23/08/2018 – Manifestó un sujeto en la cantina: «La vida sexual de mi esposa y mía ha mejorado considerablemente desde que tenemos camas separadas». Preguntó uno, extrañado: «¿Cómo es eso?». «Sí -confirmó el tipo-. Su cama está en nuestra casa, y la mía en otra». (¡Ah, cuán cierto es lo que dijo Shakespeare: «Hanging and wiving goes by destiny». La horca y el matrimonio son cosa del destino. «El mercader de Venecia», II, 9).La maestra del jardín de niños les indicó a los pequeños: «Vamos a contar con los deditos del 1 al 10». De inmediato Pepito se abrió la portañuela o braguetita. «¿Por qué haces eso?» -le preguntó con inquietud la profesora. Respondió Pepito: «Es que yo sé contar hasta 11». Doña Chalina le comentó a su esposo: «En la merienda de los jueves hicimos una encuesta para determinar quién es la más chismosa del grupo». Quiso saber el señor: «¿Y quién sacó el segundo lugar?». Aquella muchachita adolescente tenía un noviecillo de su misma edad. Una amiga le dijo: «Te vi en el cine besándote con Acnerino. ¡Qué bárbaros! ¡El besó duró 5 minutos!». Explicó la chiquilla: «Es que se nos trabaron los frenos».Una cosa me gusta de López Obrador, a más de su afición por el beisbol. Es la reivindicación que ha hecho de la figura de Madero, a quien atribuye con justicia la segunda gran transformación de México después de la primera que hizo Juárez y antes de la tercera que Lázaro Cárdenas cumplió. Durante el largo tiempo de la dominación priista la figura del Apóstol de la Democracia fue postergada por los llamados «gobiernos revolucionarios», pese a que él hizo la Revolución. Y se explica el ninguneo oficialista: la palabra «democracia» era anatema para el PRI; equivalía a mentar la soga en casa del ahorcado; y lo del sufragio efectivo, aspiración fundacional del coahuilense, le recordaba al prigobierno sus pecados electorales; sus socaliñas y sus fraudes. Aun en Saltillo, capital del estado que es cuna de Madero, se advierten todavía indicios de esa relegación: el bulevar principal de la bella ciudad lleva el nombre de Carranza -a quien tampoco se han de regatear méritos-, en tanto que una muy breve y antiquísima calzada, la que conduce a los panteones citadinos, ostenta en forma casi vergonzante el nombre de aquel prócer impoluto, todo bondad, todo idealismo, que -dijo alguna vez López Mateos- no se manchó las manos ni con oro ni con sangre. Celebro entonces -saludo, para usar la expresión empleada por los pocos izquierdistas que en este país quedan- el acierto de López Obrador de poner entre los grandes transformadores de México a don Francisco I. Madero. AMLO llegó a la Presidencia gracias al sufragio efectivo, buscado por el Apóstol y finalmente conseguido después de muchos años por los esfuerzos de la sociedad civil. Esperemos que jamás olvide la segunda parte del lema maderista. Doña Facilisa fue con su club de damas a visitar la estación de bomberos de la localidad. Vio ahí un tubo que le llamó la atención, y le preguntó al jefe de los apagafuegos: «¿Para qué es ese tubo?». Respondió el bombero: «Es para que los hombres puedan salir rápidamente en caso de emergencia». «¡Qué buena idea! -se alegró doña Facilisa-. ¡Voy a poner uno en mi clóset!». Babalucas estaba esperando el autobús cuando acudió a todo correr un policía. Le preguntó: «¿No vio a un individuo doblar la esquina?». «No -respondió el tontiloco-. Cuando yo llegué ya estaba doblada». El doctor Ken Hosanna habló con su paciente: «Le tengo dos noticias; una mala y una buena. La mala es que al hacerle la circuncisión se me resbaló el bisturí. La buena es que ninguno de los dos tenía señas de enfermedad maligna». FIN.
MIRADOR
En estos días ha llovido en el Potrero toda la lluvia de Dios.
Llega puntual el agua a bailar de puntillas en el techo. Yo estoy bebiendo en la cocina mi té de yerbanís, y el té me sabe más sabroso, y la vida me sabe más sabrosa aún.
Mi esposa me regañó porque cuando empezó a llover después de la sequía de meses salí de la casa y me puse bajo la lluvia con los brazos y el corazón abiertos. Quise que la anhelada agua fuera bautizo que me lavara el alma. Quise limpiar mis culpas de hombre de poca fe. Me dijo mi mujer al ver que me mojaba todo: «Vas a enfermar». ¿Acaso esta agua celestial puede traer enfermedad consigo?
Ahora el ancho arroyo va colmado, y en las labores las acequias cantan su canción. Se llenarán los senos de la tierra, y las sabias raíces de los árboles los buscarán para beber de ellos. El bosque no temerá ya la amenaza de las llamas, y cada cabra parirá dos cabritos, pues tienen seguro el alimento.
El campo luce ahora el color de la esperanza. La vida, la eterna vida, seguirá.
¡Hasta mañana!…