Nuestros Columnistas Locales
CENA DE NEGROS
Marco A. Vázquez
22/11/17
Casi un mentada de madre…
Con su peculiar forma de reírse del pueblo el Gobierno Federal anunció un incremento a los salarios mínimos del 10.4 por ciento, con el mayor de los cinismos tuvieron la “bondadosa” idea de aumentarle poquito más de 8 pesos diarios al sueldo de la gran mayoría de los mexicanos que a partir de enero quizá se vuelvan locos y no sepan qué hacer con sus 88 pesotes diarios.
¿Alguien sabe para qué están sirviendo los priístas, sus dirigentes obreros, el presidente Peña Nieto y sus políticas económicas? ¿Y dónde está el PAN cuyo presidente nacional todos los días nos habla de un mejor futuro? ¿De casualidad ha visto a un perredista, gente de Morena, de la izquierda, protestando en las calles por el ridículo aumento a los salarios? No, la verdad ninguno de ellos pretende levantarse en armas y la razón es de sobra conocida, las dirigencias de esos partidos están contaminadas con el dinero que les hace llegar la élite empresarial.
En respuesta, aunque suene a grosería, le diremos palabras textuales de un dirigente obrero cuando, hace algunos ayeres, le preguntaron su opinión sobre el aumento al salario mínimo, sin más la soltó al interlocutor, “es una mentada de madre”.
La frase está llena de verdad y en eso el respetable público no dejará mentir, usted sabe que hay razones suficientes para pensar de esa manera, tan simple como que la Coneval, la comisión encargada de evaluar las políticas públicas en el combate a la pobreza, afirma que se requieren 94 pesos diarios para tener una vida digna o, como dice el organismo empresarial conocido como sindicato de patrones, la Coparmex, que paradójicamente solicitaba más salarios a los trabajadores, el incremento por lo menos debería ser suficiente para superar la línea de bienestar que ellos, los empresarios, colocaron en 92 pesos y centavos, cuatro pesos más del monto al que llegará el salario mínimo en enero del 2018.
Con todo y lo raquítico que resultará el salario mínimo el próximo año, al anunciar el aumento el presidente Peña Nieto infló el pecho presumiendo que la acción no tenía precedentes, por lo menos no en los últimos años y quizá tenga razón, sin embargo se le olvidó que la tortilla aumentó casi un 20 por ciento en el mismo periodo, que el frijol, la leche, carne, pollo, aguacate, tomate y el huevo casi se han declarado desaparecidos de las mesas de la gente del pueblo porque han aumentado tanto que ya pocos pueden comprarlos.
Bajo esa óptica no hay duda que es un recordatorio maternal el incremento a los salarios, significa 8 pesos con centavos, cierto, menos de lo que subirán muchos de los precios de cualquiera de los productos de la canasta básica.
Lo lamentable del caso es que la mayor parte de los trabajadores están desprotegidos, así, mientras sus dirigentes, junto con muchos de los políticos de los que se hacen cómplices, viven en la riqueza, en la opulencia y ya no saben mirar hacia abajo los asalariados todavía sufren la disyuntiva de llevar a sus hijos a la escuela o darles de comer.
Políticos como el presidente Peña y sus dirigentes obreros sólo hablan y hablan, puro bla bla bla y nada de acciones, al contrario, a la hora de firmar los contratos colectivos de trabajo son los ganones y los obreros otra vez los sacrificados.
En cuanto a la acción del gobierno de festinar su “bondad” al gestionar o autorizar un aumento del 10 por ciento a los salarios no tiene nada extraño, es un año electoral, además siempre han respondido a los intereses de los poderosos y se justifican del paupérrimo aumento diciendo que de otra forma se generaría una inflación interminable, que si los empresarios incrementan los sueldos tienen que subir los precios de los productos para continuar con sus márgenes de ganancia y nuevamente se vendría un aumento generalizado de precios.
En eso de la inflación pueden tener razón los economistas que son adictos a Peña y sus acciones, en lo que no tienen justificación alguna es en seguir castigando a los que menos tienen, están tentando demasiado a la suerte, rascándole la costillas al tigre al jugar con el bienestar de los pobres y eso puede provocar reacciones violentas, no entienden que el hombre se puede acostumbrar a todo menos a no comer y los actos de la clase en el poder prácticamente se pueden calificar como un intento de acabar con los que menos tienen pero matándolos de hambre.
Con los salarios de miseria que se pagan será casi imposible que se puedan comprar las suficientes tortillas para vivir más o menos decorosamente, cierto, los hechos nos hacen repetir las palabras de Edmundo García Román, así se llama el dirigente de la CTM que en aquellos años tuvo la feliz ocurrencia de decir que el aumento al mínimo era casi una mentada de madre, más cuando ahora mismo hay una discusión por los bonos de 100 mil pesos por cada diputado local en Tamaulipas o por los dos millones 400 mil pesos que ya aseguraron los Senadores para su salida…