La eubolia
18/12/2018 – De verdad que estamos viviendo tiempos inéditos a nivel mundial. La solemnidad y circunspección que eran inherentes a las máximas autoridades en otros tiempos y que los proyectaba como seres cuasi perfectos hoy está ausente en los actuales protagonistas de la política en todo el planeta. Dígalo sino la escena en el Despacho Oval de la Casa Blanca que se llevó a cabo la semana pasada. Los líderes demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi y Chuck Schumer, acudieron a la Casa Blanca para negociar con Trump políticas sobre inmigración y cómo evitar un cierre gubernamental por falta de acuerdo presupuestario y el encuentro acabó en una increíble e inesperada bronca pública delante de las cámaras.
Mi esencia morbosa estaba feliz y como bien dijo AMLO respecto a la corrupción, se barre de arriba para abajo; pues este precedente se siembra en lo más alto del poder en el planeta y de ahí para abajo pienso que ya no habrá recato en cuanto a cuidar las formas de desacuerdo, ni control en los deslenguados.
Mi querido y dilecto lector, permíteme traer a colación la eubolia, un concepto tan necesario como indispensable en el desempeño de todo político que se precie de ser propio y elegante. La virtud de la eubolia consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir. Es fundamental entender que un buen político no debe ser desparramado en sus palabras y que es achaque de personas vulgares el descubrir a todos sus pensamientos.
En ese tenor pero en otra escena a nivel nacional, la secretaria de la Función Pública del gobierno federal, Irma Eréndira Sandoval, protagonizó un dislate de dimensiones sustancialmente dramáticas al sugerir a la iniciativa privada que consideren la posibilidad de bajar sus sueldos para apoyar de esa forma las políticas de austeridad del actual gobierno. Me parece increíble dicha afirmación viniendo de ella, pues estando casada con el politólogo John M. Ackerman, lo menos que pudo haber hecho fue consultarlo con él, seguro le habría dicho como «El Piporro»: “Tanteyate cariño”. Después dijo que era “fake news’, que no había dicho lo que dijo y quedó grabado, y que era un invento de sus adversarios políticos.
Por otro lado, en el rumbo de la Secretaría de Educación federal, Esteban Moctezuma, el titular de la misma en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui dejó muy mal parado a su jefe AMLO y a todos los maestros que celebraron la cancelación de la reforma educativa peñista después de anunciar la propuesta para derogarla y dejar en la audiencia la idea de que con la propuesta educativa de AMLO se vale copiar. ¿Esto era lo que querían los maestros? ¿Esto es lo que celebraron los maestros? Si esto es cumplirles a los maestros, ¿dónde queda cumplirles a los alumnos? Un poquito de sentido común por Dios.
Espero que, tanto en la secretaria Eréndira como en el secretario Moctezuma sus expresiones hayan sido solo una emisión involuntaria de palabras que en esencia no se quiso expresar.
Esta incontinencia verbal nos puede llevar a los dislates. Un dislate es un dicho o afirmación fuera de toda razón y orden. Espero que estos dislates no sean la regla en la 4T. Recuerdo que en la clase de ética en la universidad, esos lugares donde la actual propuesta de presupuesto de egresos de la federación de AMLO sugiere disminuirles los dineros, aprendí que uno es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras. Hoy agregaría que siendo funcionario federal y secretario de estado creo que los cánones indican que uno debe medir lo que dice y lo que calla de forma casi obsesiva. No tanto que lleve a una comunicación distante y corta, sino que nos lleve al dichoso y fascinante punto medio para no arrepentirse de lo que se dice, ni quedar con cuentas pendientes con lo que no se dijo.
Todo esto me lleva a recordar a Rubén Aguilar Valenzuela quien es conocido como el vocero de Los Pinos en el sexenio de Vicente Fox. Es el personaje que entonces acuñó la frase: “Lo que el presidente quiso decir…”. Y que no hacía otra cosa más que intentar tapar el sol con su dedo presidencial.
Decía el fino escritor mexicano José Martínez Ruiz, Azorín, en su libro titulado “El Político” que es necesario tener en cuenta que las personas reservadas son tenidas siempre con cierta consideración y con cierto interés. En muchas cosas de la vida mantener la duda respecto a la opinión que tenemos sobre tal o cual asunto o acontecimiento es mantener la saludable e invaluable expectación.
Siempre fui en mi familia el que quería hablar en todos los eventos. Un día mi padre me dijo: Gana más para la fama quien sabe callar y quien sabe decir lo preciso. No sé si aprendí la lección paterna.
El tiempo hablará.