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De política y cosas peores
11/12/2018 – Estos eran tres hermanos -dos hermanos y una hermana- que fueron geniales dentro y fuera de la escena. Hablo de «los fabulosos Barrymore», como se les conoció en su tiempo. Ethel, Lionel y John. Los tres brillaron como estrellas no sólo en el teatro, el cine y la televisión, sino también en el arte -más difícil- de la vida. El mayor, Lionel, fue, además de actor extraordinario a la altura de lios mejores que le antecedieron, un destacado pintor y un compositor de genio: a la muerte de su hermano John escribió un oratorio, «In memoriam», que estrenó la Sinfónica de Filadelfia en 1942, y una sinfonía que sorprendió a los críticos por su acabada técnica, su belleza y su originalidad. Casi paralítico a consecuencia de una larga enfermedad Lionel siguió actuando en su silla de ruedas. Así lo recordamos en «It s a wonderful life» (1946), con James Stewart, quizá la película de Navidad más famosa en la historia del cine, y ya es tradición de muchos norteamericanos verla en familia cada año. En español esa película se llama, si no recuerdo mal, «Qué bello es vivir». La gente le aplicó a John Barrymore el mote de «El perfil» por la perfección y armonía de su rostro. Pero no solamente una bella cara le dio Naturaleza: aparte de eso lo dotó generosamente con otras ocultas cualidades y medidas que sólo sus cuatro esposas y sus docenas de cercanísimas amigas conocieron. Éstas últimas se encargaron de propalar tales secretos encantos, pero a Barrymore le molestaba esa popularidad. Decía con sincero enojo: «No quiero ser conocido por algo en que muchos hombres me igualan y cualquier burro me supera». Ya imaginarán mis cuatro lectores qué enorme cualidad era ésa. Desde muy joven John fue irrefrenable bebedor, lo cual finalmente le causó muy graves daños. Perdió casi por completo la facultad de la memoria: en sus últimas filmaciones había que presentarle sus líneas escritas con grandes letras en un enorme rollo de papel que un empleado del estudio iba desenvolviendo. Nadie olvidaba, sin embargo, su grandeza: es el mejor Hamlet que ha aparecido en la pantalla -superior, dicen los críticos, a Sir Laurence Olivier-, y su representación de Ricardo III no ha sido hasta ahora superada. La hermana, Ethel, fue popular por su sentido del humor, su gran biblioteca y su afición al beisbol. Sobrevivió a sus dos hermanos, y durante muchos años ostentó el indiscutido título de «Primera dama de la escena americana». En los libros de memorias escritos por John y Ethel hay frases que dan idea del ingenio, sentido común y sabiduría de la vida de estos grandes artistas que no sólo supieron actuar, sino también vivir. Hago una breve antología de ellas. De «Nosotros los Barrymore», obra escrita con John con sus recuerdos familiares: «Los buenos mueren jóvenes porque oportunamente se dan cuenta de que la vida no se disfruta mucho cuando eres bueno». «Sexo: de todas las cosas de la vida es la que produce el placer más corto y las dificultades más largas». De las «Memorias» de Ethel: «Para triunfar como actriz debes tener la belleza de Afrodita, la sabiduría de Atenea, la gracia de Terpsícore y la piel de rinoceronte». «Has llegado a la madurez cuando aprendes a reír de ti mismo». «Si la vida te hace caer de rodillas -y tarde o temprano te hará caer- levántate y continúa el camino. Si otra vez te hace caer de rodillas -y otra vez te hará caer- entonces reza. ¿Acaso estar de rodillas no es la mejor posición para rezar?». Momentos antes de morir Ethel Barrymore dijo las que fueron sus últimas palabras: «¿Son ustedes felices? Quiero que todos sean felices. Yo sé que en estos momentos soy feliz». FIN.