Septiembre
20/09/2018 – Mi querido y dilecto lector, dice un dicho popular que septiembre o seca las fuentes, o se lleva los puentes. Y definitivamente es un espacio de tiempo de treinta días que hay que ver con mucho respeto en función de la historia que en dicho mes se ha escrito en diversos puntos cardinales de nuestro planeta.
Según la documentación histórica el nombre obedece a que Septiembre era el séptimo mes del calendario romano pero lo corrieron dos meses por los homenajeados personajes romanos Julio y Augusto que ahora forman parte de la distribución y división del tiempo como lo concebimos en nuestros días en los meses de Julio y Agosto dentro de la medición de los días conforme al calendario Gregoriano, el cual fue avalado por el Papa Gregorio XIII, quien no quiso un mes con su nombre pero aplicó los doce meses con su nombre, casi nada, y promulgó su uso por medio de la bula Inter Gravissimas.
Te preguntaras con justa razón sesudo lector la razón de este panegírico al noveno mes del año y la respuesta a tu interrogación es simplemente porque en mis cortas lecturas cotidianas referentes a la historia de la humanidad encuentro sumamente interesante puntualizar ciertos eventos que pudieran alimentarnos la cultura o de perdido el morbo.
La primera alusión en la cronografía histórica es que el 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas invaden Polonia y empieza la soberbiamente llamada Segunda Guerra Mundial la cual solo incluyó a los países de Europa y dos invitados, Japón y EU, uno por cada bando, la cual duró seis largos años y dejó una lección con una impronta difícil de olvidar que ahora cada vez que las grandes potencias no se ponen de acuerdo en puntos torales de su relación y que el fantasma de la guerra merodea sus asuntos, siempre funciona en aras de la paz recordar aquella fatídica guerra y que apliquen su diplomacia y se olviden de aquella legendaria frase de nuestra adolescencia: “El que escupa primero” y que mejor guarden sus resorteras atómicas.
La historia es cruel e inflexible y en orden estrictamente cronológico vale mencionar el 11 de septiembre de 1973 en Chile, donde se produce un golpe de Estado y comienza la dictadura militar, que duraría hasta 1990. Este capítulo es una historia muy sabrosa que nos proyecta nítidamente la naturaleza humana en su versión más podrida. Mi apreciado lector, es una verdad de Perogrullo que la política es una cloaca. No es ni mucho menos la gran revelación. Ya lo sabíamos, no es necesario insistir. Pero hay cloacas más fétidas que otras.
Permítaseme recordar que ese día, a primeras horas de la mañana, el, hasta entonces glorioso ejército chileno, hace gala de su esencia humana y traicionando una tradición que los honraba desde siempre, en un acto de bajeza repelente e inaceptable, eufemismo de “un acto muy pinche”, depuso al ínclito y perilustre presidente Salvador Allende e impuso una dictadura militar caricaturesca. No solo eso, caricaturesca y sanguinaria.
Cuenta la escritora Isabel Allende en un relato muy condimentado y con la fascinación de suponer que es una versión de primera mano, que en agosto del 73, jugando ajedrez con su padre, (Que manera de infundir inteligencia en su hija) y viendo que éste acostaba el rey, le preguntó por qué, y su padre, el presidente respondió melancólico y sin levantar la vista: “Ya no tengo peones, hija”.
Yo agrego que al leer estas revelaciones es imposible que no se le enchine a uno la piel a quien por medio de las letras conoce estos pasajes de la historia. En alguna ocasión en la novela Guerra y Paz de Tolstoi, el escritor ruso escenifica un diálogo entre Napoleón de Francia y Alejandro I de Rusia; es imposible no emocionarse frente a estas lecturas. En otra ocasión las traeré para ti curioso y sensible lector. Perdón por la digresión, prosigo con mi relato original.
En esos mismos días en Chile, el general Carlos Prats había sido obligado a renunciar como jefe máximo del ejército. Y lo curiosa y perversamente paradójico fue que él mismo es quien recomienda como sustituto a un militar de carrera, fiel e impecable, de nombre Augusto Pinochet. Ufff. El resto de la historia tú y yo la conocemos. La moraleja irremediable es que la naturaleza humana es altamente impredecible para nosotros los mortales. Sin andar como paranoico, espéralo todo de todos.
El 19 de septiembre de 1985 lo tenemos perfectamente registrado en nuestra historia, la tragedia tocó las puertas de nuestra existencia como país, y para ser más exactos, tocó y entró prácticamente sin avisar. Como chivo en cristalería. Las fechas se convierten en una obstinada repetición. El 11 de septiembre de Chile se convierte en el de EU en otras circunstancias. Y el 19 de septiembre de México se repite como un cruel dejà vu en la misma ciudad.
El tiempo hablará.