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De política y cosas peores


22/10/2018 – Se llamaba Baby Lou, y era niño bien de 40 años. En cierta ocasión iba en su convertible rojo acompañado por una linda chica de 18. Se distrajo para poner la mano en el escote de su amiga y fue a estrellarse contra un árbol de recio tronco que crecía en el camellón. El árbol era un fresno (Fraxinus angustifolia), planta olácea de folíolos aserrados, con flores sin cáliz ni corola cuyos estambres y pistilo… (Nota de la redacción: Nuestro estimado colaborador se extiende durante cuatro fojas útiles y vuelta en la descripción botánica del fresno, descripción que, aunque interesante, nos vemos en la penosa necesidad de suprimir por falta de espacio). Cuando Baby Lou volvió en sí después del encontronazo se vio frente a un oficial de tránsito que le dijo: «No se preocupe. Usted está bien. Su compañera salió disparada del vehículo, pero cayó sobre unos arbustos, y está ilesa». «Sí me preocupo -gimió desolado Baby Lou-. No ha visto usted lo que ella tiene en la mano». Don Frustracio es el sufrido esposo de doña Frigidia, la mujer más fría del planeta. Esta señora tiene una fértil imaginación para inventar pretextos a fin de no recibir en su lecho a su marido. El último que esgrimió para rechazarlo fue que estaba sumamente preocupada por la posibilidad de que Jair Bolsonaro, representante de la ultraderecha, se convirtiera en mandatario de Brasil. Ayer el desdichado esposo le comentó a un amigo: «Por las noches mi mujer se convierte en espejismo». «¿Cómo es eso? -se extrañó el amigo-. Los espejismos son algo que puedes ver, pero no tocar». «Precisamente» -concluyó, mohíno, don Frustracio. La caravana de centroamericanos que tratan de ingresar a México para llegar a Estados Unidos constituye una tragedia humana ante la cual no podemos estar indiferentes. Hombres, mujeres, niños, ancianos, buscan con desesperación una vida mejor que los libere de la violencia que en sus países sufren, de la pobreza, de la sombría realidad que día tras día afrontan. No son delincuentes ni gente de mal vivir. Son seres humanos investidos de plena dignidad y merecedores de comprensión y ayuda. Al dificultarles su entrada legal a México nuestro Gobierno está dando la impresión de que le hace el trabajo sucio a Trump. Sé que existen normas aplicables a los extranjeros que desean entrar a este país. Pero la justicia y la humanidad exigen que ante situaciones de emergencia como ésta se actúe en tal manera que los legalismos no impidan que se cumpla lo que la compasión demanda. Se debe facilitar el ingreso de quienes forman esa caravana; remediar sus necesidades; mirar más por la tradición de hospitalidad de México que por el interés del país del norte. No busquemos congraciarnos con el magnate que gobierna a capricho el poderos país del norte. Actuemos como lo piden el humanitarismo, el sentido de la justicia, la nobleza que ante dramas como el que estamos viendo ha mostrado siempre México… Tetonia y Nalgarina eran vedettes. Vivían en continuo pleito, echándose indirectas -y directas- una a la otra. Anoche Tetonia le dijo a Nalgarina: «Vienes de muy abajo. Recuerdo cuando sólo tenías un par de zapatos». «Sí -replicó la otra-. Y tú me preguntabas para qué servían». Dos señoras vecinas de departamento se reunieron a tomar un cafecito después de que sus respectivas trabajadoras domésticas terminaron el quehacer. La conversación las llevó a tratar temas de su vida conyugal. Dijo una: «Te voy a confesar algo muy íntimo: cuando hago el amor con mi marido no siento absolutamente nada». «Tampoco yo -declaró la otra-. Pero sí siento muchas cosas cuando lo hago con el mío». FIN.

MIRADOR.

Llegó sin avisar y se presentó a sí mismo.
-Soy el número uno.
En eso llegó otro y dijo:
-Soy el número uno.
Llegó otro más y repitió lo mismo:
-Soy el número uno.
Y otro, y otro.
-Soy el número uno.
-Soy el número uno.
Les dije yo:
-No sé quién de ustedes es en verdad el número uno. Pero quiero hacerles notar que forman el número 11111.
Deliberaron entre sí y concluyeron:
-Tiene usted razón. Juntos somos más que separados.
Me alegró haberles dado esa lección.
Pero no por eso me sentí el número uno.
¡Hasta mañana!…

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