Jorge Chávez
13/02/18
Crónica de una derrota anunciada
Nuestro actual sistema político, propicia un estilo personal, y no institucional, de gobierno, con todas las consecuencias que esto supone. Daniel Cosío Villegas.
Como analista y columnista estoy perfectamente consciente de los muchos ciudadanos que jamás se asoman a la letra escrita, esa es una realidad irremediable, por eso cuando observo columnistas muy petulantes me pregunto: ¿Por qué tu presunción en un país que muy pocos leen? Eso se llama vanidad y presunción de espíritu diría el rey Salomón en sus escritos milenarios. Una incongruencia.
Y hablando de incongruencias, muy estimado lector, permítame decirle que la alternancia vivida en Tamaulipas se ha llevado a cabo en otros estados de la República y, se ha ido el PRI y ha entrado a gobernar el PRD o el PAN y ha retornado nuevamente el PRI como es el caso de Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Jalisco, Nuevo León y Oaxaca, entre otros. Los gobiernos que han llegado con la alternancia no han sido lo suficientemente diferentes y mejores como para ser ratificados en el siguiente proceso electoral. Lo que sí sirve de mucho, es que la alternancia llegó para quedarse, es la factura que pasan los ciudadanos a los partidos por quedar mal; y a pesar de que la memoria colectiva es muy corta, no lo es tanto como para no votar en contra de malos y decepcionantes gobiernos.
La pregunta obligada es, en los casos de las alternancias en los estados mencionados, ¿por qué un partido que batalló para llegar al poder no repite en la siguiente elección? En estos casos, sucede que el poder verdaderamente transforma a las personas, es decir, son unas cuando son oposición, y son otras, diametralmente opuestas, cuando son gobierno. Ahí radica el punto de coincidencia. Uno presume que al detestar, siendo oposición, los modos de política omnímoda, ubicua, arbitraria e incluso caprichosa que criticaban, al llegar a ser gobierno obrarán en consecuencia, y no ha sido el caso, en esas alternancias lo que ha sucedido es que gobierna otro partido pero con las mismas formas. Lo ideal sería que al darse la multicitada alternancia se promoviera que las instituciones sean más fuertes que el gobernante para, de esta manera, frenar con eficacia la acción pública puramente personal que se criticaba de los gobiernos anteriores.
Cabe señalar que como ciudadanos nos toca madurar y entender lo que ratifica el escritor Enrique Krauze, que en las alternancias lo que ha faltado es entender que como gobierno se debe depender de un acuerdo institucional y no de una voluntad personal, del arbitrio de un hombre de carne y hueso. Con ello estamos obligados a aprender que, en los políticos debemos observar, en la medida que se pueda, cinco puntos, que son muy reveladores para saber si nos conviene o no votar por ellos. A saber, su temperamento, su carácter, sus prejuicios, su educación y su experiencia. El temperamento es un dato biológico, podemos decir que es lo único en lo que no tienen culpa, lo heredaron de sus padres o sus ancestros, todos estamos obligados a controlar esa pantera dentro de nosotros; mientras que el carácter es un dato moral, aquí ya entra la voluntad de los susodichos. El tercer elemento son los prejuicios que cada hombre abriga y que pueden acentuarse al tener en sus manos un gran poder.
El cuarto elemento es la educación, es el más firme de todos. Entendiendo que no se adquiere tan solo en la escuela sino en el hogar, en el círculo de amigos y conocidos y en el hábito solitario de leer, escribir y meditar. La última circunstancia definitoria de la personalidad es la experiencia, es decir, lo que puede enseñar a un individuo la vida que ha llevado. Y mi querido y dilecto lector es muy obvio que, quien ha tenido una vida difícil, estará mejor preparado para lidiar con problemas difíciles.
Usted me dirá, con justa razón que es muy incierto afirmar con alguna seguridad la influencia que tienen en una persona el temperamento, el carácter, los prejuicios, la educación y la experiencia ya que hay personas que justamente por razón de su temperamento, su carácter, sus prejuicios, su educación y su experiencia cubren su personalidad con un manto protector poco menos que impenetrable. Son los introvertidos, los que viven para adentro. Un buen ejemplo de ellos es, según se dice, el ex presidente Luis Echeverría Álvarez.
En el extremo opuesto están los que del modo más natural enseñan cuanto son, y cuanto quieren, y que, además, no pueden ocultarlo aún y se lo propusieran; así era el escritor regiomontano Alfonso Reyes, así soy yo, y, afortunada o desafortunadamente, así no pueden, o no quieren, ser los políticos.
Si los gobernadores tienen un poder inmenso es inevitable que lo ejerzan personal y no institucionalmente. En Tamaulipas el gobernador ha optado por el nepotismo y los panistas callados.
El tiempo hablará.