Desafío

*Décadas de Silencio
*¿Por qué no Buscan?

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28/09/2018 – Allá por 1990, la embajada estadounidense en México, encabezada por John Dimitri Negroponte –negro-puente le llamamos al considerar su turbio pasado incluyendo su paso sangriento por Centroamérica y otras naciones del llamado “tercer mundo”-, me envío una dura misiva en la cual conminaban a “rectificar” lo dicho, y corroborado, sobre las clínicas instaladas en la frontera sur en donde se realizaban trasplantes de órganos de niños mexicanos a favor de ancianos estadounidenses millonarios que pagaban una fortuna para prolongar sus míseras existencias.
No sólo no me retracté sino que, además, insistí en la embajada de referencia y a su titular que dialogáramos al respecto y al trayecto que seguían nuestros niños, emigrantes por la fuerza, desde regiones depauperadas del sur de México –Oaxaca, Chiapas, Guerrero, sobre todo-, hacia el norte de la frontera con Estados Unidos en donde, curiosamente, desaparecían. Había incluso una lista de los “hospitales” creados ex professo en el linde con nuestro país. Dijéramos que éstos proliferaban junto con las armerías –una cada dos kilómetros de frontera-, en brutal afrenta a la inteligencia, al raciocinio, esto es como si fuéramos imbéciles.
Desde entonces insisto en el tema y ya han pasado casi tres décadas. Ahora me horroriza enterarme que casi tres mil niños, en su mayoría mexicanos pero también provenientes de Centroamérica, han “desaparecido” de las manos de la Border Patrol, y demás agencias policíacas de aquel país, sin la menor explicación; les basta con un informe somero y superficial, equivalente a una alzada de hombros, para poner el punto final SIN que el gobierno mexicano actúe. Yo no sé si hubiera reaccionado igual peña en el caso de que alguno de sus hijos le hubiera dado ya un nieto para ser desaparecido entre las bambalinas del crimen.
Esto es lo que se sabe: mil quinientos niños se les perdieron a los órganos de seguridad de USA en septiembre y otros más, mil 475 pequeños, en abril. Casi la misma suma como si se tratase de una remesa organizada y bien pagada en los suburbios oscuros de la barbarie y ante los ojos de quién sabe cuántos genízaros listos a mirar hacia otro lado mientras pasan los bebés y los niños raptados ominosamente o, peor aún, vendidos por los padres para salvaguardar a sus demás familiares del hambre y la delincuencia que mata si no se respetan sus órdenes. ¿Estará enterado de esto el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez, siquiera de oídas?
Nunca la vileza humana llegó a tanto. Por desgracia, ésta será otras de las herencias negras que legará peña al presidente electo quien, de seguro, al ser el “único” mexicano que ha visitado todos los municipios de México –hasta debajo de las piedras también-, tendrá información bastante sobre ello; de otra manera tendríamos que suponer otra condición en él, la de turista privilegiado. Pero no. Él sabe y actuará en consecuencia.
La Anécdota
Privilegian el cincuentenario de la masacre de Tlatelolco -¡no se olvida!-, con casi todos los protagonistas oficiales muertos o en calidad de momias, como echeverría. A cambio de ello son menos quienes alzan los puños para insistir en que en la Normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa, muy cerquita de Tixtla, la cuna del gran Vicente Guerrero, hay más de cuatro decenas de pupitres vacíos, en la cancha de basket y con la manta con una leyenda paternal que dice:
“Jamás dejaremos de buscarte”
Pero… aunque tal se dice, hay resistencia para excavar el sitio en donde los colegas de la región insisten en que debajo del cemento, sobre la carretera entre Iguala y Cocula, aplastados a lo largo de treinta metros, están los cadáveres de veinte de los 43 muchachos agredidos por efecto de la barbarie. Allí están casi la mitad de los desaparecidos; los otros se salvaron en la orilla y ahora sobreviven, como pueden y con otro nombres, en distintas normales rurales del país, del norte hasta el sur.
¿Lo saben los padres? Si no es sí, qué se abra la investigación respectiva como un clavo, el más candente, en el ataúd político de peña nieto.

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