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De política y cosas peores


8/11/2018 – Estamos en Transilvania. Una asustada doncella le contó a su madre: «Anoche entró por la ventana Drácula a mi alcoba». Inquirió la señora, preocupada: «Y ¿qué te hizo?». La cándida muchacha le detalló circunstanciadamente lo que le había hecho. Y decretó la madre: «No era Drácula». El rey Luis XV vio que a su palacio habían llevado una sala estilo Luis XV. «Sacadla de aquí -ordenó al punto-. Ya sabéis que no me gustan esos muebles modernistas». El padre Arsilio y el rabino Lamden tenían buena amistad. Cierto día estaban conversando, y el sacerdote le preguntó a su amigo: «Ustedes no pueden comer jamón, ¿verdad?». «Así es -respondió el rabino-. No podemos comer jamón». «Qué lástima -dijo el padre Arsilio-. Es muy sabroso». Tras unos instantes de silencio preguntó el rabino Lamden : «Ustedes no pueden tener trato con mujer, ¿verdad?». «Así es -contestó el sacerdote-. No podemos tener trato con mujer»- «Qué lástima -se condolió el rabino-. Eso es mucho más sabroso que el jamón». No recuerdo si el sapientísimo señor Sobarzo recogió en el útil libro que escribió sobre el vocabulario de Sonora la expresión «áñil», usada allá para significar «¡Naturalmente!», «¡Claro!», «¡Por supuesto!», «¡A huevo!». Sucedió que en un barrio de Hermosillo escaseó el agua. Cierta señora llamó por teléfono a un programa de radio que recibía quejas de los ciudadanos y le dijo al encargado: «Tengo que levantarme a media noche a coger agua, porque el resto del día ya no llega». Preguntó el locutor: «¿Y anoche cogió?». Hizo una pausa la señora y respondió en seguida: «¡Áñil!». El agua es líquido vital, si me es permitido el empleo de esa frase inédita. Podemos, aunque sea dificultosamente, vivir sin vino, licores o cerveza, pero vivir sin agua es imposible. En el campo el agua es fundamental -«Con dinero, agua y tractor cualquier pendejo es agricultor»-, pero en las ciudades cobra más importancia aún, por eso se cobra a precio en ocasiones alto, con el pretexto de que «Dios da el agua, pero no la entuba». Hacer que por culpable negligencia falte el agua en una ciudad, y más en una urbe como la CDMX, es falta grave. Incluso en la provincia esa falla es pecado capital. Desde ahora tanto el Gobierno federal como el de la ciudad deben prever las cosas de tal modo que no se repita el desastre que en estos días hemos visto. Áñil. Noé escuchó ruidos extraños en el clóset de su recámara en el arca, y advirtió en su esposa señales claras de nerviosidad. Abrió el clóset y vio en él a un individuo. Antes de que el patriarca pudiera pronunciar palabra su mujer se justificó: «Tú también subiste al arca dos ejemplares de cada especie». Babalucas se iba a casar. Lo visitó un agente de seguros y le dijo: «Ahora que va usted a casarse debería tomar un seguro de vida». «No creo necesitarlo -respondió el badulaque-. Ella no es tan peligrosa». Acnerito, el hijo de doña Holofernes y don Poseidón, cumplió 18 años. Su madre pensó que el muchacho estaba ya en edad de saber ciertas cosas de la vida, y le pidió a don Poseidón que le hablara de lo que hacen las abejitas y los pajaritos. El genitor llevó aparte a su hijo y con él sostuvo el diálogo siguiente: «¿Recuerdas, hijo, la última vez que fuimos tú y yo a la ciudad?». «Sí, apá». «¿Y recuerdas que en la calle nos abordaron dos muchachas muy pintadas que mascaban chicle y llevaban bolsas de chaquira, medias de malla y zapatos de tacón aguja?». «Sí, apá». «¿Recuerdas que las llevamos al hotel?». «Sí, apá». «¿Y recuerdas lo que ahí hicimos con ellas?». «Sí, apá». «Bueno -concluyó don Poseidón-. Eso es lo que hacen las abejitas y los pajaritos». FIN.

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