*SEGUIMOS EN LÍNEA
*EL FÚTBOL ASESINO
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5/10/2018 – En 2017, los torpes asesores de la cúpula del poder creyeron que sería adecuado, para hacer resplandecer a sus patrones bajo las candilejas de la popularidad, expulsar a la sociedad civil de las labores de rescate y después pretender administrar, a la brava, las donaciones y los transportes rebosantes de ayuda de los mexicanos de distintas entidades hacia las zonas de desastre, como ocurrió en Morelos para la desgracia política del afanoso esposo de la señora Elena Cepeda, el gobernador saliente Graco Ramírez, uno más de los mandilones incapaces de poner el orden, siquiera, a su alrededor personal. (Y éste, de modo alguno, es un comentario misógino sino un señalamiento en pro de la verdadera igualdad y, en este caso, el respeto al voto de la ciudadanía sin destino hacia la dama sino al protagonista miserable).
A pocos días de la tragedia, cuando marinos y militares –algunos heroicos, debe decirse, porque son carne y uña del pueblo aun cuando no lo defiendan, como quisiéramos, al recibir órdenes de sus respectivos mandos en plena confusión de lealtades: recuérdenlo, primeo está México y éste no es su gobierno sino quienes deberíamos ejercer, siempre, la soberanía popular. Ahora hay quienes se ponen medallas que les llevarán al ardor del inframundo en donde les serán arrebatadas.
El señor peña creyó que bastaría visitar las comunidades devastadas –este año no lo hizo sin mirar siquiera las catástrofes por inundaciones en Sinaloa, Sonora y Chihuahua- y simular que subió cajas de ayuda, al lado de su “gaviota”, a un camión sin percibir que se videofilmó la escandalosa puesta en escena con él mismo colocando las cámaras y prohibiendo –lo que no pudo lograr- que a través de celulares se exhibiera la farsa. ¡Qué pesar tan grande contar con el “presidente selfie”, al sur de donde manda “el mandatario twittero” y al norte del “rey de la parodia política” de Guatemala! Vaya destino cruel nos ha dedicado el presente.
Ni qué decir de quienes asaltaron una caravana con ayuda para los infelices que lo perdieron todo, violaron a una chica y se llevaron los víveres con escarnio absoluto para la nación en tierras de Morelos. Este es el México negro en donde también es posible edificar sin permisos y materiales baratos sin que nadie responda después por los derrumbes y, sobre todo, por las muertes de tantos cientos de mexicanos, algunos de los cuales apenas habían pagado dos meses de rentas en uno de esos rascacielos que esconden las complicidades más oscuras, por ejemplo con el ahora senador y entonces falsario “presidenciable” Miguel Ángel Mancera Espinosa.
No merecemos los mexicanos vivir en este drama inmenso… a menos que la cobardía nos haga bajar la guardia, pasada la emergencia, para posibilitar el suministro de la llamada “medicina del tiempo”, como llamaba Alfonso Martínez Domínguez a la amnesia colectiva como elemento sustantivo de la política manipuladora y rastrera. En el presente ya rebasamos todos los límites de la decencia y el responsable principal es uno solo, quien habita la residencia de Los Pinos. La impunidad, señor presidente electo, no permitirá ninguna lucha contra la corrupción; sería una farsa.
La Anécdota
Mientras el enajenado anaranjado, el “pato” Donald Trump –cuya figura ya aparece en el “Hall of Presidents” de Disneylandia, según me dicen, hablando serenamente lo que es tan falso como la cera o la robótica que envuelve a los muñecos-, confronta a todo lo que se mueve, los jugadores de fútbol americano, deporte al cual no soy afecto por su origen y violencia –ésta sí, no la que se atribuye a la tauromaquia-, se arrodillan al escuchar su himno para protestar contra el racismo.
Y, curioso, ahora sí se habla, cada vez más fuerte, de la enfermedad descubierta por el célebre médico nigeriano, Ben Omalu hace doce años –en 2002-, y nombrada ETC –algo así como encefalopatía traumática crónica-, por las afectaciones derivadas de los brutales golpes en el cerebro de los futbolistas. Ninguna fama, ningún dinero, justifican la lenta muerte de los protagonistas.
Trump se mete con ellos sin contemplaciones, apoyando de hecho a los racistas inmundos, y obligando a los dueños de los clubes a someter a los mismos a un régimen de opresión tan o más grave que en los años anteriores a la gran marcha de Martin Luther King en la década de los sesenta del siglo pasado. Un retroceso brutal, fascista, que debería obligar a los jefes de Estado, cuando menos, a una protesta similar a la que han lanzado contra el venezolano Nicolás Maduro Moro con tal de no verse excluidos de los favoritos de la “grisácea” Casa Blanca. Hitler le aplaudiría.
Nada más por llevarle la contraria al anaranjado, me propongo ver los juegos de Americano sin olvidarme que quienes participan en ellos van muriéndose en cada encuentro, poco a poco, cual si se tratase de enfermos por cáncer.