Armando Fuentes
26/08/17
Doña Macalota, esposa de don Chinguetas, se hallaba en la regadera. En eso, para su sorpresa, entró al baño, sin ropa, la linda criadita de la casa. «¡Ay, perdone, señora! -se disculpó, confusa, la mucama-. ¡Pensé que el que se estaba bañando era el señor!». Don Primo Segundo Tercero IV era pilar de su comunidad. Pertenecía a todos los clubes de servicio; era miembro de todas las congregaciones religiosas; formaba parte del consejo de administración de todos los bancos y presidía varias federaciones y confederaciones. Casó ya grande, pues sus múltiples y variados compromisos le reclamaron sus mejores años, y dejó los peorcitos para la vida familiar. Tenía una hija pequeñita, Florilí, que pese a su corta edad se daba cuenta de la importancia de su padre. Cada vez que conocía a alguien decía con orgullo: «Soy hija de don Primo Segundo Tercero IV». A su mamá tal cosa le sonaba a presunción, de modo que la corrigió: «Cuando te pregunten quién eres no digas que eres hija de tu papá. Di simplemente: Soy Florilí «. Un sábado la niña fue al catecismo. El párroco le preguntó: «¿Eres hija de don Primo Segundo Tercero IV?». Respondió la chiquilla: «Eso creía yo, pero mi mamá dice que no». Hay mesteres -quiero decir ocupaciones, artes, profesiones- que si alguien los ejerció una vez no puede ya dejar de ejercitarlos. Curiosamente el nombre de casi todos esos oficios empieza con la letra pe. Veamos unos: profesor; periodista; payaso; policía; poeta; predicador; político (cuando esa víbora pica no hay remedio en la botica) y último, pero no menos importante, la profesión más antigua del mundo, la de las cuatro letras. En igual forma tampoco lo priista -que igualmente comienza con pe- se quita nunca. Alguien que fue del PRI puede cambiar de chaqueta e irse al PAN, al PRD, a Morena o a cualquier otro de los muchos partidos que sobre nosotros pesan, pero jamás perderá la marca de priista, que lleva igual que si se la hubieran puesto con un hierro al rojo vivo. Ya puede un priista irse de monje trapense o convertirse en lama tibetano o en gurú de la India: seguirá actuando como priista hasta que el Señor lo llame a su santo reino, y aún ahí llevará la marca del partido como se lleva un lunar. Si no me lo creen miren a López Obrador, que fue priista más años de los que ha sido lopezobradorista. El modo en que Morena -o sea AMLO- designó a su «coordinadora de organización» fue en el más puro estilo PRI, o sea por dedazo. A los demás aspirantes y a los feligreses -que no militantes- de Morena se les vendió la chupaleta de la encuesta, una encuesta que nadie supo quién la hizo, cómo se hizo ni cuáles fueron sus resultados, pero lo cierto es que en esto, como en todo lo que a Morena atañe, López Obrador impuso su omnímoda y todopoderosa voluntad, como en el PRI impone la suya el Presidente. Ya lo veremos: la moderada pataleta de Monreal terminará en agua de borrajas, y él, igual que todos los demás, se someterá al dictado del profeta del sur. Extraña cosa: todos los partidos dicen pestes del PRI y todos copian sus procedimientos. Doña Jodoncia salió hecha una furia de la exposición canina. Llevaba la cinta azul de primer lugar prendida a su abrigo de piel. Le dijo con timidez don Martiriano, su abnegado esposo: «¿Entiendes ahora por qué no quería yo que viniéramos?». El joven repartidor de pan fue recibido por la señora de la casa. Estaba cubierta -la señora, no la casa- únicamente por un vaporoso negligé que dejaba a la vista todos sus encantos. Tomó el pan la atractiva mujer y le preguntó al repartidor: «¿Cuánto tarda en ponerse duro?». «Señora -balbuceó el muchacho-, ya lo estoy». (No le entendí). FIN.Doña Macalota, esposa de don Chinguetas, se hallaba en la regadera. En eso, para su sorpresa, entró al baño, sin ropa, la linda criadita de la casa. «¡Ay, perdone, señora! -se disculpó, confusa, la mucama-. ¡Pensé que el que se estaba bañando era el señor!». Don Primo Segundo Tercero IV era pilar de su comunidad. Pertenecía a todos los clubes de servicio; era miembro de todas las congregaciones religiosas; formaba parte del consejo de administración de todos los bancos y presidía varias federaciones y confederaciones. Casó ya grande, pues sus múltiples y variados compromisos le reclamaron sus mejores años, y dejó los peorcitos para la vida familiar. Tenía una hija pequeñita, Florilí, que pese a su corta edad se daba cuenta de la importancia de su padre. Cada vez que conocía a alguien decía con orgullo: «Soy hija de don Primo Segundo Tercero IV». A su mamá tal cosa le sonaba a presunción, de modo que la corrigió: «Cuando te pregunten quién eres no digas que eres hija de tu papá. Di simplemente: Soy Florilí «. Un sábado la niña fue al catecismo. El párroco le preguntó: «¿Eres hija de don Primo Segundo Tercero IV?». Respondió la chiquilla: «Eso creía yo, pero mi mamá dice que no». Hay mesteres -quiero decir ocupaciones, artes, profesiones- que si alguien los ejerció una vez no puede ya dejar de ejercitarlos. Curiosamente el nombre de casi todos esos oficios empieza con la letra pe. Veamos unos: profesor; periodista; payaso; policía; poeta; predicador; político (cuando esa víbora pica no hay remedio en la botica) y último, pero no menos importante, la profesión más antigua del mundo, la de las cuatro letras. En igual forma tampoco lo priista -que igualmente comienza con pe- se quita nunca. Alguien que fue del PRI puede cambiar de chaqueta e irse al PAN, al PRD, a Morena o a cualquier otro de los muchos partidos que sobre nosotros pesan, pero jamás perderá la marca de priista, que lleva igual que si se la hubieran puesto con un hierro al rojo vivo. Ya puede un priista irse de monje trapense o convertirse en lama tibetano o en gurú de la India: seguirá actuando como priista hasta que el Señor lo llame a su santo reino, y aún ahí llevará la marca del partido como se lleva un lunar. Si no me lo creen miren a López Obrador, que fue priista más años de los que ha sido lopezobradorista. El modo en que Morena -o sea AMLO- designó a su «coordinadora de organización» fue en el más puro estilo PRI, o sea por dedazo. A los demás aspirantes y a los feligreses -que no militantes- de Morena se les vendió la chupaleta de la encuesta, una encuesta que nadie supo quién la hizo, cómo se hizo ni cuáles fueron sus resultados, pero lo cierto es que en esto, como en todo lo que a Morena atañe, López Obrador impuso su omnímoda y todopoderosa voluntad, como en el PRI impone la suya el Presidente. Ya lo veremos: la moderada pataleta de Monreal terminará en agua de borrajas, y él, igual que todos los demás, se someterá al dictado del profeta del sur. Extraña cosa: todos los partidos dicen pestes del PRI y todos copian sus procedimientos. Doña Jodoncia salió hecha una furia de la exposición canina. Llevaba la cinta azul de primer lugar prendida a su abrigo de piel. Le dijo con timidez don Martiriano, su abnegado esposo: «¿Entiendes ahora por qué no quería yo que viniéramos?». El joven repartidor de pan fue recibido por la señora de la casa. Estaba cubierta -la señora, no la casa- únicamente por un vaporoso negligé que dejaba a la vista todos sus encantos. Tomó el pan la atractiva mujer y le preguntó al repartidor: «¿Cuánto tarda en ponerse duro?». «Señora -balbuceó el muchacho-, ya lo estoy». (No le entendí). FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan. El amigo de don Juan le preguntó: -¿Recuerdas la vez que el rey te nombró jefe de su guardia? Respondió él: -No. -¿Recuerdas la vez que te batiste en duelo con un conde extranjero, y le rompiste la guardia, y le pusiste la punta de la espada en el corazón para que pidiera perdón por haber ofendido a España? -No. -¿Recuerdas cómo ganaste en un juego de naipes aquel cortijo de Sevilla? -No. Preguntó entonces el amigo: -¿Recuerdas a doña Elvira? Y contestó don Juan: -¡Claro que la recuerdo! ¡Hasta mañana!…