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De política y cosas peores
26/12/2018 – Cinicio iba a casar con Mesalinia, muchacha cuyo pasado todo el pueblo tenía muy presente. A pesar de su corta edad -no pasaba de los 21 años- había tenido dimes y diretes con todos los hombres de su calle, que era la más larga del pueblo (35 cuadras). Días antes del desposorio Cinicio le dijo a su prometida, que era de familia acomodada: «El regalo de más valor que una novia puede hacer la noche de sus bodas al hombre que le dio mano de esposo es la gala impoluta de su virginidad. En tu caso voy a hacer una excepción: diles a tus papás que me conformo con un coche del año». Babalucas adquirió en una librería de viejo una enciclopedia de 10 tomos a la cual le faltaban cuatro. Su esposa lo reprendió: «¿Para qué la compraste? La obra está incompleta». Repuso el tontiloco: «No necesito saberlo todo». Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra y se dirigió a su estudio a fin de leer el London Times. Al pasar frente a su alcoba oyó ruidos extraños, como de pujos y jadeos. Abrió la puerta, y lo que vio lo puso en trance de iracundia. He aquí que su esposa, lady Loosebloomers, estaba yogando con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de faisanes. «Bloody be! -exclamó dirigiéndose al gañán-. ¿Para esto te pago, miserable?». «No, milord -respondió muy cortés el mozalbete-. Si usted mira el reloj advertirá que pasan ya de las 5 de la tarde. Esto lo hago en mi tiempo libre». Sigue ahora una reflexión política. Un francés buscó y obtuvo la ciudadanía inglesa. Cierto paisano suyo le preguntó qué beneficios había obtenido con ese cambio de nacionalidad. «Bueno -respondió el flamante súbdito de Su Majestad Británica-. Por principio de cuentas acabo de ganar la batalla de Waterloo». Otro cuentecillo. Una viejecita vivía en su cabaña en un bosque del Canadá lindante con la frontera de Estados Unidos. Cierto día el jefe de un equipo binacional de agrimensores llamó a su puerta y le informó: «Señora: hemos hecho una nueva medición de los límites entre los dos países. Su cabaña no está ahora en territorio canadiense, sino norteamericano». «¡Bendito sea el Señor! -alzó los brazos al cielo la ancianita-. ¡Ya no aguantaba los fríos de Canadá!». Las dos historietas que he narrado ilustran el hecho de que hay cambios que no cambian nada. Eso se ve, por ejemplo, cuando durante años se ha dicho que se castigará la corrupción, y luego se perdonan y olvidan todas las corrupciones. Dulcibel, linda muchacha, llegó en altas horas de la noche al departamento que compartía con su amiga Susiflor. Venía de la cita con su nuevo novio. Mohína y enojada le dijo a su compañera: «Leovigildo me invitó al estreno de su convertible. Resultó ser un sofá que se convierte en cama». El día último de este mes contaré el chiste más pelado del año. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!… Don Algón, ejecutivo de empresa, se enteró de que uno de sus mejores clientes había pasado a mejor vida. Le pidió a su gerente que fuera a presentar sus condolencias a la viuda, y le dio la dirección: Encino 42 oriente. El enviado se equivocó y fue a Encino 42 poniente. Llamó a la puerta de la casa, que resultó ser una de citas. La dueña del establecimiento, toda de negro hasta los pies vestida, lo hizo pasar, y sin decir palabra le señaló la puerta de una habitación. Ahí fue recibido por una de las sexoservidoras que ahí servían, la cual lo desvistió igualmente en silencio y luego procedió a cumplir con él su antiguo oficio. Terminado el acto el hombre se volvió a vestir, salió de la habitación y le dijo a la madama: «Me despido de usted, señora. Espero volver a saludarla en circunstancias menos penosas». FIN.