Estado
Construyó su casa con la venta de jaibas
9/10/2016 – Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Llegó procedente de Ozuluama, Veracruz pero lleva 35 años ganándose la vida en las calles de Victoria con la venta de jaibas y filete de pescado y no se avergüenza al decir: “mi casa la hice a base de bolitas, de bolitas de jaiba”.
Es don Eugenio Del Ángel, de 73 años, un testimonio del adagio “se predica con el ejemplo”, porque sus cuatro hijos aprendieron a ganarse la vida a edad muy temprana y hasta hicieron una carrera profesional.
“Uno de mis hijos vendía cacahuates y dulces en los eventos. Cuando yo los quise poner a estudiar no quisieron porque andaban juntos con otros muchachos sin oficio. Más tarde, cuando crecieron y la vieron difícil, se pagaron sus carreras, uno de ellos es abogado y otro estudia computación y ya se graduará”.
Don Eugenio es un hombre entusiasta que se levanta todos los días muy temprano para cocinar sus jaibas que ya son famosas en la ciudad y que mitigan el hambre de los vendedores ambulantes del centro, y taxistas alrededor de la central de autobuses.
“Son de 8 por 10 pesos y de 4 por cinco pesos, económicas para que me compren. Con una orden pueden aguantar el hambre hasta que lleguen a casa”.
Desde la colonia Moderna, donde se ubica su domicilio, viene hasta la central de autobuses donde vende la mitad de su producto. El resto lo distribuye entre los clientes de la zona centro. Para las 5 de la tarde el cazo de acero queda vacío.
“Aprendí a cocinar las jaibas en un negocio que se llamaba ‘Los Vázquez’ en el 6 y 7 Carrera Torres… cuando yo llegué a Victoria a buscar la vida, no tenía nada y llegamos a rentar en el año de 1961, mi esposa, mis hijos y yo”.
Pero en la ostionería sólo duró 6 años porque el dueño se quitó la vida y la viuda ya no pudo sostener el negocio.
“Trabajaba de 7 de la mañana a 10 de la noche por veinte pesos. El día que me liquidaron me dieron un refrigerador viejo, esa fue mi liquidación, yo lo regalé a otra persona que lo arregló. Nunca tuve seguro social en ningún trabajo, lo bueno que yo saqué fue aprender a cocinar”.
Cuando se quiere se puede salir adelante. Gracias a su carisma y simpatía, a su espíritu positivo, Don Eugenio pudo conseguir un aval
para un crédito de materiales y así construir una vivienda para su familia.
“Afortunadamente un señor creyó en mí y me firmó los documentos para que me fiaran material en ITAVU. Pagando todo puntualmente por medio de abonos, y gracias a la venta de las jaibas, por eso siempre digo que mi casa la hice con puras bolas”.
Sus hijos aprendieron a trabajar viéndose en su espejo.
“Mi hijo que ahora trabaja en el gobierno vendía chicles afuera de los eventos. Sin trabajar aún con ellos les ayudaba a sacar y meter sillas, hasta que un día un gobernador se fijó en él y le arregló para que trabajara en el gobierno. Ahora mi hijo se va a graduar en eso de las computadoras y yo tengo servicio médico gracias a él”.
Aunque es su propio patrón, Don Eugenio se toma descanso todos los miércoles y los días de lluvia sus hijos no lo dejan salir a vender para evitar algún accidente, aunque no padece ninguna enfermedad.
“Trabajo para sentirme útil, aún mantengo a mi esposa, ella ahora no trabaja, está dedicada al hogar y cuida una nieta. Si yo no trabajo me entumo, hay que ser buen ejemplo para los muchachos”.
Así, con una sonrisa en su rostro para todos sus clientes, se despide Don Eugenio: feliz porque su historia se dará a conocer.
Agencias