Bacterias resistentes a los antibióticos provocan alerta en México
26/11/2018 – Ciudad de México.- A mediados de marzo de este año la noticia sobre un hombre británico infectado con lo que los médicos llamaron “supergonorrea” dio vuelta al mundo. La enfermedad de transmisión sexual, causada por la bacteria Neisseria gonorrhoeae, no respondía por primera vez a los antibióticos tradicionales usados para combatir este padecimiento (una mezcla de las sustancias azitromicina y ceftriaxona).
El asunto generó alarma en el Reino Unido y, unas semanas después, una alta funcionaria de los servicios de salud salió a tranquilizar a la población para informar que habían logrado salvar al paciente luego de varios intentos con otros medicamentos.
Pero el caso, han dicho varios expertos, representa solo la punta de un iceberg profundo que urge atender. Una amenaza a la salud pública en la que todos somos igualmente vulnerables: las “superbacterias” o bacterias resistentes a los antibióticos, un fenómeno que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), reviste alta prioridad y emergencia para todas las naciones.
Infecciones alguna vez tratables de forma relativamente sencilla hoy presentan cambios y complicaciones que prolongan las estancias hospitalarias, incrementan los costos médicos y aumentan la mortalidad.
En 2014 la OMS dio a conocer un primer informe sobre resistencia bacteriana basado en datos de 114 países, que advirtió sobre diversos agentes infecciosos y destacó la resistencia a antibióticos (incluso a aquellos que se utilizan como último recurso) en siete bacterias responsables de infecciones comunes graves, como la septicemia, la diarrea, la neumonía, las infecciones urinarias y la gonorrea.
La entidad señaló en esa ocasión que asistimos a una “era postantibióticos” en que lesiones menores que han sido curables durante décadas volverán a ser “potencialmente mortales” y mencionó, también, la obligación de cambiar la forma de producir, prescribir y utilizar estos medicamentos.
Las bacterias resistentes son aquellas que en un principio eran sensibles al efecto de un activo antibacteriano y ahora ya no lo son. Estos microorganismos se convirtieron en resistentes debido a alguna mutación en sus genes, o por haber adquirido esos genes de resistencia de otra bacteria.
Aunque se trata de un proceso natural, el uso de antibióticos indiscriminado en humanos como en animales ha acelerado este proceso. Y es que, cuando se usan este tipo de fármacos, las sustancias no solo actúan en las bacterias causantes del padecimiento a tratar, sino que afectan a otras presentes en el cuerpo que son también sensibles a ellos, lo que promueve una “selección” que a su vez permite que proliferen las bacterias resistentes.
Esto aumenta el riesgo de que el paciente contraiga más infecciones resistentes en el futuro y, al mismo tiempo, se incrementa el riesgo también a escala poblacional, ya que las bacterias resistentes se transmiten entre personas o través de los alimentos o el agua.
Dada la emergencia mencionada por las conclusiones de aquel primer informe, la OMS puso en marcha, en octubre de 2015, el Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos (GLASS, por sus siglas en inglés). Este enero se dieron a conocer los últimos datos disponibles que mostraron presencia generalizada de resistencia a los antibióticos en muestras de 500 mil personas de 22 países en las que se sospechaban infecciones bacterianas.
De acuerdo con el reporte, las bacterias resistentes más frecuentes eran Escherichia coli (que provoca infecciones de las vías urinarias), Klebsiella pneumoniae (un microbio intestinal causa importante de contagios nosocomiales), Streptococcus pneumoniae (que produce infecciones respiratorias), Salmonella spp (conocida por transmitirse a través de los alimentos) y Staphylococcus aureus (relacionado con infecciones de la piel y los tejidos blandos).
La OMS calcula, por ejemplo, que las personas infectadas por esta última bacteria resistente a la meticilina (el antibiótico que se utilizaba habitualmente contra ella), tienen una probabilidad de morir 64 por ciento mayor que las infectadas por cepas no resistentes.
Agencias.