31/03/16.-La brisa que se respira, mientras la lancha avanza sobre Ría Celestún, tiene sabor a sal y lo impregna todo.
Es precisamente la alta salinidad del agua la razón por la que miles de flamencos, entre noviembre y mayo, arriban aquí para alimentarse: el encuentro de corrientes marinas y flujos de agua dulce hacen que este sitio contenga grandes cantidades de artemias salinas.
Es este pequeñísimo crustáceo y no los camarones, como se cree erróneamente, el principal alimento de los flamencos y la razón por la que su plumaje adquiere ese característico color rosado.
Durante parte del recorrido, el cielo se convierte en la atracción principal: pelícanos blancos, martín pescadores, fragatas, cigüeñas y garzas se cruzan entre sí y hacen a los turistas disparar las cámaras o apuntar con los binoculares.
Aunque el mayor atractivo del lugar es el avistamiento de flamencos y otras aves, de las más de 300 especies de la zona, lo que más cautiva es el tono rojizo del agua, que pareciera teñida por el plumaje de los flamencos. Esta coloración, sin embargo, es producto de las raíces del mangle rojo, que tienen gran cantidad de taninos.
Luego de 15 minutos avanzando a través de Ría Celestún, que tiene una extensión de 22.5 kilómetros, es posible ver por primera vez el grupo de flamencos. Desde lejos, dan la impresión de ser una isla de arena de color rosa intenso.
Hay que tener las cámaras listas para retratarlos al emprender el vuelo, pues resulta un espectáculo ver cómo despliegan sus alas hasta luego volverse un punto rosa que contrasta con el intenso color del cielo.
Agencia Reforma