Armando Fuentes
05/01/18
Don Astasio llegó a su casa después de su jornada de 8 horas de trabajo como tenedor de libros en la Compañía Jabonera «La Espumosa», S.A. de C.V.- Colgó en la percha su saco, su sombrero y las dos bufandas que usaba en los días invernales, y luego se encaminó a su alcoba a fin de reposar un poco su fatiga antes de la cena. Lo que vio en el aposento no le gustó nada. He aquí que su esposa, doña Facilisa, estaba regodeándose carnalmente con un sujeto a quien llamaba «Negro santo» pese a que el individuo no tenía traza de africano ni daba muestra alguna de santidad. Se dirigió don Astasio al chifonier donde guardaba una libreta en la cual solía anotar inris para atafagar a su mujer en tales ocasiones. Volvió a la recámara y le dijo a doña Facilisa: «¡Botionda! ¿Qué significa esto?». Buscó la señora en su tableta la aplicación del Diccionario de la Real Academia Española y consultó: «Botionda. Botionda. La palabra se usa para aludir a una cabra en celo». No habló más don Astasio. Ahí no había nada qué hacer. Resignado a lo inevitable salió de la habitación y fue a su estudio a revisar su colección de cajas de rapé mientras llegaba la hora de cenar. Infortunado es el título de la biografía de Porfirio Muñoz Ledo, «Historia oral», e infortunada su lucubración en el sentido de que Peña Nieto «podrá utilizar al Ejército para reprimir la disidencia e impedir el triunfo de López Obrador. Quiere emplear la fuerza del Ejército, no contra los delincuentes, sino contra los demócratas». Al declarar tal cosa, que no pasa de ser una suposición, el gran gurú lanza al aire una fantasiosa -y tendenciosa- especie, la cual será asumida como verdad por los feligreses de AMLO, que ya ven a los soldados en las calles disparando contra quienes votaron por López Obrador. Una declaración como ésta de don Porfirio, hecha sin fundamento alguno, fincada sólo en una hipótesis imposible de probar -«Peña Nieto quiere emplear la fuera del Ejército contra los demócratas»- constituye un acto de supina irresponsabilidad que en nada contribuye a que la campaña por la Presidencia sea pacífica, ordenada y basada en verdades, no en elaboraciones mentales que enturbian el ambiente político, aumentan la crispación general y exacerban el radicalismo de quienes se acercan a estas cuestiones con más prejuicios que razones. Ya es tarde para que Muñoz Ledo cambie el nombre de su libro, pero no para que ponga en sus declaraciones más recto juicio y mayor ponderación. Dos hombres de negocios, amigos entre sí, se toparon en la calle. Uno le preguntó al otro: «¿Cómo te ha ido?». «No muy bien -respondió el otro con tristeza-. Me acabo de separar.». «Hiciste bien -opinó el primero-. Todos sabíamos que tu esposa te ponía el cuerno. Se le ha visto saliendo del Motel Kamagua con su profesor de tenis, su maestro de yoga, su entrenador del gimnasio, su agente de seguros, su asesor en el taller literario, su nutriólogo, su mecánico de confianza, su director espiritual. Yo mismo.». «¡No le sigas! -profirió el amigo, airado-. ¡Ah, esa mala costumbre que tienes de interrumpirme cuando hablo! Te iba a decir que me acabo de separar de mi socio». Babalucas y su mujer vieron por primera vez el mar. «¡Cuánta agua!» -se asombró la señora. Exclamó el badulaque con mayor asombro aún: «¡Y abajo hay más!». Los grandes hombres tienen a veces problemas en su trato con mujeres. Bach, por ejemplo, intentó una tocata con la organista de la iglesia, y ella le respondió con una fuga. Y Edison. ¡Pobre Edison! Su esposa le dijo una noche en la cama.: «No me importa que tú hayas sido quien inventó el foco. Con la luz prendida no». FIN.
OJO: Dice: «Me acabo de separar.». Así, con puntos suspensivos. Gracias.
MIRADOR.
El rey Cleto no creía en nada aparte de en sí mismo.
Un día le dijo, burlón, a San Virila:
-He oído que has convertido a millares de incrédulos y los has hecho tener fe. A ver: conviérteme a mí.
El frailecito hizo un leve movimiento de su mano, y el rey Cleto quedó convertido en sapo.
Se volvió San Virila hacia a los estupefactos cortesanos y les dijo con una sonrisa:
-Su Majestad no me dijo en qué quería que lo convirtiera.
Con eso se convirtieron los cortesanos.
El humilde monje hizo otro movimiento, y Cleto dejó de ser sapo y volvió a ser rey.
Lo vio San Virila y comentó:
-Creo que se veía mejor antes.
¡Hasta mañana!…