20/12/2018 – La palabra «erección» disuena todavía a los oídos de algunas personas (y personos, por aquello de la equidad de género). ¿Cómo decir entonces que aquella mañana lord Feebledick tuvo una erección al levantarse? ¿Diré que sintió «una tumefacción de cuerpo», o que experimentó «una conmoción carnal»? («Commotione spirituum genitalium», dice el Padre Busquet en su útil «Thesaurus Confessarii»). Sea como fuere lo cierto es que milord llamó de inmediato a James, su mayordomo, y éste, no obstante el camisón de dormir que el señor vestía, pudo advertir a simple vista aquel feliz e insólito suceso. Le preguntó a su patrón: «¿Desea milord que llame a su señora esposa?». «¡No digas idioteces! -se enojó lord Feebledick-. Tráeme rápidamente mis pantalones bombachos. Voy a ver si puedo contrabandear esto para llevarlo a Londres. Ahí tengo una amiguita a la que hace mucho tiempo no visito». Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a una granja a comprar «productos de gallina». Así decía para no decir «huevos». En el establo vio a la vaca de la granja. Le preguntó al granjero: «¿Cuántos litros de leche le da su vaca al día?». Con tono de rencor dijo el sujeto: «No me da ni madre. Yo tengo que sacársela». Don Gerolano, señor de edad provecta, acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna y le manifestó: «Quiero cambiar de sexo». Atónito quedó el facultativo al escuchar aquello. «¿Cómo es eso? -le preguntó asombrado-. ¿Qué clase de sexo quiere usted?». Contestó don Gerolano: «Frecuente». ¡Clap clap clap clap clap clap clap! ¿A quién aplaudes, inane columnista, y con las dos manos para que el aplauso se oiga más? Aplaudo a López Obrador por haber reconocido que hubo un error en el anuncio del recorte presupuestal a las universidades y ofrecer que de inmediato se corregirá tal equivocación. En efecto, esa actitud de AMLO es muy plausible, pues da a ver que sabe oír razones, que no se empecina en mantener sus yerros y que es capaz de enmendar el rumbo que ha tomado cuando se le demuestra que ese rumbo no es correcto. He aquí un muy buen signo. Ahora bien, quienes amamos a México esperamos que haga lo mismo en relación con el aeropuerto de Texcoco. También en este caso el Presidente puede cambiar una decisión errada por otra que le evite a la Nación un innecesario endeudamiento, le ahorre cuantiosos gastos e impulse el progreso del país en vez de frenar su desarrollo. Si AMLO hiciera eso se llevaría un aplauso nacional, y aun internacional, y nuestro país recobraría en el exterior la confianza que ha perdido. Esperemos que eso suceda. Florilí, chica soltera, les anunció a sus padres que estaba un poquitito embarazada. «¡Dulces Nombres! -exclamó su mamá, que conservaba las jaculatorias aprendidas de la suya-. ¿Cómo pudiste hacer eso?». «No es tan difícil, mami -replicó la muchacha-. Primero me acosté en la cama.». «¡No me refiero a eso, descarada! -profirió la señora-. Lo que quiero saber es por qué faltaste así a la castidad. ¿Acaso no te pusimos en colegio de monjas para que te enseñaran a cuidar tu pureza, sobre todo de la cintura para abajo, que lo de arriba como quiera? ¿Por qué hiciste eso, desdichada?». Explicó ella: «Es que sufro un impedimento de lenguaje». La señora preguntó: «¿Qué impedimento de lenguaje es ése?». Respondió Florilí: «No puedo decir que no». Pirulina, mujer muy sabidora de la vida, fue a hacer confesión de sus pecados. «Me acuso, padre -le dijo al confesor-, de que cada vez que veo a un hombre, a cualquier hombre, siento el deseo urente de hacer el amor con él tres veces». «Hija mía -suspiró el maduro sacerdote-, tendrás que ir a confesarte a otra parroquia. Yo ya no te las completo». FIN.