Joven salvadoreña se ajusta a su nueva vida en Dallas

Dallas (Agencias).- Katherine Vanessa Arana se veía pequeña y asustada.
Su cabello castaño rizado, recogido en una cola de caballo, dejaba al descubierto sus facciones de muñeca, haciéndola ver aun más joven que sus 12 años de edad en el gris juzgado de Dallas.
Su madre, Enriqueta Alegría, se veía tensa, inclinada hacia adelante sobre la rígida banca como si estuviera lista para saltar.
Le habían llegado aterradores mensajes desde El Salvador, su país de origen: las pandillas habían amenazado con hacerle daño a su hija y a sus primos, exigiéndole “la renta” a la abuela en el puerto de Acajutla.
Empezó a ahorrar para mandar traer a Katherine. Siete años habían sido mucho tiempo.
Katherine llegó en junio, junto con una docena de personas más y sus traficantes al sur del Río Grande, no muy lejos de Harlingen, parte de una impresionante oleada de casi 70,000 jóvenes que viajaban sin sus padres.
La peripecia terminó en que Alegría, de 35 años, tuvo que comparecer en corte con su hija, para ver si Katherine tenía posibilidades de quedarse en Texas.

Ante el juez
Llegó el turno de Katherine de presentarse ante el juez. Su abogado, Paul Zoltan, le hizo una señal a la niña para que lo acompañara en una mesa de madera.
Zoltan admitió la declaración de un agente de la Patrulla Fronteriza de que la niña entró al país ilegalmente.
Siguió una letanía de tecnicismos; y luego, confusión. Parecía que el abogado había reconocido la derrota.
“Caso concluido”, dijo el juez.
Pero Katherine fue una de las personas que tuvieron suerte, aunque ella no sabía que estaba pasando.
Katherine cumplía los criterios para el estatus de inmigrante especial menor de edad. Solo unos miles reciben esa designación cada año. Ahora está esperando su tarjeta verde que acredite su residencia permanente.

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