5/11/2017 -Hace un año, los debates camarales concentraron la atención en la posibilidad de legalizar la marihuana, favoreciendo con ello a la nueva aristocracia de la que forman parte destacada los fox, la pareja ex presidencial, mientras el país perdía soberanía e identidad por el Acuerdo –o Tratado- de Asociación Transpacífico. México, como nunca antes, está a la deriva y ya no depende de sí mismo para observar el futuro ni con miras a forjar su destino. Como nación estamos en jaque frente a las grandes potencias del orbe.
Por cierto, en México señalamos como tratado lo que para Estados Unidos es un “acuerdo”. La diferencia no es poca: un acuerdo se centra en la relación con otros países basado en el mutuo consentimiento y con obligaciones marginales; puede incluso considerarse como un acto de amistad y nada más, esto es sin protocolos mayores para su eventual cumplimiento y con facilidades para salirse del mismo sin sanciones de ninguna clase.
En cambio, un “tratado” implica el cumplimiento cabal de obligaciones y las consecuentes sanciones por negligencias o fallas en un rango mucho más elevado y con límites y derechos perfectamente establecidos. Esto es: al firmarlo un gobierno se compromete a no desviarse del rumbo establecido ni cuando ocurra una alternancia de partidos o un cambio sustantivo en la estructura gubernamental. La diferencia es, por tanto, tan grande como la ignorancia de los legisladores sobre las diferencias entre un mero acuerdo y un tratado… pese a que el de Libre Comercio de América del Norte ya tuvo efectos, no muy favorables, en nuestro territorio. Bien se haría en evaluar sumas y derroteros en esta hora de incertidumbre.
En fin, el “Tratado Transpacífico” obliga a los signatarios a someterse a reglas que rebasan a las normativas locales, incluyendo a la Constitución, para favorecer a los grandes consorcios –tienen que serlo para participar en la rebatiña de las concesiones-, y no a los intereses generales, ni siquiera a los empresarios cuyas posibilidades no sean macro y no integren el muy selecto grupo de los grandes multimillonarios, por lo general avocados a tres rubros fundamentales: la minería, las comunicaciones –en maridaje con el poder público- y la cerveza, las grandes fuentes de la riqueza amoral.
De esta manera, el pretendido tratado –impuesto por los financieros de Wall Strett-, no concede mayores posibilidades ni intervenciones a los pequeños y medianos inversionistas y acoge a los grandes, cuando menos con liquidez superior a los mil millones de dólares –el mínimo para ocupar un sitio dentro del listado del semanario Forbes en donde se excluye, sospechosamente, a los presidentes y ex mandatarios con fortunas superiores-, y capacidad para cumplir los requisitos para hincarle el diente a las naciones subdesarrolladas con ganancias triplicadas de inmediato y la consiguiente depauperación de las regiones circundantes al Pacífico, en Estados Unidos, Canadá y Asia fundamentalmente si bien excluyendo a China, la gran adversaria contemporánea de las potencias de occidente.
Por las Alcobas
En la misma línea se estima que los agricultores al sur de nuestra frontera norte perderán competitividad al entrar, de lleno, los productos estadounidenses a un mercado saqueado y paralizado precisamente por la constante emigración de los más necesitados quienes, de hecho, mantienen la estabilidad en el medio rural gracias a las remesas enviadas a su país de origen y que, en el caso de los mexicanos, ya son la primera fuente de ingresos desde el exterior superando, con muy amplio margen, al devaluado petróleo otrora llamado el “oro negro” y cuya recuperación se estima para el 2020…de no haber un colapso intermedio. Los expertos aseguran que dentro de un lustro la mezcla del crudo mexicano podría valer noventa dólares por barril, casi el doble de su cotización actual -51 dólares-. En optimismo nadie le gana a los especuladores aunque éstos, siempre, se cubren las espaldas.
Los hechos, sin embargo, no son un buen presagio. Nos amenaza la paulatina devaluación del dólar, lo que incrementará la potencialidad del norte porque comprar en México será como recorrer un tianguis de gangas con el gobierno en calidad de intermediario para abaratar cuanto pueda los productos, sobre todo agrícolas, generados aquí incluso aquellos derivados de la consumación del tratado de marras y cuyos mayores beneficios, desde luego, no se quedarán en México. Mayor dependencia y menores rendijas para hacer valer cuanto hacemos.