ORBE

Ma. Teresa Medina

12/06/17

México en los próximos 33 años, peor que Colombia

Desde que a los políticos se les salió todo de control hace 40 años, aparecieron también los “boticarios” y los “comediantes” que todo lo resuelven a base de recetas y ocurrencias.
(Igual que los apodos que mutuamente se encasquetaron Octavio Paz y Carlos Monsiváis a mediados de los 90, en duelo intelectual.)
El fenómeno tomó más fuerza a partir del magnicidio de Luis Donaldo Colosio en 1994, extendiéndose hasta nuestros días en intensidad y cantidad con resultados desastrosos de pobreza extrema, violencia aterradora y corrupción sin límite.
Y tanta ha sido la incompetencia perversa que busca “remediar” la tragedia nacional, que hoy casi todo se pretende solucionar a través de negociaciones torcidas, ajenas a la ley, la justicia y el orden.
Incluso el “método” ya ha sido exportado a otras naciones latinoamericanas, caso Colombia, donde sus autoridades ya están convencidas de que con justicia no hay paz (¿?), refiriéndome al conflicto armado entre el Gobierno y las FARC.
Una guerra que ya cumplió medio siglo, pero ni con recetas u ocurrencias, dizque acuerdos de paz, se ha logrado contener del todo. Recordemos que este conflicto es el más antiguo del hemisferio occidental.
Aquí en México vamos para once años de la ofensiva armada contra el narcotráfico iniciada a finales de 2006 por Felipe Calderón y reiniciada en diciembre de 2012 por Enrique Peña Nieto (¿faltarán 39 años para emparejarnos con Colombia?). Para colmo, la histeria propiciada por este período aciago y fallido ni siquiera tiene cifras definidas, excepto las confusas y maquilladas por el Gobierno federal.
Pese a ello, expertos reconocidos como Alejandro Hope hablan de un saldo estimado en los dos sexenios de 250 mil muertos (un caudal de víctimas que no incluye los 60 mil homicidios dolosos bajo la presidencia de Vicente Fox), más una cifra superior a los 30 mil desaparecidos según datos del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED).
Es tan grave la lucha armada que se libra en nuestro país que si sumamos los muertos de Fox, Calderón y Peña nos dan un total de 310 mil personas asesinadas en 17 años. Cifra superior a los 260 mil crímenes cometidos en Colombia a lo largo de 50 años.
De manera que si la violencia continúa en esa proporción, en los siguientes 33 años, o sea, en el año 2050, estaremos llegando a un total acumulado y espeluznante de 912 mil víctimas.
Algo así como un promedio de 18 mil 235 muertes violentas por año, que resultarían no sólo de remitirnos a las matemáticas básicas sino al horror ascendente que de una u otra forma comenzó el uno de diciembre de 2000.
A todo esto es un hecho que el escenario colombiano podría recrudecerse en México (de hecho ya es así), tanto por el imparable consumo de droga en los Estados Unidos y el creciente en nuestro país, pero principalmente por la decisión de ambas naciones a no frenar el trasiego de narcóticos a través de su legalización o a modificar las leyes que lo penalizan.
Este tema nos lleva al ámbito estatal y a la decisión del Gobernador Francisco García Cabeza de Vaca de someter a los grupos delincuenciales a la ley, cortándoles las fuentes de financiamiento.
Una lucha que algunos prevén, guardada toda proporción, como una réplica de lo que ha sucedido en los últimos 17 años en el país, cuestionando el proyecto. Temen, según ellos, a que si se aplica la justicia no habrá paz y que la realidad es que lo único que ocurrirá es que se abran más cementerios a lo largo y ancho de Tamaulipas.
Sin embargo, ya está comprobado en Latinoamérica que ni con la estrategia de contener los alcances de la justicia el mal disminuye, sino todo lo contrario. Una fórmula que no funciona para un mejor porvenir. Aunque se diga que el sacrificio de la justicia ha dado buenos resultados en países como Irlanda y Sudáfrica.
Recordemos que el hecho de combatir la iniquidad mediante negociaciones que no son otra cosa más que corrupción, provoca, eso sí, una enorme necrópolis.
Ya lo decíamos al principio: si de lo que se trata es de aplicar recetas de boticarios y ocurrencias de comediantes, entonces de una vez que el Estado de Derecho desaparezca, pues será un hecho que otras mafias poderosas o comunes y corrientes comiencen a exigir la misma absolución que se les conceda a los primeros. De cierto parecería inteligente y pacificadora la eventual medida. Pero no lo es si el poder del Estado se diluye y es remplazado por un caos absoluto de impunidad.
¡Excelente inicio de semana!

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