ORBE

Ma. Teresa Medina

12/07/17

¿Y cómo anda la moral de la sociedad?

Todo lo que abarca y concierne a lo político, público y oficial, entraña desde luego la elevada responsabilidad de entregar buenos resultados a la sociedad, derivada en principio de un pacto electoral y, además, porque quien llega al poder (en el nivel que corresponda) inevitablemente cobra impuestos y por lo tanto está obligado a dar puntual y transparente cuenta de esos recursos.
Evidentemente, el tema de los recursos públicos recaudados en gran medida por el sistema tributario federal (Secretaría de Hacienda), siempre ha dejado tras de sí una estela de malversaciones, fraudes, latrocinios, peculados y miles de cuentas públicas bajo acusación y sospecha.
Noticias que no son nuevas, pues desde que el mundo es mundo los gobiernos (finalmente humanos) sufren de esa debilidad antropogénica. Sólo que hoy las ambiciones y voracidades espantarían a cualquier corrupto del pasado, pues los de ahora se coluden con agentes de multinacionales que no vienen por unos cuantos milloncitos, sino por todo el país.
Como ya ocurrió, ¿no es así?, pero sólo protestamos un ratito, pese a que los recursos naturales (básicamente energéticos) ya están mayoritariamente en manos extranjeras, conscientes los ciudadanos que ese será el infierno que nos aguarda. Pues el desafío de nuestra incipiente democracia radica en defender al pueblo de quienes vienen a esclavizarnos. Igual que ocurría a principios del siglo XX, sin que Porfirio Díaz moviera un dedo.
Por eso lo subrayo: protestamos un ratito. Y eso significa muy poquito. No nos fuéramos a cansar y a desgastarnos, ¿verdad?
Pero, siguiendo con la desviación inédita de recursos públicos, son tantos los movimientos turbios, embrollados, revueltos y confusos que los diputados y auditores de los congresos locales, y la propia Auditoría Superior de la Federación, tardan una vida “revisando” la documentación contable y balances bancarios de gobiernos y organismos públicos, suscitando con ello sospechas de que negocian con los ex funcionarios delincuentes o simplemente se trate de una grave ineptitud frente a los nudos, candados y lagunas de información que deliberadamente dejaron los sinvergüenzas.
Este tema de políticos y funcionarios públicos que roban al pueblo, a sabiendas que sus delitos se perderán en un océano de impunidad, es un asunto del que todo mundo se ocupa, usualmente a nivel de chisme, y que justamente parece estarse combatiendo aunque no en la proporción del daño infligido al país.
Pero fíjese usted que de lo que nunca nos ocupamos y jamás criticamos es a esa sociedad que (en lo general) se vuelve cada vez más extraña, agresiva, indolente y corrupta.
Salimos de casa, y rápido nos topamos con los que se estacionan invadiendo banquetas; los que tiran basura en la vía pública; los que queman este desperdicio y les ahuman los pulmones a miles de personas.
Están también los que no desmontan sus terrenos; los que sus problemas personales se los cobran a los primeros que se encuentran; los que no pagan el agua, pero la desperdician; los que se roban la luz y tienen los climas puestos, no todo el día, sino todo el verano.
Los que tienen su música a un volumen que provoca lesiones auditivas e incapacitantes; y junto a esta epidemia los que desatan la violencia en los estadios, desquitándose de todas sus frustraciones; los que aconsejan a sus hijos a vivir de la transa; los que salen a la prisa de sus casas cada mañana y cometen accidentes graves (¡pero un día antes estuvieron enfiestados y desvelados!).
Tenemos a los que reciben becas de gobierno para sus hijos y tienen suficiente dinero; y por si fuera poco existen en abundancia quienes con ingresos muy bajos o en condiciones de pobreza se reproducen como si los hijos fueran muy baratos y el país no sufriera una grave explosión demográfica.
¿Qué le pasó a México, primero a los de arriba y luego a los de abajo, para no aprender de las lecciones de enorme sufrimiento? Si esperamos que la cúpula del país cambie o se reforme, en tanto como pueblo sigamos envilecidos y decadentes, permítanme decirles que nadie, ni el ser supremo, nos salvará del abismo. Ya lo decía Ghandi, “si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.

EN REYNOSA PERDIÓ LA SOBERBIA
No es repetir la noticia del fin de semana, cuando Francisco García Cabeza de Vaca, en gira de trabajo por Reynosa, anunciaba un paquete de obras por 380 millones de pesos. Más bien es la reflexión de un mandatario que en su calidad de líder de todos los tamaulipecos, demuestra que la humildad en política siempre construye puentes aún con quienes por soberbia se alejaron originalmente de su proyecto estatal. Se trata de la alcaldesa Maki Ortiz, cuyo municipio será bastante beneficiado en infraestructura como instrumento de competitividad que atraiga inversión y genere empleos. Le toca ahora a ella, predicar con el ejemplo.
¡Feliz miércoles!

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