Las razones del desamor
26/04/2018 – Veo difícil que Anaya alcance a AMLO, veo igual de difícil que Meade alcance a Anaya, y que Meade alcance a AMLO simplemente lo veo imposible. Hector Aguilar Camín.
Querido y dilecto lector, me declaro adicto al estudio de la naturaleza humana que me lleva a ver con lupa la conducta del género homo sapiens, pues es fascinante observar con detenimiento las diversas posturas conductuales que tenemos en el extenso abanico de posibilidades de, ser o no ser, como enfáticamente diría Shakespeare en la voz de Hamlet. En ese tenor es imposible, casi inevitable no abordar las diferentes aristas que proyectan en el comportamiento de los mexicanos el tema electoral que hoy resulta obligadamente monotemático en el diálogo cotidiano de la gente común. Los hay quienes ya están en el paroxismo del hartazgo del tema que incluye a los candidatos, al debate y todos los anexos referentes al punto en cuestión.
La cascada de reacciones que se da, no me permite hacer juicios determinantes en el momento que ocurre la andanada de eventos, pero no deja de llamarme acentuadamente la atención ciertas posturas de la ciudadanía que se derivan como causa efecto de hechos históricos que en su momento no se vio el alcance electoral que, con el paso del tiempo se iba a destilar dando por resultado la candidatura, hasta ahora, fuerte de quien en dos ocasiones ha sido presentado como un peligro para México.
Esto no es una crítica a AMLO, personalmente creo que ya ha sido muy criticado y se ha convertido en todo un reto para los estrategas de los otros partidos buscar la criptonita política que le quite fuerza, pues hasta ahora no han podido debilitarlo y al contrario, pareciera que mientras más lo atacan menos daño le hacen. Se pitorrea de sus contrincantes estableciendo agenda política, fantochea como alumno de primaria con sus oponentes al decirles que ni en bolita le hacen bulto.
Creo que la corrupción y la impunidad que nunca terminaron de corregir en forma mínimamente aceptable en el gobierno federal, tanto el PRI, como el PAN en su momento, es lo que ha abonado en el crecimiento de la figura de este personaje que encarna una esperanza que a veces raya en lo absurdo y en lo populista, pero que es entendible frente a un electorado que ya no cree el “de veras, de veritas” de los candidatos que representan la opción política antagónica del tabasqueño.
En lo general, como mexicanos somos personas que necesitamos creer en algo o en alguien, incluso tantos años creímos en un sistema que nos decepcionaba en un presente continuo, es decir en forma periódica y constante cada seis años, pero en el subconsciente colectivo veíamos al gobierno como ese papá nefasto que cada que la regaba actuaba un arrepentimiento que nos convencía y lo perdonábamos mucho antes de que nos solicitara nuestra indulgencia hasta que, devaluación tras devaluación, gasolinazo tras gasolinazo, de Oceanía con el PAN pasamos a Odebrecht con el PRI, hasta que se acabó la última gota de credibilidad. Hubo una generación de políticos que creyó que la ciudadanía lo aguantaba todo y nunca estuvo en sus planes frenarse en su espiral de corrupción.
Querido lector, no me juzgues de morenista, mi voto aún no lo defino, pero me puse a indagar, ¿Qué lleva a una sociedad a realmente querer un cambio a pesar del supuesto peligro que dicho cambio representa para México? Me sorprende que no pocas personas, supuestos panistas y supuestos priístas, me dicen que su voto será para AMLO, pero inmediatamente después me dicen, no le digas a mis compadres porque me dejan de hablar.
¿Qué lleva a los miembros de una sociedad a querer votar por un personaje? que aglutina entre sus filas a políticos de la calidad de Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia y Manuel Bartlett, quien se robó las elecciones en 1988 a favor de Carlos Salinas de Gortari, el supuesto jefe de la mafia en el poder.
Es decir, es tal el hartazgo de la ciudadanía que no ve la incongruencia de quien va en primer lugar en las encuestas. Tanto han decepcionado y mentido quienes han ostentado el poder que, en la mente de muchos, la versión oficial en automático es mentira, aunque no siempre es así.
Para muestra otro botón, el caso de los departamentos de AMLO en la Ciudad de México, a pesar de que el candidato Meade ha mostrado con documentos la veracidad de su afirmación, es tal la falta de credibilidad del sistema que al candidato morenista se le cree, solo porque él lo dice sin mostrar ningún documento.
Hay indicios para suponer que AMLO, de llegar a la presidencia, será un gran chasco y una gran decepción, pero tenemos esa necesidad de creer en alguien aunque no lo merezca y aunque sus referencias indiquen mínimamente que la medicina tendrá efectos secundarios que aún no alcanzamos a vislumbrar. Quienes nos piden que no le creamos ya no tienen credibilidad; y como bien dice William Faulkner, entre el dolor y la nada, prefiero el dolor.
El tiempo hablará.