Rafael Loret de Mola
02/07/2018
*Cuenten y Cuenten
*Seamos Demócratas
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Para que este dos de julio el INE cumpla su palabra, tantas veces sesgada o traicionada, deberá dar los resultados de la elección presidencial sin cortapisas ni vaivenes ni caídas del sistema de cómputo ni marrullerías como las que Manuel Bartlett, ahora partidario de Andrés desde su escaño del Partido del Trabajo, interrumpió el cauce de la democracia en 1988, el año terrible con el que culminó su deplorable sexenio Miguel de la Madrid, con este mandatario encerrado en el Palacio Nacional durmiendo sobre un sofá y con zapatos puestos… por si tenía que correr.
Fue ese año, precisamente, tras un fraude escandaloso que posibilitó la asunción de carlos salinas de gortari, cuando, lleno el zócalo por la protesta ciudadana, Cuauhtémoc Cárdenas –quien no esperaba la victoria-, frenó las intenciones de Porfirio Muñoz Ledo en el sentido de “tomar” el Palacio Nacional y proclamar la victoria del fugaz Frente Democrático y de su abanderado, el mismo Cuauhtémoc:
–Si entramos –le dijo Cuauhtémoc a Porfirio-, correrá la sangre y no me quiero manchar las manos ni el espíritu.
Meses después, en el café de los azulejos y de las nostalgias maderistas y zapatistas, Muñoz Ledo me habló de suceso y de aquella decisión que confluyó a la fundación del PRD, en febrero de 1989:
–No puedo negarte que me sentí como el Padre Hidalgo en el Monte de las Cruces: de haber hecho suya a la Ciudad de México, tras ganar en la sierra, México se habría ahorrado once años de guerra y acaso las muertes del propio Hidalgo y de Morelos –aunque éste asumió el liderazgo después de la ejecución del inmenso Cura de Dolores-.
–¿Y eso por qué, Don Porfirio?
–Quizá ahora nos cueste más trabajo, y mucha sangre, llevar a la izquierda al Palacio Nacional.
Posiblemente tenía razón si consideramos que pasaron tres décadas desde aquel suceso y es ahora, apenas, cuando volvió a rugir “el tigre” como señalaron miles de mexicanos ante la eventualidad de un fraude comicial. ¡Mucho cuidado si este espacio de tiempo, del domingo al lunes, sirve para fraguar una manipulación cibernética, al estilo de lo que sucedió en la Unión Americana, que paralizaría al país, por decir lo menos! Porque, claro, no podría entender, por ejemplo, que los panistas y perredistas derrotados no sumaran voces y empeños para consolidar el éxito de la democracia, al fin, tras largos años de simulación política. Hablamos de treinta, cuando menos, la edad de muchos de quienes participaron en el evento comicial y hasta doce años más de quienes acudieron a las urnas por primera vez.
De nueva cuenta, el ejemplo lo da la sociedad dispuesta a no dejarse engañar con las triquiñuelas ni la “medicina del tiempo” que tiende al olvido de las mayores afrentas. Como nunca está México de pie… y listo a escuchar.
La Anécdota
Cuando pasen los nubarrones de tormentas, todavía estamos en las tinieblas de la incertidumbre pese a la evidencia sobre el virtual ganador de la justa electoral, tendremos, todos, que preguntarnos cómo entendemos la democracia. Lo subrayo porque, a lo largo de los últimos días –y sobre todo la semana final de junio-, los radicalismos se acentuaron al grado, por ejemplo, de negar lo evidente: el cierre de Ricardo Anaya en la Ciudad de México con miles de seguidores del PAN y el PRD, sobre todo, y hasta las imágenes de Toluca con un Meade acelerado enfatizó, como si pronosticara un fraude mayúsculo: “qué nadie se sorprenda si ganamos el primero de julio”.
Ya vienen los resultados y, bien sabemos, que la única falacia insostenible sería gritar la victoria del continuismo –la del PRI y su jauría-, sobre escrutinios sucios de origen, como se ha acreditado ampliamente en los casos de Yucatán, Campeche, Veracruz, Tamaulipas y Puebla –esto es como si el Cártel de Golfo hubiese revirado para lanzarse a la garganta de Andrés-, y comenzar a negociar parcelas de poder a costa y a espaldas de la voluntad de los votantes.
La moneda sigue en el aire.