Armando Fuentes
03/01/2016
MÉXICO, DF 2-Ene .- Silly Konn, vedette de moda, tenía mucha pechonalidad. Quiero decir que era dueña de abundosas preponderancias delanteras, tan grandes que semejaban la enhiesta proa del Missouri, famoso portaviones de la armada norteamericana. El busto de la cantatriz era tan opimo, tan magnificente, tan ubérrimo, que la mujer usaba brassiére copa A. Ah jijo. Cierto día fue a un restorán italiano y pidió una pizza de tamaño grande. Transcurrió un buen rato, y Silly llamó al mesero. Le dijo con molestia: «Hace media hora pedí una pizza, y no me la ha traído». Respondió muy cortés el camarero: «Si la señora se retira un poco de la mesa la encontrará ahí abajo». Babalucas decidió meterse a ladrón. Junto con otro caco más avezado entró cierta noche en una relojería. Los dos rateros empezaron a embolsarse relojes. El experto le preguntó a Babalucas: «¿Qué haces en ese mostrador? Acá están los relojes más finos y más caros». «Sí -reconoció Babalucas-. Pero éstos están en oferta».Doña Madana, señora bastante entrada en carnes, le dijo a su marido: «En el clóset encontré una falda que no uso desde hace un año. Me la voy a poner». Preguntó con tono escéptico el señor: «¿Crees que aún te quede?». Respondió ella: «Eso es lo que quiero averiguar». Poco después anunció doña Madana desde la otra habitación: «Ya me puse la falda». Inquirió el esposo: «¿Te quedó?». Contestó la mujer: «Un poco apretada. Ahora voy a ver qué me pongo en la otra pierna». En la cena de Año Nuevo la anfitriona le pidió a uno de los invitados, locutor de radio, que dijera la acción de gracias. El hombre inclinó la cabeza y dijo con voz reverente, aunque engolada: «Esta riquísima cena, señoras y señores, llega a ustedes por cortesía de nuestro gentil patrocinador, Dios Todopoderoso, cuya Divina Providencia agradecemos en todo lo que vale. Esperamos que la cena sea de su agrado. ¡Que la disfruten son los deseos de su amigo y servidor Lorencio Parlo!». El arquitecto le mostró a doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, la elegante mansión que le había construido por encargo de su esposo, don Sinople. Al pasar por el jardín preguntó ella: «¿Qué es esto?». Respondió el arquitecto: «Es un reloj de sol. La aguja proyecta su sombra sobre las líneas en la piedra, y así señala la hora». «¡Caramba! -se asombró doña Panoplia-. ¡Lo que están inventando los gringos!». En el curso de las maniobras de la flota el capitán de uno de los barcos cometió cierto error grave. El almirante le envió un airado mensaje. Frente a sus oficiales el capitán le pidió al encargado de comunicaciones: «Léamelo». El joven marino vaciló, pues conocía ya el texto del mensaje. Repitió el capitán: «Le digo que me lea lo que me dice el almirante». El muchacho se vio constreñido a obedecer, y leyó: «Es usted un idiota, un imbécil, un estúpido; el pendejo más grande de la armada». El capitán, sin turbarse, le dijo al marinero: «El mensaje viene en clave. Déselo al encargado de los códigos para que lo descifre». Doña Gordoloba, robusta mujer, relató: «Fui embestida por atrás por un auto compacto. Tuve que ir con el proctólogo a que me lo sacara». El director de cine le dio instrucciones a Gino Baquílides, el popular actor : «En la próxima escena la dueña de la casa te ofrece un whisky, y tú lo rechazas». «¿Lo rechazo? -se preocupó Baquílides-. Señor director: para esta escena tendrá usted que llamar a mi doble»… Dos vagabundos llegaron a una casa y le pidieron a la señora algo de comer. Les dijo ella: «¿Ven esa alfombra que tengo colgada en el jardín? Sacúdanle el polvo con estos bates de beisbol. Cuando terminen les daré una buena comida». Los hombres se pusieron a trabajar. Un rato después la señora se asomó por la ventana y vio que uno de los vagabundos estaba echando maromas en el aire. El hombre pegaba grandes saltos y se doblaba en contorsiones hacia adelante y hacia atrás. «¡Caramba! -le dijo con asombro la señora al otro vagabundo-. Su amigo debería pedir trabajo en un circo. No sabía yo que es acróbata, contorsionista y maromero» Respondió el individuo: «Tampoco yo lo sabía hasta que sin querer le pegué con el bate en los éstos». FIN.
MIRADOR
Historias de la creación del mundo.
Adán estaba solo en el Paraíso Terrenal. Así, le pidió a Dios una compañera. Dios sabe bien lo que es la soledad, de modo que sumió al hombre en un profundo sueño, le extrajo una costilla y con ella hizo a la mujer.
Ni Dios ni el hombre supieron lo que habían hecho. Eva sí lo sabía. Sabía lo que ni el hombre ni el Creador podían saber: que los paraísos suelen ser muy aburridos. Entonces la mujer tentó a la serpiente para que la tentara a ella.
La serpiente cayó en la tentación, y tentó a Eva.
La mujer, deliberadamente, cayó en la tentación.
Dios la castigó -o creyó que la estaba castigando-, y con ella castigó también al hombre. Los hizo salir del Paraíso.
Eso es precisamente lo que quería Eva.
Desde entonces vivimos en este mundo. En este mundo que, con Eva, es un verdadero paraíso.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«. Un ebrio le pidió a su esposa que le abriera la puerta de la casa. Le dijo que la iba a coger como a las lagartijas .».
Palabras tan inspiradas
la lograron convencer.
Abrió entonces la mujer.
¡y él la cogió a pedradas!