigo se sorprendió: «¡Pero si tu hermana tiene 50 años!». «Ya lo sé -contestó el otro-. Pero es capaz de cualquier cosa con tal de sentársele en las piernas a un hombre». Doña Pasita le preguntó a su nieta: «¿Qué tal tu nuevo novio, Dulcilí?». «Es muy lindo -respondió ella-. Cuando estamos juntos me baja el sol, la luna y las estrellas». La abuelita se alarmó. Preguntó inquieta: «¿Y nada más eso te baja?». El club de nudistas celebró su fiesta de fin de año. En el transcurso del baile las cosas se pusieron muy agitadas. Luego llegó la hora de la cena, y el presidente de la agrupación se puso en pie para brindar. Lleno de emoción dijo a los socios: «Al dirigirme a ustedes experimento una extraña sensación». Su esposa le informó en voz baja: «Es que tienes metidas tus cosas en el bol del ponche». Don Poseidón, granjero acomodado, se dedicaba a vender maíz. Su hijo Romanito lo ayudaba pesando la mercancía. Una tarde el padre Arsilio, cura del lugar, fue a visitarlos. Le dijo a don Poseidón: «Voy a impartir un curso de moral. ¿No te gustaría que Romanito lo tomara?». «Me gustaría mucho, padre -contestó el viejo-. Pero si el muchacho toma un curso de moral, ¿luego quién pesará el maíz que vendemos?». En el zoológico había una jaula en donde estaban juntos un león y un cordero. Frente a la jaula había un letrero que decía: «He aquí un bello ejemplo de coexistencia pacífica. ¡Aprendan esta lección las naciones de la Tierra!». Una visitante le dijo, conmovida, al director del parque: «¡Qué hermosa visión la del cordero y el león juntos! ¿Cómo lograron ustedes hacer esto?». Le informó el hombre: «Todos los días ponemos un cordero nuevo». El doctor Ken Hosanna tuvo el enésimo pleito con su esposa. Al salir de la casa dio un portazo y le dijo a la mujer: «¡Y además quiero que sepas que eres pésima en la cama!». Cuando en altas horas de la noche regresó el médico encontró a la mujer en el lecho conyugal entrepernada con un colega suyo. Le preguntó hecho una furia: «¿Qué es esto, Meretricia?». Explicó la señora: «Quise buscar una segunda opinión». Este día la esposa y los hijos de mi amigo lo van a festejar con un pastel. El pastel tendrá una velita que mi amigo apagará entre los aplausos de su familia. Y es que en esta fecha cumple un año sin fumar. Hoy hace justamente 12 meses prometió -y se prometió-que dejaría el cigarro. Cumplió su promesa, y es fecha que no ha vuelto a fumar. «Me costó menos trabajo del que pensé -asegura-, y aunque esté en presencia de fumadores no siento la tentación de regresar al vicio». Dice que ahora las cosas le saben mejor. Desapareció aquella molesta tos que a veces lo asediaba; no se fatiga al caminar, como antes, y se siente muy bien. Declara con orgullo: «Ya no me estoy matando: estoy viviendo». Mi amigo tiene bien aguzado el instinto de conservación, y quiere a su familia. Le deseo que cumpla un año más de nueva vida. Gañano, alto y robusto mocetón del campo, contrajo matrimonio con una turista extranjera que se prendó a primera vista del fornido labriego. Cuando volvieron de la luna de miel alguien le preguntó a Gañano cómo le había ido. Respondió él muy intrigado: «Gwendolyn es muy rara. Cuando me vio por primera vez sin ropa, ladró». «¿Cómo que ladró?» -se sorprendió alguien. «Sí, -respondió el grandulón-. Hizo: ¡Wow! «. El padre de familia estaba deprimido. «¡Caramba! -exclamó con tristeza-. ¡Cuán pronto se van los días felices! Vino la Navidad, vino el Año Nuevo, y ya todo pasó». «No te preocupes, papi -trató de consolarlo Dulciflor, su hija soltera-. Ahora va a venir la cigüeña». FIN.
MIRADOR
Margo, mi amiga intelectual, se rió de mí cuando le dije que acostumbro rezar el rosario la Nochebuena, y que cada primer día de mes recito la oración de la Divina Providencia.
Como me conoce bien exclamó divertida:
-¡Tú rezando!
Margo cuida ella sola a su papá, anciano señor que ya casi no ve ni oye. Lo baña, lo viste, le lee el periódico y un libro, le da de comer en la boca y lo saca a tomar el sol en el jardín. También aguanta sin quejarse el mal genio del viejo, y sus regaños.
-A veces -me dice-, pierdo la paciencia y me enojo. Pero luego me pregunto: «¿Y contra quién estoy luchando?». Entonces vuelvo a la tarea. Cuidaré a mi papá hasta el último día de su vida.
Mariana, mi amiga intelectual, dice que no acostumbra rezar. Se burla de mí porque rezo. Y se molesta cuando le digo que, aunque no lo sabe, ella reza más y mejor que yo.
¡Hasta mañana!…