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De política y cosas peores
28/11/2018 – El borrego se bajó por fin de la borreguita. Preguntó ella tímidamente: «Esto que acabamos de hacer ¿significa que ya no podré dar lana virgen?». Babalucas era el telonero del teatro. El joven concertista que iba a dar su recital le dijo con orgullo: «El violín en el que voy a tocar tiene 300 años de antigüedad». Le contestó el badulaque: «Tú échale, bato. Nadie se dará cuenta». El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que no lo cometan con más de dos personas a la vez) predicó el sermón dominical y dijo con voz altitonante: «¡Escucha, pecador! ¡Óyeme, tú que estás entregado a la embriaguez, a la pereza, a la gula, a la fornicación!». Se oyó la voz de un niño: «Te habla, papi».Seré sincero: creo en la sinceridad de López Obrador. Creo que quiere el bien de este país (¿quién no lo quiere?). Creo que no es corrupto y que no perdonará actos de corrupción en su sexenio (ya perdonó todos los que hubo en éste). Creo que verá por los pobres de México (ellos le dieron el triunfo en la elección). También creo, sin embargo, que está actuando en forma atrabancada, muy deprisa, sin la cordura y tiento que deben acompañar a los actos de quien manda. Se diría que sus ansias de estrenar el poder que tan dificultosamente consiguió, su visible obsesión por demostrar quién manda aquí, la excesiva confianza -por no decir soberbia- que le dan los 30 millones de votos que obtuvo en la elección lo están llevando a actuar precipitadamente, desatentadamente, y aun arbitrariamente. Eso ha hecho ya daño a México por la inquietud e incertidumbre que sus acciones han provocado tanto en el interior del país como en el extranjero. Las señales económicas así lo muestran. No tengo dudas, repito, acerca de las buenas intenciones de AMLO, pero pienso que el bien que quiere hacer debe hacerlo con prudencia. Uno de los milagros de Jesús fue el de la pesca milagrosa. Simón Pedro y sus compañeros no habían pescado nada en toda la noche. Llegó el nazareno cuando amanecía y les pidió algo de comer. Ellos no tenían qué ofrecerle. Jesús les dijo que echaran otra vez las redes. Lo hicieron, y luego no las podían sacar por la gran cantidad de peces que en ellas recogieron. Pues bien: esa abundancia hizo que el precio del pescado se desplomara en el mercado local, cosa que perjudicó a los otros pescadores. Esto que digo no lo consigna la Escritura, pero se sabe de muy buena fuente. En aquel tiempo no había economistas -he ahí una muestra más de la bondad divina-, pero si los hubiera habido seguramente habrían culpado a la pesca milagrosa de aquel fenómeno económico. En el caso que nos ocupa, el del temor en los mercados por la conducta de López Obrador, se puede decir que si bien el dinero es muy cabrón -perdón por ese tecnicismo- también es muy cobarde, y al menor signo de peligro escapa si está aquí o deja de venir si está allá. Por eso debe AMLO cuidar sus palabras, y hacer que las cuiden sus allegados. ¿Pedir eso es pedir un milagro?… El técnico en rayos equis se casó con una de las pacientes. Comentó la enfermera: «No sé qué le vería». Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Cierto amigo suyo le dijo: «Estoy muy triste. El médico le dio un año de vida a la madre de mi esposa». «No te entristezcas -lo consoló el majadero-. Un año se pasa volando». Nos hallamos en Londres. El marido le dijo a su mujer, que se hallaba desnuda en la cama, y muy nerviosa: «Está bien, Gwendolyn: admitamos que esta falda escocesa es tuya. Pero ¿y la gaita?». FIN.
OJO: Dice «deprisa», no «de prisa».