Rafael Loret de Mola
29/09/17
*Los “Paraísos”
*Del Aeropuerto
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Los paraísos fiscales, como Bahamas, esconden los mayores “secretos” de corrupción; ningún capital resguardado allí es investigado por su procedencia, es decir se le protege si es sucio y por ende ilícito, con tal de atesorar fortunas cuyos intereses bancarios financian el desarrollo de la región en donde llueven las divisas mal habidas, transferidas desde distintas naciones con el propósito de evadir al fisco sin dejar rastros.
Contra la negligencia de las unidades de inteligencia financiera y la tolerancia de las autoridades hacendarias, no pocos políticos y empresarios optan por llevarse sus beneficios, es decir los que no declaran, fuera del país de origen para así disponer de ellos sin necesidad de ser sometidos al control oficial. Y, por ello, el llamado Bahamas Leaks se convirtió, en horas, en otro punto de referencia a la par con el célebre Panamá Papers cuyo escándalo, es lamentablemente cierto, resultó de mayores decibeles que la persecución de los delincuentes de cuello blanco con refugios inalterables y perfectamente blindados. Con este precedente, los dueños de grandes consorcios, por lo general multinacionales, encontraron suficientes bóvedas esparcidas por el mundo. Siempre ganan.
Hace un año, el Sistema de Administración Tributario (SAT), fue exhibido por cuanto a la onerosa condonación de impuestos, por 5.6 mil millones de pesos, a varias empresas connotadas de gran cobertura en México, comenzando con la constructora GEO, una de las más favorecidas durante las administraciones panistas, y siguiendo con Simec, Campos Hermanos e incluso la Volkswagen, todas ellas con acuerdos soterrados con la cúpula gobernante, la que siempre gana en estas transacciones.
Hasta el momento, el SAT ha tratado de proteger el listado de personas físicas igualmente favorecidas por la generosidad oficial pero, bien se sabe, ninguna de ellas está en los niveles por debajo de la aristocracia, la nueva al amparo del presidencialismo rampante, el círculo donde se realizan lo mismo linchamientos hacia competidores no comprometidos con los altos funcionarios públicos que especulaciones seguras gracias a la información adelantada ofrecida por los propios cuadros financieros oficiales a quienes están dentro de los privilegiados cómplices de la administración federal.
Lo anterior, claro, además de los prestanombres quienes son muy útiles a los políticos de altos vuelos, sobre todo a los mandatarios y quienes dejan de serlo, para esconder sus verdaderos recursos y acciones bursátiles de la curiosidad pública. De hecho, si no fuera por un puñado de periodistas independientes que los rastrean, la impunidad seria absoluta, en la oscuridad de los acuerdos con el brillo de los cuellos blancos curiosamente demasiado sucios como los capitales provenientes de las actividades ilícitas, con el narcotráfico a la cabeza.
La Anécdota
Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes y satán del gabinete, fue enfático:
–El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México –con un avance de poco más del dos por ciento a través de la gestión peñista-, no es una obra faraónica y genera ya recursos.
No sabemos de ninguna empresa de servicios, ni hoteles, ni arrendadoras d autos, ni restaurantes, ni nada, que produzca tales rendimientos. Y las explicaciones se dan cuando, precisamente, comienzan a surgir las versiones del despilfarro: si se debe aclarar que no hay suntuosidad es porque, en el fondo, la hay. La corrupción de este sexenio tiene en este aeropuerto su mayor espejo.