12/11/2018 – Agotada, desfallecida, exhausta, la recién casada le dijo a su insaciable maridito al terminar el primer día de la luna de miel: «¡Te amo, Enrique!». «No me llamo Enrique» -se amoscó él. «Perdóname, Libidio -se disculpó la chica-. Estaba pensando en el rey Enrique porque ya vas en el octavo». (No le entendí)… Cuatro mamás, las cuatro católicas devotas, hablaban con señalado orgullo acerca de sus respectivos hijos, miembros destacados de la iglesia. «El mío es cura párroco -dijo una con orgullo-. Cuando entra en algún sitio todos dicen: «¡Padre!». «Mi hijo es obispo -dijo la segunda con ufanía mayor-. Cuando entra en algún sitio todos dicen: «¡Su Excelencia!». Comentó la tercera con satisfacción aún más grande: «Mi hijo es cardenal. Cuando entra en algún sitio todos dicen: «¡Eminencia!». Y dijo la cuarta con orgullo que nadie podía superar: «Mi hijo es punk. Usa ropa estrafalaria; está todo cubierto de tatuajes, incluyendo el rostro; lleva los pelos erizados y pintados de rojo, amarillo, verde, morado, café, anaranjado y azul. Cuando entra en algún sitio todos dicen: «¡Dios mío!»… El auditor que visitaba el banco le pidió a la curvilínea secretaria del gerente: «Deme por favor la llave que le di a guardar ayer». La muchacha se sacó la llave del sitio más sorprendente. «¿Qué significa esto? -se asombró el auditor- ¿Por qué trae la llave ahí?». «Señor -explicó la muchacha-, usted me dijo que la guardara en un lugar al que nada más tuviera acceso el gerente del banco»… Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. En cierta ocasión hizo un viaje en avión de hélice. A su lado iba una monjita. De pronto fallaron los motores de la nave, y el avión empezó a caer en vertiginosa picada. La religiosa tomó de la mano al tal Capronio y le dijo con angustia: «¡Hermano! ¡Recemos para llegar al Cielo!». «Va a estar cabrón, madre -contestó el ruin individuo-. Precisamente vamos en dirección contraria»… México ha sido siempre país de tradición hospitalaria. Los desterrados del mundo han encontrado aquí amparo y refugio desde que Lázaro Cárdenas abrió las puertas a los republicanos españoles y con ello hizo que un torrente de la «sangre de Hispania fecunda» que dijo Darío enriqueciera en todos los órdenes a nuestra tierra. El ofrecimiento de López Obrador de otorgar visas de trabajo a los emigrados que forman la caravana de centroamericanos constituye un generoso rasgo humanitario que se debe reconocer y apoyar. Quienes forman esa caravana no son delincuentes o gente de mal vivir. Son hombre y mujeres que -muchos de ellos con sus hijos- buscan una vida mejor, sin las constantes amenazas del hambre o la violencia. México tiene también problemas de pobreza e inseguridad, pero está en mejores condiciones que los países de donde vienen esos peregrinos. Ojalá esa plausible medida de AMLO dé buenos resultados. El borrachín iba pasando cae que no cae junto a una barda. «¡Hola, cachetona!» -saludó volviendo la vista hacia arriba. En lo alto de la barda se oye a una mujer decirle a otra: «Ya te he dicho que no te sientes en la barda, Nalgarina. Estamos en un campo nudista»… Tetina Grandchichier anhelaba ser concertista de guitarra, pero tenía el busto tan exuberante que aun con los brazos extendidos no alcanzaba a tañer el instrumento. Acudió a un joven cirujano plástico y le pidió que le redujera el busto. El novel médico, después de contemplar extasiado la ubérrima pechera de Tetina, le hizo una sugerencia. «Señorita Grandchichier: ¿no le gustaría que mejor le alargáramos los brazos?»… FIN.