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De política y cosas peores
15/11/2018 – Aquella casa estaba llena de paquetes de condones. Los había sobre las mesas y las sillas; se veían en los armarios y alacenas; llenaban los estantes y repisas. Hasta en el suelo había condones. El amigo que visitó al dueño de la casa se sorprendió al ver esa cantidad enorme de preservativos. Le preguntó asombrado: «¿Tan grande así es tu actividad sexual? Ni los claros varones de Saltillo la tienen tan intensa». «No se trata de mi actividad sexual -respondió el otro con pesaroso acento-. Tú sabes que siempre he padecido este tic nervioso que me hace guiñar continuamente el ojo. Por mi estado de nervios todos los días me duele la cabeza. Voy a la farmacia y le digo al encargado: Me da una caja de aspirinas . El tipo me ve guiñar el ojo; me hace otro guiño igual y me pasa disimuladamente un paquete de preservativos. Y aquí me tienes, con la casa llena de condones y siempre con jaqueca». Mesalinia, joven mujer de generoso cuerpo, contrajo matrimonio. Alguien del pueblo la conocía bien, y contó en la cantina: «Entiendo que en la noche de bodas su marido le hizo el amor como ningún hombre se lo había hecho antes». «¿Cómo?» -se interesaron los otros. Precisó el tipo: «Sin pagarle». ¿Cuáles son, en promedio, los médicos de más baja estatura? Los proctólogos, porque son especialistas enanos. A mí no me gusta hablar mal de las personas. Eso, desde luego, le quita interés a la conversación. Sin embargo hoy hablaré mal de ciertos personajes que están cerca de López Obrador, algunos demasiado cerca. No diré sus nombres por aquello de la caridad cristiana y las demandas por difamación, pero a mis cuatro lectores no les será difícil identificarlos. En el círculo más próximo al Presidente electo hay quienes saben de negocios, de cosas de economía, de inversiones. No son ningunos tontos o ignorantes. Son gente talentosa y de experiencia que conoce los nocivos efectos que en el campo de las finanzas puede traer consigo una decisión errada. Por desgracia no usan su inteligencia y sus conocimientos para aconsejar a AMLO y orientarlo: antes bien los emplean para tratar de justificar sus mayúsculos yerros, como ése de cancelar el aeropuerto de Texcoco. Saben bien los colaboradores de López Obrador que ese ucase suyo -orden arbitraria y tiránica como las de los zares de la antigua Rusia- costará miles de millones de pesos al país, y que redundará en perjuicio grande para México, pero se abstienen de manifestar sus opiniones por temor a caer de la gracia del emperador. Al callar así, al ocultar su verdadero pensamiento, se traicionan a sí mismos y dañan gravemente a la Nación. Un poco de dignidad los llevaría a decir su verdad o a irse a su casa, pero el interés de ganar poder o negocios les impide aconsejar bien a quien en ese caso, el del nuevo aeropuerto, ha actuado mal. El pueblo no se los demandará -nuestro pueblo es muy poco demandante- pero su conciencia sí. Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dijo al gendarme de la esquina: «Aquel hombre que va allá iba a hacerme tocamientos lúbricos, pero en eso llegó usted y escapó». «No se preocupe -la tranquilizó el jenízaro-. Me retiraré y a lo mejor regresa». Un compañero de Babalucas comentó en la oficina: «Ronco tan fuerte que yo mismo me despierto». Le sugirió el badulaque: «¿Por qué no te vas a dormir a otro cuarto?». Facilisa, mujer casada, estaba yogando en su domicilio con un nuevo querindongo. Le indicó: «Si de repente llega mi marido métete en el clóset y permanece en él hasta que se vaya». Preguntó, inquieto, el follador: «¿Y si tarda en irse?». «No hay problema -respondió la pecatriz-. Les tengo ahí agua y comida para cinco días». FIN.