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De política y cosas peores


24/10/2018 – En el cuarto 210 del popular Motel Kamagua, don Algón, maduro y salaz ejecutivo, le dijo a la joven y linda chica que lo acompañaba: «Me encanta, Loretela, que tengas edad para ser mi hija ¡y que no lo seas!». La recién casada habló con su mamá. Le comentó: «Mi marido me desespera, madre. No fuma; no bebe; no sale con amigos por la noche; no se la pasa todo el tiempo viendo el futbol en la televisión; no deja tirada su ropa en el baño; no ronca; me da todo lo que le pido. ¡No hallo ningún pretexto para pelear con él!». Naufragó el barco, y un pasajero y una hermosa mujer llegaron a una isla desierta. Entre los restos del naufragio el hombre encontró un hacha, y con ella se puso a cortar troncos afanosamente. Luego buscó unas cuerdas para atarlos. Cuando terminó su obra la mostró, orgulloso, a la mujer. Ella le dijo muy enojada: «No es usted un caballero. Pensé que iba a hacer una balsa, no eso». ¡El náufrago había hecho una cama!… El pequeño hijo de la gran escritora le contó a su amiguito: «A mi mamá le van a hacer un busto». Preguntó éste: «¿Se lo hará algún escultor famoso?». «No -aclaró el niño-. Un cirujano plástico». Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, relató feliz: «Me alegra mucho que mi mujer se haya afiliado al movimiento feminista. Ahora habla mal de todos los hombres, no nada más de mí».Cierto curita joven llegó a un hotel de la ciudad. No iba solo: discretamente lo acompañaba una de sus feligresas, mujer guapa. El padrecito le dijo al encargado de la recepción: «Quiero un cuarto». En eso -¡horror!- el presbítero vio que venían unas señoras de su parroquia. Apresuradamente emprendió la retirada. Le preguntó en voz alta el recepcionista: «¿Y el cuarto?». Lo oyeron las señoras, y vieron a su párroco. Se apresuró a responder éste: «Honrar a tu padre y a tu madre, hijo. Honrar a tu padre y a tu madre». Aplaudo -y con ambas manos, para mayor efecto- a Higinio Martínez, senador por el Estado de México y militante destacado de Morena. He aquí que este legislador expresó claramente su opinión en el sentido de que no se debe frenar la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco, ya que es -manifestó- la mejor opción, y son falsos los argumentos de quienes se oponen a su terminación alegando daños ecológicos inexistentes. El juicio del senador está puesto en razón. Sus puntos de vista se fincan en datos de la realidad, no en lo que dice su dedito. Si la amañada e irracional consulta que hará López Obrador determina que deben suspenderse las obras-muy avanzadas ya- de ese aeropuerto, AMLO se verá en serios problemas, pues tal suspensión acarreará daños graves al país por la desconfianza que generará en el extranjero esa medida de carácter populista y radical que no tiene más base que el capricho obsesivo del Presidente electo. Ojalá a fin de cuentas prevalezca el criterio, razonado y razonable, del senador Martínez. Estamos en tiempos de la Revolución. Una corte marcial juzgó a un soldado federal por desertor, y lo condenó a muerte. La víspera de la ejecución el capitán que iba a dirigir el pelotón de fusilamiento fue a hablar con su jefe. «Mi general -le dijo preocupado-, creo que debemos negar al condenado su último deseo». «¿Por qué?» -preguntó el superior. Respondió el capitán: «Pide pasar la noche con su esposa». Dijo el jefe: «No veo por qué se le debe negar ese deseo. Un hombre tiene derecho a pasar la última noche de su vida con su esposa». «No me expliqué bien, mi general -precisó el capitán muy apurado: «El soldado no pide pasar la noche con su esposa. Quiere pasarla con la de usted». FIN.

MIRADOR.

¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez que pasamos junto al estanque y te arrojaste a él?
Eras un cachorrillo de unas cuantas semanas de nacido. Nos angustiamos; pensamos que te ibas a ahogar. Pero nadaste, Terry, nadaste alegre y jubiloso, como si no hubieras hecho en tu corta vida otra cosa más que nadar.
Y es que eras un cocker spaniel. A los de tu raza se les llamaba «perros de aguas». Estaban hechos a cobrar las piezas -patos, gansos- que caían en medio del lago o la laguna heridas por las balas de los cazadores. Algún oscuro instinto surgió en ti, y fuiste al agua igual que iban tus antepasados.
Ni tú ni yo fuimos cazadores, Terry. Lo nuestro fue la vida, no la muerte. A nadie juzgamos, sin embargo. Allá cada quien con sus muertes y su vida. Pero tanto tú como yo llevamos en nosotros atávicos instintos que nos mueven. A ti te hacían a arrojarte al agua. A mí me llevan a hacer cosas que no tienen la claridad del agua.
Posees la inocencia animal, Terry. En mí va la oscuridad humana. Que el recuerdo de tu bondad de perro me salve de mis maldades de hombre.
¡Hasta mañana!…

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