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De política y cosas peores


26/10/2018 – «Pasemos la noche en el Motel Kamagua». Esa extraña proposición le hizo el novio a su flamante mujercita al salir de la ciudad en automóvil para iniciar el viaje de luna de miel. El muchacho no quería manejar después del ajetreo de la boda y de la fiesta nupcial, y se le ocurrió la peregrina idea de descansar en ese hotel a la orilla de la carretera. Entraron, pues. El empleado que los recibió les dijo: «Pasen al cuarto 110». «¡Ah no! -protestó al punto la novia-. La cama de esa habitación rechina mucho. Danos mejor la 114, la 122 o la 205, que no tienen ese problema». Una amiga de la novia de Babalucas le dijo a la muchacha: «Tengo la impresión de que tu novio es medio pendejo». Ella trató de defenderlo: «Eso lo dices porque sólo lo conoces a medias». Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Al entrar en la alcoba conyugal vio a su esposa, lady Loosebloomers, en la sospechosa compañía de Wellh Ung, el joven encargado de la cría de los faisanes. Tanto la señora como el toroso mancebo estaban a medio vestir. «Bloody be! -bufó milord hecho una furia-. ¿Por qué los encuentro así, desvistiéndose?». Replicó lady Loosebloomers: «Estás por completo equivocado, Feebledick. No nos estamos desvistiendo: ya nos estamos vistiendo». Lo de menos sería decir que es una jalada. Ese grosero vulgarismo se usaba en tiempos de antes para significar que algo era absurdo, necio, inútil. Tal frase tenía claras connotaciones onanísticas. La consulta de López Obrador sobre el nuevo aeropuerto es una jalada, sí, pero está muy lejos de ser solamente eso. Es además un grave acto de corrupción política. Por principio de cuentas la tal consulta está viciada de origen, por no tener sustento legal alguno. Eso le quita cualquier efecto vinculatorio que se le pretenda dar. Por otra parte el ejercicio está amañado de principio a fin. La forma en que se presenta la pregunta que se hace a los opinantes tiende marcadamente a favorecer la posición de AMLO. Las casillas donde se recogerá la votación fueron establecidas obedeciendo el criterio del organizador de este torcido plebiscito, y se ubican según su conveniencia. Las boletas no están foliadas, de modo que se podrán hacer desaparecer las que se desee y añadir las que se quiera, a juicio del Jefe Supremo. Participar en este burdo acto, aunque se haga de buena fe, es prestarse a ser parte de una acción desde todos los puntos de vista reprobable. López Obrador está usando a la gente, sobre todo al pueblo, como comparsa de un sainete que tiende a justificar una decisión que ya ha tomado, o que le servirá como pretexto para darle marcha atrás. En todo caso el Presidente electo no asume en forma personal la responsabilidad que le toca en este asunto: la endosa a otros para salvar él su figura. Esa manipulación habla de una conducta tortuosa y de un político que -todo lo indica- recurre en sus acciones al engaño y la simulación y además lo hace sin habilidad ni tacto. Preocupémonos por México. El doctor Ken Hosanna tomó su estetoscopio y le pidió a la lindísima paciente: «Desvístase toda, señorita Pompinier. La ciencia médica acaba de descubrir nuevas vías para oír los latidos del corazón». Ya conocemos a Astatrasio Garrajarra. Es el borrachín del pueblo. Cierta mañana, después de cierta noche, el temulento se metió por equivocación al templo donde el buen Padre Arsilio estaba oficiando misa. El borracho escuchó música de órgano y la confundió con la radiola de la cantina. Entró en la iglesia en el preciso instante en que el sacerdote decía: «Santo, santo, santo.». Y respondió el beodo: «El Enmascarado de Plata, el Enmascarado de Plata, el Enmascarado de Plata.». FIN.

MIRADOR

Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.
Al final de su vida Don Juan vivía con doña Inés.
La había desposado, y juntos llevaban una vida plácida y sosegada. Él ya no recordaba sus aventuras galantes del pasado, ni ella se las mencionaba. A sus desvíos don Juan había aplicado el bálsamo del olvido, y doña Inés les había puesto el consuelo del perdón.
Un joven aprendiz de seductor le preguntó al sevillano:
-¿Cuántas mujeres hubo en tu vida?
Respondió él:
-Una sola: doña Inés.
-Me sorprende lo que dices -manifestó el muchacho-. Todo mundo sabe que tuviste muchas mujeres.
Replicó Don Juan:
-Quizá las tuve; ya no lo recuerdo. Pero ellas no me tuvieron a mí. La única que me tuvo, que aún me tiene y que me tendrá hasta el fin es Doña Inés. No hubo en mi vida otra mujer más que ella.
El joven aprendiz de seductor no entendió eso. Ignoraba que por muchas mujeres que haya en la vida de un hombre al final sólo habrá una.
¡Hasta mañana!…

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