Armando Fuentes
30/12/17
¡Mañana! ¡Sí, mañana aparecerán aquí «Los chistes más pelados del año»! La carga de sicalipsis que llevan esos chascarrillos es tan grande que su desmesura no cabría en el estadio Azteca, ni podría con ella una flotilla de camiones de 35 toneladas. Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, leyó esas vitandas narraciones y sufrió un episodio de glutitis, o sea inflamación de las pompas, acompañado por tarestesia, o sea que las mencionadas pompas se le durmieron hasta el punto de no sentirlas ya. («Las tiene dormidas, sí -confirmó el esposo de doña Tebaida-. Ya oí los ronquidos»). Lean mañana mis cuatro lectores «Los chistes más pelados del año» y comprueben una vez más que el sentido de la moral está muy resentido. Sonorosa palabra es el vocablo «trípode». Trae consigo reminiscencias de antiguos ritos oficiados por sibilas judaicas, oráculos helénicos, arúspices romanos o sacerdotes druidas. Pues bien: las sociedades en que se vive dignamente son como trípodes sostenidos por tres bases: justicia, democracia y libertad. En México carecemos de justicia. Las leyes van do quieren reyes; vale decir que quienes tienen poder económico o político hacen caso omiso de ellas y las tuercen y violan a su antojo validos de un sistema judicial corrupto y obsecuente. La frágil democracia que tenemos es latosa, ruidosa y muy costosa, en manos como está de una partidocracia voraz que mira sólo a sus bajos intereses y se muestra indiferente al bien de la República. Y libertad no la gozamos plena por obra de una legislación de cariz fascista que arrolla a los ciudadanos y los somete a la irritante mensajería de un Gobierno que cree que las palabras sustituyen a los hechos, y de un cúmulo de partidos, partiditos, partidillos y partidejos que hoy sí y también mañana acosan a los ciudadanos con su monótona y chabacana propaganda. No somos libres los mexicanos, no. Estamos aherrojados por gobiernos en los que reinan la corrupción y el dispendio, y por partidos que nos obligan a a oír por fuerza sus mentiras. Menos gobierno deberíamos tener, y menos partidos. Sólo así seríamos más libres. Sólo así México sería un país mejor en vez de ir cada vez de mal en peor. Babalucas fue a una casa de mala nota y le dijo a la dueña del establecimiento -la madama, mariscala, madrota o mamasanta- que deseaba tener trato con una de las señoras que ahí hacían comercio con su cuerpo. La mujer le preguntó si disponía de pecunia suficiente para pagar lo que cobraban por sus servicios las damas en cuestión. «Traigo 300 pesos» -declaró con orgullo el badulaque. «¡Uh! -se burló la añosa daifa-. Con ese dinero apenas te alcanza para un trabajo manual». Dio las gracias el fallido cliente y salió de la ramería seguido por la mirada desdeñosa de la maturranga. Media hora después regresó. «¿Qué quieres ahora?» -le preguntó, impaciente, la mujer. Respondió Babalucas: «Vengo a pagar». Astatrasio Garrajarra llegó al domicilio conyugal a las 6 de la mañana después de una de sus cotidianas pítimas. Su esposa lo recibió enojada: «No me hables. Estoy de genio». «¡Ah! -exclamó con alegría Garrajarra-. ¡Si estás de genio cúmpleme un deseo que traigo!». Dos directores del cine francés conversaban entre sí. Dijo uno: «En mi nueva película el protagonista le besa los pies a su amante; luego le besa las piernas y los muslos; seguidamente le da besos en el mons veneris; después le besa el bajo vientre y el ombligo; en seguida le besa con ardor la grupa; a continuación le llena de besos los ebúrneos senos, y finalmente le besa los labios». Exclama el otro, escandalizado: «¡¿Los labios?!». FIN.¡Mañana! ¡Sí, mañana aparecerán aquí «Los chistes más pelados del año»! La carga de sicalipsis que llevan esos chascarrillos es tan grande que su desmesura no cabría en el estadio Azteca, ni podría con ella una flotilla de camiones de 35 toneladas. Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, leyó esas vitandas narraciones y sufrió un episodio de glutitis, o sea inflamación de las pompas, acompañado por tarestesia, o sea que las mencionadas pompas se le durmieron hasta el punto de no sentirlas ya. («Las tiene dormidas, sí -confirmó el esposo de doña Tebaida-. Ya oí los ronquidos»). Lean mañana mis cuatro lectores «Los chistes más pelados del año» y comprueben una vez más que el sentido de la moral está muy resentido. Sonorosa palabra es el vocablo «trípode». Trae consigo reminiscencias de antiguos ritos oficiados por sibilas judaicas, oráculos helénicos, arúspices romanos o sacerdotes druidas. Pues bien: las sociedades en que se vive dignamente son como trípodes sostenidos por tres bases: justicia, democracia y libertad. En México carecemos de justicia. Las leyes van do quieren reyes; vale decir que quienes tienen poder económico o político hacen caso omiso de ellas y las tuercen y violan a su antojo validos de un sistema judicial corrupto y obsecuente. La frágil democracia que tenemos es latosa, ruidosa y muy costosa, en manos como está de una partidocracia voraz que mira sólo a sus bajos intereses y se muestra indiferente al bien de la República. Y libertad no la gozamos plena por obra de una legislación de cariz fascista que arrolla a los ciudadanos y los somete a la irritante mensajería de un Gobierno que cree que las palabras sustituyen a los hechos, y de un cúmulo de partidos, partiditos, partidillos y partidejos que hoy sí y también mañana acosan a los ciudadanos con su monótona y chabacana propaganda. No somos libres los mexicanos, no. Estamos aherrojados por gobiernos en los que reinan la corrupción y el dispendio, y por partidos que nos obligan a a oír por fuerza sus mentiras. Menos gobierno deberíamos tener, y menos partidos. Sólo así seríamos más libres. Sólo así México sería un país mejor en vez de ir cada vez de mal en peor. Babalucas fue a una casa de mala nota y le dijo a la dueña del establecimiento -la madama, mariscala, madrota o mamasanta- que deseaba tener trato con una de las señoras que ahí hacían comercio con su cuerpo. La mujer le preguntó si disponía de pecunia suficiente para pagar lo que cobraban por sus servicios las damas en cuestión. «Traigo 300 pesos» -declaró con orgullo el badulaque. «¡Uh! -se burló la añosa daifa-. Con ese dinero apenas te alcanza para un trabajo manual». Dio las gracias el fallido cliente y salió de la ramería seguido por la mirada desdeñosa de la maturranga. Media hora después regresó. «¿Qué quieres ahora?» -le preguntó, impaciente, la mujer. Respondió Babalucas: «Vengo a pagar». Astatrasio Garrajarra llegó al domicilio conyugal a las 6 de la mañana después de una de sus cotidianas pítimas. Su esposa lo recibió enojada: «No me hables. Estoy de genio». «¡Ah! -exclamó con alegría Garrajarra-. ¡Si estás de genio cúmpleme un deseo que traigo!». Dos directores del cine francés conversaban entre sí. Dijo uno: «En mi nueva película el protagonista le besa los pies a su amante; luego le besa las piernas y los muslos; seguidamente le da besos en el mons veneris; después le besa el bajo vientre y el ombligo; en seguida le besa con ardor la grupa; a continuación le llena de besos los ebúrneos senos, y finalmente le besa los labios». Exclama el otro, escandalizado: «¡¿Los labios?!». FIN. MIRADOR. Me habría gustado conocer a Victor Buono. Hoy se cumplen 35 años de su muerte. Actor de cine y teatro, se le acabó la vida a los 42. Está casi olvidado. Si acaso lo recuerdan algunos devotos de las películas de ayer por el brillante papel que hizo en aquella película del cine llamado gótico, «What ever happened to Baby Jane?», con Bette Davis y Joan Crawford, papel que le valió ser nominado a un Óscar como mejor actor de reparto. Victor Buono era gordo, muy gordo, y alto, muy alto. Nadie habría adivinado al verlo que en ese tremendo corpachón se ocultaba un hombre tímido, sensible, que escribía poemas y conocía como pocos la obra de Shakespeare. Apartado de la ruidosa sociedad de Hollywood leía días enteros y cocinaba para sus amistades platillos de gourmet. Nació el mismo año que yo: 1938. Cuando cumplió 33 años dijo: «Soy moderadamente rico, algo famoso, guapo a mi manera, y relativamente joven: tengo 33 años. Jamás dejaré de ser moderadamente rico, algo famoso, guapo a mi manera y relativamente joven. Jamás dejaré de tener 33 años». Me habría gustado conocer a Victor Buono. Nunca dejó de ser como era. Nunca dejó de tener 33 años. ¡Hasta mañana!…