De política y cosas peores

19/11/2018 – Don Algón, salaz ejecutivo, pasó un fin de semana en Cuernavaca con una linda chica a la que conoció en un bar. Terminado aquel buen fin le preguntó, evocador: «¿Olvidarás alguna vez, preciosa, lo que hicimos en estos dos días de pasión?». La interrogada preguntó a su vez: «¿Cuánto me das por olvidarlo?». El encargado de la recepción en el hotel les informó a Babalucas y a su esposa: «Por el precio de la habitación tienen ustedes derecho a dos niños gratis». El badulaque se amoscó: «¿Y para qué diablos queremos dos niños, aunque sean gratis?». Don Chinguetas le contó a doña Macalota, su mujer: «Anoche tuve un sueño muy extraño. Soñé que un hombre guapo y joven te iba a hacer el amor. Yo me interpuse, e hice que se alejara y te dejara en paz». «¡Ah! -se irritó doña Macalota-. ¡Como siempre, metiéndote en lo que no te importa!». En el próximo Presidente de México se nota un evidente ánimo revolucionario. La anunciada Cuarta Transformación es presagio de cambios radicales, pues López Obrador ha dicho que se propone hacer de México un nuevo país, distinto por completo de éste en el cual hasta ahora hemos vivido. Sus declaraciones han empezado a concretarse aun antes de que tome posesión de su cargo, y han sido causa de inquietud o enojo para algunos sectores. Ciertamente hay muchas cosas que se deben cambiar. A gritos lo está pidiendo la ciudadanía. Tales cambios, sin embargo, han de hacerse con buen juicio, sin vulnerar los principios de libertad y democracia en que se finca la vida republicana, y sobre todo mirando siempre al bien de México y de los mexicanos, no a la consumación de ocurrencias caprichosas que hagan que a quien las lleva a cabo se le compare con un chivo en cristalería. En una escuela de la cual fui profesor se presentó una planilla para la elección de presidente de la sociedad de alumnos. Su lema de campaña fue: «Por una revolución sin cambios». Los mexicanos no queremos eso, una revolución que nada cambie. Sabemos que en nuestra vida pública hay muchos vicios e incontables fallas que deben desaparecer. Todos deseamos que AMLO logre esa transformación, y que cumpla uno de sus lemas de campaña: «Primero los pobres», pues si bien hemos hecho avances de consideración en los valores de la libertad y el ejercicio democrático, en lo que atañe a la justicia social estamos trágicamente atrasados, y la pobreza sigue siendo un grave problema sin solución. Al mismo tiempo esperamos que el ánimo de transformación del nuevo mandatario no nos lleve a un peligroso radicalismo de esos que generalmente desembocan en autoritarismos caudillistas, en populismos demagógicos. Un proverbio mexicano ejemplificaría la prudencia y el buen sentido que todo gobernante debe mostrar en su gestión, especialmente si el país que habrá de gobernar se encuentra en situación difícil. Ese sabroso dicho, aplicado a quienes cargan la imagen de una procesión, dice así: «Con tiento, santos varones, que el Cristo está apolillado». Cierta mujer se estaba refocilando en el lecho conyugal con un hombre que no era su marido. Llegó éste y la sorprendió en el trance. «¡Eres una infame! -le dijo hecho una furia-. ¿Así faltas a la fe que me juraste al pie del ara? ¡Peliforra!». Replicó ella: «Por favor no uses palabras raras en la casa, y menos en presencia de extraños. Además tú también me has engañado muchas veces». «Tienes razón -reconoció el marido-. ¿Te parece si olvidamos nuestras mutuas faltas y hacemos borrón y cuenta nueva?». «Me parece muy bien -aceptó la señora-. Pelillos a la mar». En ese punto intervino el sujeto que estaba con la señora. Le preguntó: «Ahora que ya se arreglaron ¿podemos continuar?». FIN.

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