Armando Fuentes Aguirre
24/04/15
«Mami -preguntó Pepito-, ¿por qué en los anuncios de automóviles ves gente manejando, y en los de tenis para correr ves gente corriendo, y en cambio en los anuncios de condones no ves la correspondiente actividad?». El curita recién ordenado le pidió al padre Arsilio que lo oyera cuando estuviera confesando y luego le diera su opinión acerca de su desempeño como confesor. El buen sacerdote escuchó cómo el curita confesaba a las señoras de la Cofradía de la Reverberación, y luego declaró: «No lo hiciste tan mal, hijo. Pero me habría gustado escuchar unos pocos más ¡Dios mío! y unos pocos menos ¡Uta madre! «. La suegra llevaba ya tres meses de visita en la casa de su yerno. Le dijo él cautelosamente: «¿No cree usted, suegrita, que su esposo y sus hijos la extrañan?». Contestó la matrona: «Tienes razón. Les pediré que vengan». Don Ulpiano, juez de lo familiar, amonestó al sujeto que en estado de ebriedad había disparada un rifle contra su mujer. Le dijo en tono de reproche: «He ahí los funestos efectos de la bebida». «Es que andaba borracho, señor juez -trató de justificarse el individuo-. Por eso le disparé a mi esposa». «He ahí los funestos efectos de la bebida -repitió el juzgador, solemne-. Afortunadamente erró usted el tiro». «Sí -replicó el sujeto, amohinado-. He ahí los funestos efectos de la bebida». Pessima tempora, plurimae leges. Cito de memoria ese proloquio jurídico latino y lo traduzco libremente: cuando los tiempos son peores es cuando se hace el mayor número de leyes. Malos tiempos vivimos hoy los mexicanos, aplastados bajo el pulgar de los políticos. Han formado ellos una casta que se siente superior a la gente común, y de ese insano sentimiento de superioridad deriva toda suerte de abusos, desafueros, excesos y ostentaciones. (Se citan por riguroso orden alfabético). Acaba de aparecer una Ley Anticorrupción que -se supone- pondrá freno a esos males. No servirá de nada la tal ley, me atrevo a predecir. Y no es difícil hacer ese pronóstico: las leyes no funcionan ahí donde hay impunidad, donde la cárcel es solamente para los pobres y para los que no jugaron el juego del poder como se debe jugar. En esas circunstancias -en esa circunstancia- la festinada y festejada ley contra la corrupción caerá en el vacío. Cierto señor leyó el artículo de una escritora feminista que afirmaba que el 80 por ciento de los hombres no saben de qué color tiene los ojos su mujer. Trató de recordar el color de los ojos de su esposa, y hubo de reconocer que no podía decirlo. Cuando llegó a su casa la señora dormía ya. Le levantó los párpados y dijo luego: «¡Negros!». De abajo de la cama salieron dos morenos. Uno le preguntó asombrado: «¿Cómo supiste, chico, que estábamos aquí?». La mujer de Empédocles Etílez le reclamó llena de enojo: «¿Por qué llegaste anoche medio borracho?». Explicó el temulento: «Porque se me acabó el dinero».Una madura señorita soltera llamada Himenia Camafría decidió poner un establo de vacas lecheras. Para eso fue a una granja y le pidió al granjero que le vendiera diez vacas y diez toros. Le dijo el hombre: «Señorita: para diez vacas con un toro es más que suficiente». «No -respondió Himenia-. Quiero diez toros. Yo sé lo que es pasar la noche sola». Don Chinguetas y doña Macalota sostenían su enésimo pleito conyugal. Masculló la mujer: «Debí atender el consejo de mi madre. Ella no quería que me casara contigo». «¡Dios del Cielo!» -exclamó don Chinguetas, consternado-. ¡Qué mal he juzgado todos estos años a esa santa mujer!». Un romano del tiempo de Nerón le dijo muy preocupado a otro: «Las uvas se han puesto muy caras. Una orgía más y quedaré arruinado». Una vedette se jactaba, presuntuosa: «A mí nadie me ve la cara». Le preguntó una amiga: «¿Cómo le haces?». Contestó la vedette: «Actúo sin ropa». Estaba lloviendo y hacía frío mucho frío. La esposa de Babalucas comentó: «Seguramente hoy no va a salir el sol». Replicó el badulaque: «¿Saldrías tú en un día así?». El enano del circo medía 1metro 20 de estatura. Lo vio al natural una atractiva chica y le dijo: «¡Qué lindo eres! ¿Me permites que te dé un besito?». «Un besito sí -concedió el chaparrín-. Nada más, por favor, no chupes. Antes yo medía 1 metro 80». (No le entendí). FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
A veces no entiendo a don Abundio, el viejo campesino del Potrero.
Cada año insiste en que se le haga su fiesta a Nuestra Señora de la Luz, la patrona del rancho, y paga de su bolsa a los matachines que van a danzar frente a la iglesia. Tiene sobre la cabecera de su cama un bello cuadro del Sagrado Corazón, y se persigna siempre cuando sale de su casa a la labor.
A pesar de eso en ocasiones dice cosas de hereje. El otro día, por ejemplo, granizó en Ábrego. Los manzanos y los nogales perdieron buena parte de su flor, lo mismo que los ciruelos y los durazneros. Este año habrá muy poca fruta.
Después de la granizada don Abundio comentó enfurruñado:
-Si Diosito realmente nos quisiera haría que siguiera lloviendo de arriba hacia abajo, pero que granizara de abajo hacia arriba.
Le digo a doña Rosa:
-No entiendo a don Abundio:
Responde ella:
-Yo llevo 60 años viviendo con él, y tampoco lo entiendo.
¡Hasta mañana!…