18/10/2018 – «El que enamora casadas / tres cosas debe tener: / mucha labia, mucha suerte. / y patas para correr». Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, estaba refocilándose con mujer ajena en el domicilio conyugal de la pecatriz. De pronto se oyeron cerca golpes retumbantes. Tembló la tierra; se agitó el candil del techo y vinieron a tierra los objetos que había en el buró. «Es mi marido -dijo nerviosamente la mujer-. Conozco sus pasos». En la entrevista de trabajo Babalucas declaró: «Hablo dos idiomas». Le preguntó el entrevistador: «¿Español e inglés?». Respondió Babalucas: «Oui». Le indicó el otro: «Eso es francés». «Ah -se alegró el tontiloco-. Entonces hablo tres». Don Algón llamó a su secretaria por el interfono. «Señorita Rosibel -le dijo-. Quiero verla en el acto». «Caramba, jefe -se desconcertó la linda chica-. No le conocía esas aficiones. Pero en fin, hable con mi novio, a ver él qué opina».Se supone -«es un supongando», dice la gente del Potrero- que Monterrey es una ciudad empresarial, y que los empresarios no ven con buenos ojos a los sindicatos. Sin embargo en la capital nuevoleonesa hay una estatua de tamaño heroico dedicada a don Fidel Velázquez, y hay también una importante avenida con su nombre. No debe extrañar eso. Si algo necesitan las empresas es paz laboral, y el dirigente de la CTM garantizó ese bien social durante muchos años, sin descuidar por eso el interés de los trabajadores afiliados a su confederación. Así como se habla de una paz porfiriana, igual se podría hablar de una «paz fideliana», resultado del hábil control ejercido sobre los obreros por el veterano líder. Fue inalterable su fidelidad -al fin Fidel- al presidente en turno y al sistema representado por el PRI. Personaje polémico, don Fidel Velázquez ha sido objeto ya del juicio de la historia. En la balanza de los hechos, creo, pesó más lo bueno que hizo que las fallas que se le pueden imputar, errores que más deben achacarse a su tiempo y a su circunstancia que a él mismo. Cuando me refiero a él siempre antepongo a su nombre el tratamiento de respeto «don», y salvando toda diferencia digo don Fidel Velázquez igual que digo don Adolfo Ruiz Cortines, don Jesús Reyes Heroles, don Jesús Silva Herzog o don Gilberto Rincón Gallardo, entre otros dones que México ha tenido en nuestro tiempo. Desde luego todavía quedan restos -bastantes- de aquel sindicalismo clientelar y corporativista del cual fue don Fidel representante principal, y aún hay líderes que permanecen en sus cargos merced a elecciones amañadas y prácticas corruptas. Los trabajadores mineros y petroleros, por ejemplo, viven aún bajo ese régimen que parece cosa del pasado pero que aún está presente en sus organizaciones. Por eso es de alabarse la propuesta de López Obrador en el sentido de implantar el voto secreto en las elecciones sindicales. El carácter secreto del sufragio es fundamental en una elección. Sin ese elemento básico cualquier acto eleccionario se desvirtúa y vuelve simulación o farsa. El voto secreto que el Presidente electo pide es un paso de importancia para conseguir la democratización de los sindicatos. Don Pacianito, empleado público de modesta condición, se acercó a la musa de la noche que ofrecía sus servicios en una esquina al tiempo que mascaba chicle y daba vueltas a su bolsa de chaquira. Le pidió: «¿Me haría usted el favor, amable señorita, de darme a conocer el monto de su tarifa, coste, tasa, honorarios o arancel?». La sexoservidora le proporcionó a don Pacianito el dato que le solicitaba. Preguntó el tímido señor en tono vacilante: «¿Podría otorgarme un financiamiento a 30, 60 y 90 días?». FIN.
MIRADOR.
A los 50 años de su edad John Dee se enamoró.
Ya otras veces había estado enamorado.
De la filosofía.
De la alquimia.
De la matemática.
De la astrología.
Pero esta vez se enamoró de una mujer.
No era hermosa como la filosofía, ni guardaba el misterio de la alquimia, ni poseía la belleza de la matemática, ni mostraba las variaciones infinitas de la astrología. Pero cuando sus ojos miraban a John Dee el corazón del viejo profesor latía más aprisa, y por las noches la mujer hacía que su hombre se olvidara de la astrología, de la matemática, de la alquimia y de la filosofía.
A los 50 años de su edad John Dee conoció lo que jamás había conocido: el amor.
Ésa es la mayor sabiduría. El que ama y es amado es dueño del cielo y de la tierra.
¡Hasta mañana!…