Rafael Loret de Mola
08/10/2017
*Gobernar sin Miedo
*Mineras Intocables
“Se puede gobernar de cualquier manera… menos con miedo”. La sentencia, aguda y certera, la escuché en voz de un gobernador del sureste del país acosado por los barruntos centralistas y las alianzas soterradas; parecía estar en una isla en donde los recursos pasaban de largo con rumbo a Cancún, centro de acopio de las vanidades presidenciales de las décadas de los setenta y ochenta de la centuria anterior. ¡Y se erigió estado a Quintana Roo con la promoción artificial para que hubiera suficientes pobladores para justificar la medida!
Ahora, claro, ya nadie recuerda el antecedente sobre todo por el vigor de los quintanarroenses quienes rompieron las cadenas virreinales asfixiantes cuando cesó la designación desde la capital del país –1975-, e inició su recorrido con sus primeras elecciones regionales que ganó el priísta Jesús Martínez Ross; antes, había fincado heredades como gobernador, el tabasqueño David Gustavo Gutiérrez Ruiz quien, retirado por ladrón de la política con el amparo de echeverría acabó siendo secuestrado dos veces –y liberado en sendas ocasiones luego de pagar una cifra millonaria de dólares-, al situarse como uno de los más ricos de Villahermosa. Dios castiga sin palo ni piedra.
Viene a cuento lo anterior porque da la impresión que el presidente peña intenta, sólo eso, en hundir el pie en el acelerador y marchar hacia el abismo. Fue tarde cuando se dio a reorganizar sus propios cuadros y comenzar a atacar los mayores flagelos, el de la violencia en primer lugar y el de las deudas estatales en segundo, como efectos de un largo y ominoso transitar de la derecha por dieciséis años de vida republicana.
Fíjense ustedes: uno de los mayores reproches que pueden hacerse a los ex mandatarios panistas es su timidez hasta para revisar la historia patria despojándola de mitos y antihéroes convertidos en lo contrario por conveniencias circunstanciales. Con ello, además, habrían ganando puntos en su conservadurismo ante los ojos poco doctos de quienes creen en las telenovelas como guías existenciales imperecederas. Pues ni eso hicieron; vaya, no se atrevieron a escudriñar los expedientes de los presuntos crímenes contra algunos de sus principales iconos –el “Maquío” Clouthier, por ejemplo, muerte bajo sospecha de sus propios hijos, con quienes hemos hablado al respecto, y de no pocos de cuantos fueron sus mayores colaboradores, seguros igualmente de que la versión del supuesto “accidente” carreteril es un salida ridícula al mar de fondo-; ¿qué esperar, entonces, sobre los asesinatos de los periodistas bajo la férula de represores del PRI y el PAN a lo largo de más de un cuarto de siglo, coincidente con los respectivos “booms” del narcotráfico?
A cambio de ello, temerosos de ser vistos, a hurtadillas, los panistas en el poder financiaron series de televisión, con motivo del bicentenario de la Independencia si bien poco se movieron con el tema de la Revolución de 1910 acaso por presiones del priísmo en fase de retorno, y películas como “Hidalgo” y “Cristiada” en donde los lugares comunes se convierten en una especie de doctrinario para quienes desconocen los hechos –sobre todo los relacionados con la cruenta guerra de los cristeros, fanatizados por religiosos irresponsables mientras la Santa Sede se desentendía del fenómeno para no mancharse-, y aceptan la catarata de imprecisiones y aterrizajes del libreto absolutamente tendenciosos. Por ejemplo, se presenta a Calles como “un monstruo” y se ignora, por ejemplo, que fue jefe directo de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, cuando creó el Banco de México y acabó con el caudillaje posrevolucionario aunque para ello se derramara mucha sangre como la del general Francisco R. Serrano y sus lugartenientes en la llamada matanza de Huitzilac de la que fue responsable directo el general Claudio Fox. Este apellido, en dos ocasiones, ha resultado devastador para los mexicanos. Los círculos siempre se cierran.
Por las Alcobas
Sobre las deudas estatales –el pretexto para no salir en ayuda de los damnificados por los terremotos recientes-, también hay opciones. Por ejemplo, ¿qué se espera para proceder, en serio, contra el Grupo México, causante principal de los estallidos en la mina de Pasta de Conchos en 2006? Germán Larrea Mota-Velasco, uno de los intocables, situó a su compañía en el número dieciséis de las mayores empresas mexicanas con ventas netas por 129 mil 662 millones de pesos mientras sus trabajadores, los mineros, trabajan en condiciones infrahumanas. Por cierto, el absurdo de cerrar las entradas fue sólo un pretexto político: las víctimas sufrieron una temperatura de mil quinientos grados; si calculamos que, a mil doscientos grados, un cadáver puede incinerarse en dos horas, ¿había necesidad de engañar a los deudos con un rescate que se sabía tan inútil como imposible? No había ni rastros de aquellos pobres hombres…a quienes ni siquiera protegieron debidamente. Un verdadero horror. Y de allí al mito de las fogatas de Cocula no se aplicó siquiera la cordura.
¿No sería una medida justa expropiarles a estos sujetos sus empresas de minería para entregarlas al depauperado gobierno de Coahuila? ¡Ay, ya sé! Nos salta el demonio de la corrupción oficial que dilapida nuestros mejores recursos. ¿Cuántas paraestatales se han ido al traste por la mala administración pública? Y lo peor: se venden las buenas –como Telmex- para zanjar así los compromisos y complicidades de altos vuelos. Por ello, tendríamos que ir con reparos…pero es un camino necesario que debe recorrerse para no seguir asfixiando a quienes nada de culpa tienen por los desfalcos y las desviaciones de recursos: los coahuilenses, en este caso. Por cierto, ¿sabían que Rubén Moreira se refiere a su hermano Humberto simplemente como “el ex gobernador”? La fraternidad termina donde comienzan los intereses y ambiciones políticas. Otra de las vergüenzas de una democracia perfectible… que no acaba de nacer.