9/09/2015 – DALLAS, Estados Unidos.- A dos minutos del final, con un zurdazo que decretó el empate a dos goles, Lionel Messi justificó plenamente haber decidido jugar los 90 minutos de un partido en el que casi no había pesado.
Bueno, casi, porque también un servicio medido de su prodigiosa zurda fue el que descolocó a Moisés Muñoz cuatro minutos antes, permitiendo el desborde de Ezequiel Lavezzi y su posterior servicio en bandeja para que el Kun Agüero anotara, lo que permitió que se pensara que se podía remontar un 2-0 que parecía imposible.
En frío, hay que decir que ese empate, que casi se convierte en derrota en esos minutos finales, es lo menos malo que le pudo acontecer a la selección mexicana.
No fue el partido perfecto, pero sí parecía que llegaba la victoria más oportuna. Parecía, sobre todo cuando se esperaba en voz de los expertos una goleada de los argentinos… Aunque quedará el consuelo de que ayer también los estadunidenses fueron arrollados por los brasileños al son de 4-0…
Quizá ello justifique el festejo que generó ayer en gran parte de los 82,500 aficionados presentes en la casa de los Vaqueros de Dallas, la inesperada actuación de la selección mexicana ante el representativo argentino.
Los de la albiceleste no se cansaron de fallar y fallar ocasiones ante la portería mexicana… Los dirigidos por Ricardo Ferretti, bien ordenados y parados atrás, dispusieron también de ocasiones para hacer daño. Además del penalti bien cobrado por el Chicharito Hernández al minuto 20 del primer tiempo, tras una falta de Nicolás Otamendi a Raúl Jiménez cuando este se preparaba para fusilar a Nahuel Guzmán… Además de esa ocasión, repito, se tuvieron cuatro o hasta cinco más producto de contraataques o del robo de balones puntuales…
Pero el dominio, el control de la pelota y del juego, lo tuvieron casi todo el partido los dirigidos por Gerardo Martino.
Antes de que Moisés Muñoz se convirtiera en el héroe mexicano, atajando con los pies un remate de Ángel Correa a punto de terminar el primer tiempo, se quedaron a nada de hacer el gol cuando menos en cuatro ocasiones… Y esta tendencia se mantuvo al arranque de la segunda mitad. Ahí, el guardameta del América fue grandioso, rechazando de forma providencial hasta tres remates que se cantaban ya como goles en contra.
El equipo mexicano tuvo capacidad de respuesta durante todo el partido, eso es verdad, pero producto de lo ya anotado, de esos errores originados en la lentitud o en el exceso de confianza de la zaga argentina… No del juego elaborado… Sí de precisos contragolpes, como el que permitió a Héctor Herrera anotar el 2-0 tras un derechazo desde fuera del área luego de que Miguel Layún le pusiera un centro por izquierda.
A partir de este gol, fue tal la confianza de los mexicanos que se empezaron a mostrar mejores, denotando atrevimiento, con llegadas por ambos costados, echados para adelante en el cobro de faltas…
Hasta que vinieron los cambios de Ferretti y quizá también el cansancio y el fantasma siempre presente de la cultura de la derrota… y también el orgullo argentino, que no concibe que una selección como la mexicana le pueda ganar ni siquiera un partido amistoso.
Agencias