ORBE

Ma. Teresa Medina

04/12/17

México y su nueva “cultura política”

El México de 1917 con 14 millones de habitantes y el México de 1967 que sumaba 63 millones (4.5 veces más que el primero), no tienen punto de comparación política, económica y social, y mucho menos similitudes demográficas con el México de 2017 con 121 millones (INEGI), aunque otros cálculos no oficiales pero serios arrojan 125 o hasta 130 millones de habitantes.
Es decir, 9.2 veces más que el total de hace 100 años y más del doble de hace medio siglo, infiriéndose que en 50 años, en 2067, y al paso que vamos, seremos 260 millones de mexicanos.
Eso sería a grosso modo y de acuerdo a la lógica. Y también al margen de las muy técnicas e intricadas proyecciones del INEGI y Conapo.
Intento decir que el México de hoy es una nación sumamente compleja y difícil de gobernar, encallada en una tremenda crisis económica y social, desde luego no sólo diferentes a los escenarios de 1917 y 1967, sino con una serie de conversiones que lo han convulsionado al extremo de llevarlo a lo que no pocos analistas y políticos opositores han juzgado de Estado fallido.
Comenzando con la violencia que lo convierte en uno de los países más letales del mundo y un territorio sin ley, así clasificado por importantes instituciones internacionales y por la propia percepción de la mayoría de los ciudadanos.
Fenómenos acrecentados principalmente por tantos y perversos experimentos neoliberales que lo han convulsionado horriblemente, y por los que ahora se esperan mayores reacciones tanto de quienes están vendiendo literalmente al país como de un nacionalismo deformado que disputa el poder no precisamente por convicciones ideológicas y capacidades.
La nueva cultura política con la que el siglo XXI recibe a México, es a su vez una revolución de cambios impresionantes y extraños que se desconocen a ciencia cierta cuáles sean sus destinos y si alterarán por largo tiempo la salud de su pueblo y de sus instituciones.
No es coincidencia que debido a lo anterior residan en los Estados Unidos más de 30 millones de mexicanos y poco más de cinco millones de estos sean indocumentados.
Y si bien es cierto este número de compatriotas no se formó hace poco tiempo de aquel lado del río Bravo, su presencia revela la incapacidad de los gobiernos mexicanos para que vivan dignamente en su propia nación.
Y ya expulsados, el gobierno federal maneja la migración como un fenómeno “natural”, ocultando que en gran medida es la corrupción la que ha provocado ese éxodo alucinante siempre caracterizado por la miseria y el sufrimiento que todos conocemos.
Reflejo también de los 53.4 millones de personas en situación de pobreza que reconoce el mismo gobierno federal, y que para analistas de diversas universidades y organizaciones no gubernamentales la cifra real podría superar los 60 millones.
LO QUE SIGUE
Y a pesar de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que en 2018 la economía del país desacelerará su ritmo con un crecimiento de 1.9% ante una expansión proyectada del 2.1%, la amenaza advertida por especialistas es que México entrará a una depresión, lo que en términos más claros indica que pasaremos por una recesión al doble, es decir, una gravísima contracción de toda la actividad económica.
En ese contexto donde además el atraso social se agudizaría, los votantes buscarán una respuesta en las urnas, una respuesta política de la mejor opción que la democracia pueda ofrecerles.
Sin embargo, ya lo decíamos el pasado 29 de noviembre criticando el dedazo de Enrique Peña hacia José Antonio Meade: “Con esa suma de poderes al margen de la ley, el presidente convierte su sexenio en un «docenio», confirma la existencia de esa hibridez llamada PRIAN y atropella a la militancia de su partido”.
Significa que si Andrés Manuel López Obrador vuelve a fracasar en su tercer intento, el pueblo sólo tendrá dos opciones electorales: PAN y PRI. Las que ahora, de alguna manera fusionadas, serán casi formalmente el PRIAN. O sea, una sola. ¿Esa es la nueva cultura política del México del siglo XXI? Muchos temen que sí.
Estigmatizado México por el dolor y la desigualdad, las élites parece no variarán la lógica de sus poderes abusivos, tolerando hasta cierto punto las protestas del pueblo (un poco de show y mucho de gatopardismo) pero evitando sus efectos para reconducirlo hacia la parte más baja del edificio social. Hacia abajo del sótano del que amenaza salir, disputar el poder y quedarse con él.
¡Excelente inicio de semana!

 

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